lunes 6 de mayo de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
n Será presentado como un caso de la guerra sucia; en 68 lo "desaparecieron": Judith García
Luego de 29 años se reabrió el caso de Joel Arriaga sólo para intentar darle carpetazo
q La investigación de la Procuraduria General de Justicia únicamente consiste en unos cuantos interrogatorios q La viuda presentó un recurso para evitar que se cierre q Se llevará el asunto a organismos internacionales de derechos humanos

Fermín Alejandro García / I n

La Procuraduría General de Justicia (PGJ) ha dado por concluida la averiguación del asesinato del luchador universitario Joel Arriaga Navarro, por considerar que no tiene indicios para continuar las pesquisas. Sin embargo, la investigación de este homicidio se ha reducido a unos cuantos interrogatorios superficiales -realizados en 1972, a finales del año pasado y a principios del presente año- a Judith García Barrera, viuda de quien fuera destacado miembro de Partido Comunista Mexicano (PCD), a miembros de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) y algunos de los probables responsables, como el ex gobernador Gonzalo Bautista OÕfarril.
Si algo más se hizo siempre se ha ocultado, ya que a los familiares nunca les han permitido tener acceso al expediente completo de la investigación. De hecho, la PGJ durante 29 años no realizó el mínimo esfuerzo por encontrar a los responsables del homicidio. En 1972 el MP del fuero común y el federal llevaron a cabo algunos interrogatorios, y hasta 2001, cuando Judith García pide que se reabra la investigación, de nuevo se llamó a otros grupos de personas a comparecer.
Joel Arriaga era miembro del PCM y director de la preparatoria nocturna Benito Juárez de la UAP. Desde un automóvil, el 21 de julio de 1972, le dispararon cuando iba conduciendo su auto y viajaba con su esposa. ıse fue el primer asesinato político que ocurrió en la UAP en la década de los 70 como parte del enfrentamiento que había entre los promotores de la reforma universitaria y la derecha poblana que se proclamaba anticomunista. El homicidio provocó tal conmoción, que en aquel entonces el presidente Luis Echeverría llegó a la ciudad de Puebla para anunciar que la Procuraduría General de la República (PGR) llevaría a cabo las investigaciones.
Aunque intervino la PGR, no se hizo nada. El año pasado Judith García logró que la PGJ reabriera la investigación. Ahora la misma dependencia busca cerrar el caso sin que haya el más mínimo avance. Una de las conclusiones a las que llega el investigador de este asunto es que en 1972 por "los choques de ideales" que había en la UAP no se pudo tener indicios de los posibles responsables del homicidio.

Sólo interrogatorios

La Jornada de Oriente tiene en su poder una copia de las conclusiones con que la PGJ intenta declarar que ya prescribió el caso de Arriaga, por haberse cumplido los 30 años que marca la ley para investigar un asesinato.
Por la lectura del documento -que corresponde al expediente 123/2130/72/DMSIIIII- se desprende que en la averiguación previa que se reinició en 2001 únicamente se volvió a incluir las declaraciones -rendidas en 1972- por algunos universitarios que hicieron en torno a la muerte de Joel Arriaga, y se sumaron nuevos interrogatorios a Judith García y algunos ex servidores públicos, como el ex gobernador Gonzalo Bautista.
Además, se intentó identificar el modelo del automóvil en que presuntamente viajaban los homicidas.
Después de ello, no hay mayor búsqueda de elementos que puedan determinar quiénes fueron los responsables intelectuales y materiales de dicho asesinato político.
Con base únicamente en los interrogatorios, en días recientes, María Gema del Rocío Montero Valencia, agente del MP que lleva el caso, determinó: "pero si bien es cierto que nos encontramos ante la existencia de una conducta delictiva -el homicidio de Arriaga-, que se encuentra debidamente prevista y sancionada en nuestra legislación penal vigente, también lo es, que a la fecha no existen indicios suficientes que sirvan de prueba plena y legal que conduzca a dar con la identidad del o los probables responsables en la comisión de este ilícito".
La agente del MP en el documento reconoce dos cosas. Primero, que Joel Arriaga fue una persona "que luchó por la democracia social, el bienestar e intereses de la UAP". Segundo, que su muerte fue un homicidio calificado debido a que se puede "presumir que su concepción, preparación y finalmente su ejecución, de acuerdo a la forma en como este evento delictivo se realizó".
Otro dato importante mencionado en el documento es que en 1972, cuando el asesinato de Joel Arriaga fue también investigado por la PGR, esta dependencia tenía dos hipótesis acerca de los probables responsables del asesinato. El primer grupo de sospechosos lo componían integrantes del Frente Universitario Anticomunista (FUA), los grupos de derecha Juventud Nueva y Náhuatl, así como de los gobiernos del estado y federal.
El segundo grupo de sospechosos lo componían miembros del "Frente Comunista", y que posiblemente el homicidio fue ordenado por el entonces rector de la UAP, Sergio Flores Suárez.
Pero a continuación la agente del MP ataja que todos estos señalamientos no se encuentran probados o fortalecidos "con algún indicio que los haga verosímiles y/o que conduzcan aprobar fehacientemente dichas presunciones; por el contrario, diversificaron las líneas de investigación, siendo diversas, sin que se llegara a concretar una sola y que en su momento pudieran ser posibles para conocer la identidad de los activos, debido a los choques de ideales e intereses que se seguía dentro de la misma universidad -la UAP-, por lo que esta diversidad de investigaciones dio oportunidad de que los vestigios, indicios, por el transcurso del tiempo se perdieran o alteraran, como ha sucedido dentro de las diligencias que esta representación social se ha abocado a desahogar".

No se investigó nada

Para Judith García, lo que ha hecho el MP es lo mismo que hizo en 1972: nada. Considera que con los interrogatorios de hace 29 años y con los recientes, únicamente se quiere aparentar una investigación, como una estrategia de proteger a los autores del homicidio de su esposo, el cual fue un asesinato de Estado.
García Barrera compareció este viernes ante la agente María Gema del Rocío Montero Valencia para comunicarle que en los próximos días presentará un recurso para exigir que no se cierre el caso -luego de que la procuraduría le comunicó el jueves de la semana pasada que la averiguación será archivada- ya que aún no se ha hecho una investigación a fondo y se quiere dejar impunes a los probables responsables del asesinato de su esposo, entre ellos el ex gobernador de Puebla Gonzalo Bautista OÕfarrill.
En entrevista con La Jornada de Oriente, relató que el año pasado, cuando se reabrió el caso la PGJ, lo único que hizo fue llamarla en cinco ocasiones a declarar, una vez se entrevistó con el entonces procurador de Justicia, Carlos Arredondo Contreras, en una reunión que se dio sin que ella lo hubiera solicitado. Después no se hizo nada. Incluso, nunca le contestaron acerca de la audiencia que pidió con el gobernador del estado, Melquiades Morales Flores.
Por ese motivo, ante la negativa que esta mostrando el gobierno del estado de investigar la muerte de su pareja, el caso de Arriaga será llevado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos y sobre todo, a la Fiscalía Especial que creó el gobierno federal para investigar las desapariciones y asesinatos cometidos en la llamada guerra sucia.

Tres meses en cárceles clandestinas

Joel Arriaga Navarro era arquitecto y pasante de la licenciatura de Economía. Fue maestro en la Universidad Autónoma de Puebla (UAP) y la Normal Superior de Puebla, así como destacado miembros del PCM y del movimiento universitario de los años 60 y principios de los 70. La represión que sufrió inició unos años antes de ser asesinado con varias detenciones, todas ellas sin que el Ministerio Público pudiera acreditar un delito en su contra.
Una de esas pérdidas temporales de la libertad la sufrió en 1968. En ese año viajó a un festival de estudiantes en Sofía, Bulgaria, por lo que no estuvo presente en los momentos más álgidos del movimiento estudiantil que concluyó con la matanza de 2 de octubre.
Sin embargo, un día de octubre, después de haber regresado de Europa, a unas cuantas calles de su casa, en el parque Habana de la colonia América, un grupo de policías o miembros del Ejército lo bajaron de un autobús de pasajeros y se lo llevaron a la XXV Zona Militar, después al Campo Militar Uno -en la ciudad de México- y finalmente, a la cárcel de Lecumberri. Era acusado de haber participado en los hechos de la Plaza de Tlatelolco y fue objeto de torturas.
Judith García narra que lo buscó por todas partes, hasta que el 12 de noviembre un funcionario público le confesó que a su cónyuge se lo habían llevado al Campo Militar Uno. Como nunca pudieron comprobar su participación en el movimiento estudiantil de la ciudad de México, fue liberado.
Por esa razón García Barrera considera que el caso de Arriaga debe ser atendido por la Fiscalía Especial, ya que fue un desaparecido de la guerra sucia que el gobierno federal y el Ejército realizaron contra militantes de izquierda, y su asesinato se inscribe en la represión que desataron grupos de derecha.