Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 6 de mayo de 2002
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José Cueli

Aire fresco en la México

A ritmo con la gracia ligera de los niños en cosas de hombres, los becerristas se presentaron el domingo antepasado en la Plaza México y los cabales salimos reconfortados. Los niños toreros inspiraban con su frescura un cante en cada lance y un sentimiento de admiración en su caminar ante los becerros.

Son los becerristas, niños que irrumpen en la comunidad encorsetada del toreo actual y un aire a limpio envuelve el coso de Insurgentes. Llegaron los niños desgreñados, después de cruzar bajo el sol ardiente las placitas de los pueblos y el campo bravo mexicano, con canciones infantiles en la boca y al compás de las cuales desgranaban el eterno cantar de los grandes del toreo que fueron becerristas; Armillita, los Bienvenida, Luis Miguel Dominguín, Eloy, El Juli...

Destacaron Hilda Tenorio que, en la abundante mata de su cabello, dejaba un reflejo de los ojos en la cara redonda y en el cuello un collar de ámbares -al estirarse en el lance fundamental: la verónica- que se espejeaban en los tendidos y levantaron a los aficionados de sus asientos, incrédulos ante su torear.

Y después de Hilda, apareció Joselito Adame, un niño bajito, regordetito, vestido de rojo escarlata y ¡oh sorpresa! Se destapó con un toreo cadencioso en círculos naturales alrededor del becerro, que, con los pitones le acariciaba el cuerpo y le hacía cantar las rancheras muy naturales y alegrar el coso con la emoción y el sentimiento del niño en su torear.

Había en la sonrisa de Joselito, encanto, mas en su toreo drama y dolor, sol y polvo de los caminos y pueblos al enfrentar a los becerros más altos que él, y atemperar sus embestidas, e improvisar canciones impregnadas de su niñez, al golpe del giro de sus muñecas.

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