Emilio Pradilla Cobos
La política en el segundo piso
En lugar de dar argumentos sociales, urbanos, ambientales y técnicos rigurosos para sustentarlo, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, con el aval del PRD-DF, encasilla a los críticos y opositores al proyecto de segundo piso en Periférico y Viaducto en "la derecha" o en "el PAN" que "promueve la campaña en su contra" (La Jornada, 28 y 29/04/02). Los llamamos a superar la simplificación política. Al proyecto se oponen diversos sectores de la opinión pública, cuya filiación política abarca todo el abanico, desde la izquierda hasta la derecha: el movimiento urbano popular, vecinos de las colonias afectadas, ecologistas, arquitectos, urbanistas y planificadores, intelectuales, investigadores y técnicos universitarios -entre los que me incluyo-, ingenieros y constructores, empresarios y legisladores de todos los partidos, incluido el PRD.
Los argumentos de los detractores son variados. Hasta su anuncio, el proyecto no era parte de ningún documento de planeación urbana ni del programa de gobierno. La decisión se tomó sin tener un proyecto completo e integral de la obra ni analizar y resolver su grave impacto sobre la ciudad. Los estudios de impacto ambiental y urbano se hicieron posteriormente, para la primera etapa, por el mismo gobierno que los juzga, lo que los invalida. Esta vialidad induce el uso del automóvil privado en detrimento del transporte público, por lo que aumentarán las fuentes de contaminación atmosférica. La obra se saturará rápidamente, beneficia a los automovilistas de la zona de más altos ingresos, y no da solución al tráfico vehicular en la mayor parte de la ciudad, donde reside la población más pobre, usuaria de transporte público. La prioridad urbana real es el transporte público no contaminante, que no puede usar segundos pisos y al que éstos entorpecen. En situación de restricción presupuestal, esta obra de alto costo sustituye otras inversiones prioritarias en transporte público (Metro, trenes urbanos y suburbanos, camiones en carriles confinados), adecuaciones viales secundarias y mantenimiento de vialidad existente, en infraestructura hidráulica deficitaria. en educación, salud y asistencia social. El segundo piso será una fea barrera que fragmentará la ciudad, generará ruido excesivo y será difícil garantizar la seguridad pública en ambos niveles.
Esta vialidad, concebida como libramiento regional y para viajes largos, sirve al proyecto federal de aeropuerto en Texcoco -que se rechaza con razón- y es contraria al bando 2 del gobierno local -que consideramos equivocado-, por lo que es contradictoria como política urbana. La obra destruirá áreas verdes residuales y parte del reducido arbolado existente, dañando al medio ambiente. No se conoce el diseño de los accesos y salidas ni de las adecuaciones a la vialidad primaria conectada, lo que impide evaluar el impacto sobre los inmuebles y áreas urbanas laterales. La decisión de construir la obra no fue producto de la planeación ni la concertación en las instancias de coordinación metropolitana: fue cupular, sin consenso al interior del gobierno. No hubo una consulta pública amplia con participación de sectores urbanos representativos; el pobre resultado numérico del sondeo telefónico, sin información previa, muestra su falta de representatividad; y no se han oído ni respondido los cuestionamientos de diversos sectores y actores sociales. Se critica la adjudicación directa del proyecto a la empresa consultora, la coordinación al actor privado que lo promovió, y la dirección a una secretaría distinta a la de Obras y Servicios. La obra, cuestionada técnicamente por su riego sísmico y geológico y su impacto sobre el sistema hidráulico, por su magnitud causará grave interferencia al tránsito durante su construcción y afectará a los vecinos, aunque se diga lo contrario.
El proyecto no surge del programa de la izquierda mexicana o del PRD, cuya posición fue contraria cuando el priísta Espinosa Villarreal lo presentó en 1995; por ello, no puede defenderse como "de izquierda" y calificarse a los opositores como "de derecha". Flota en el aire el carácter publicitario y de prestigio de la megaobra, que no beneficia a los pobres sino a una pequeña parte del 20 por ciento de automovilistas de ingresos medios y altos. Si el PAN y el PRI recogen la bandera del transporte público y apoyan a los opositores, muchos de ellos distantes políticamente de la derecha, es porque el gobierno capitalino se equivocó con el proyecto, abandonó la demanda popular de transporte colectivo, no oyó las críticas ciudadanas, incluidas las de izquierda, y partidizó el debate. El gobierno capitalino aún tiene tiempo para rectificar, suspendiendo la obra, en aras de un proyecto democrático alternativo de ciudad y de la credibilidad de la izquierda. Haciendo uso de su autonomía, el PRD debe precisar su propuesta para las ciudades mexicanas y la capital, tomando distancia de este tipo de proyectos contradictorios y suntuarios.