Los intelectuales nos vimos forzados a ocuparnos
de los asuntos políticos, explica
Giardinelli deja por ahora la escritura para pensar
salidas a la crisis argentina
Dice que el reto es terminar con los privilegios
de la clase política con 12 años en el poder
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
Más que buscar una explicación sobre las
causas de la crisis económica y política que vive Argentina,
los intelectuales de ese país se preocupan por encontrar una salida
a la situación que, cuatro meses después del estallido social
que quitó del poder al entonces presidente Fernando de la Rúa,
"todavía no está resuelta", advierte el escritor argentino
Mempo Giardinelli, cuyo libro Final de novela en Patagonia recibió
el premio Grandes Viajeros 2000, que entrega Ediciones B.
Giardinelli
encabeza a un grupo de intelectuales que en enero y febrero pasado dio
a conocer manifiestos bajo el denominador: "Por una alternativa Argentina
y por una Argentina diferente", que ha sido adoptado como ideario de trabajo
por diferentes organizaciones sociales que, de cierta forma, representan
a la sociedad argentina que se mantiene alerta a cualquier cosa que pueda
afectarla de nueva cuenta.
El autor de la novela Santo oficio de la memoria,
por la que obtuvo el premio Rómulo Gallegos en 1993, aclara desde
el principio: "no hablo como político, sino como un intelectual
comprometido con su país. Muchos intelectuales argentinos nos hemos
visto forzados a ocuparnos de los asuntos políticos en vista del
desastre que han provocado las clases dirigentes.
"El estallido social que empezó el 19 y 20 de diciembre
no ha terminado. La sociedad argentina, enojada de manera justa, está
muy alerta. Vivimos un año difícil, como nunca lo habíamos
tenido; ni creo que haya habido una crisis similar en América Latina
y, quizá, en todo el mundo. Nada ha terminado, todo está
en evolución, y aún van a pasar muchas cosas", porque, agrega,
quienes están ahora en el poder son los mismos que provocaron la
crisis argentina en los últimos 12 años incluido el actual
mandatario, Eduardo Duhalde, quien fue vicepresidente de Carlos Menem.
''Aunque dicen que se pelearon, Duhalde pertenece a la
escuela de Menem; una escuela de engaños, de doble discurso, de
enorme cinismo y de favoritismos para amigos y parientes"; aun con el cambio
de gobierno se mantienen vicios como el nepotismo y el sistema de jubilaciones
de privilegios, "del que participan los militares y los políticos
de los últimos 18 años de democracia", y a esto se suma "el
robo de los ahorros de 13 millones y medio de personas. Nos robaron en
descampado con alevosía y ventaja".
Ante esta situación, la salida que ha encontrado
la sociedad argentina es la de la resistencia pacífica, expresada
por la desobediencia civil, porque ya perdió la confianza en quienes
gobiernan y por ello ningún dirigente ?político, empresarial
o sindical? puede salir a la calle sin recibir el repudio de la población.
Incluso algunos han tenido que abandonar restaurantes porque son abucheados
y expulsados por la gente, refiere el escritor, quien sentencia que no
existe posibilidad alguna de un golpe de Estado o de una guerra civil.
Con un libro recién publicado sobre lo ocurrido
en los últimos cuatro meses, Diatriba por la patria: apuntes
sobre la disolución de Argentina (Ediciones B), y una novela
que estará en librerías en junio, Cuestiones interiores
(Editorial Sudamericana), Giardinelli habla de manera optimista sobre la
forma en que los argentinos han respondido a la situación económica
y política.
Existen decenas de movimientos, organizaciones barriales,
grupos vecinales, sectores de artesanos, caceroleros, piqueteros y disidentes
de sindicatos buscan la manera de paliar la crisis, y un ejemplo es la
creación de clubes de trueque, de los cuales existen unos 4 mil
500 y tienen su propia moneda basada en la credibilidad y que se llama
"crédito".
En este contexto Giardinelli minimiza el discurso oficial
acerca de que los movimientos sociales ya se apagaron y manifiesta que
en medio de la "absoluta crisis de representatividad, se está generando
una democracia directa. Claro -señala- esto es muy peligroso, nadie
sabe a dónde va a ir esto".
La crisis también ha golpeado a la cultura que
ahora "se encuentra malherida, pero estamos resistiendo": en teatro hay
unas 150 obras que se presentan casi de manera gratuita, en cine se hacen
películas con bajo presupuesto, y con la participación de
grupos de escritores y artistas plásticos de todo el país
se trata de mantener la tradición cultural.
"La labor del intelectual es pensar, y eso es lo que hacemos.
Tratamos de imaginar, ver a mediano y largo plazos. Poner inteligencia,
eficacia y capacidad de gestión en la desobediencia civil, generando
ideas, propuestas originales, no violentas y todas dentro de la Constitución".
Por lo pronto, el autor se alejó un poco de la
escritura para "ocuparme de lleno de lo que me parece importante; quiero
vivir en un país digno y que valga la pena. No quiero ver los niveles
de pobreza y desesperación que estamos viviendo en Argentina, que,
por cierto, no es un país pobre. Es una nación riquísima
y es absurdo que teniendo todo vivimos como si no tuviéramos nada".