jueves 2 de mayo de 2002 |
Opinión Un gesto indeleble n Alfonso Simón Pelegrí |
Garcilaso de la
Vega, denominado "príncipe de la lírica
española", si bien es el introductor en la lengua
castellana de la poesía "fecha al itálico
modo", es también un poeta en el cual, según
Bernard Gicovate (...) "lo interno emocional es
siempre suyo y la frase misma es del idioma, tamizado a
través de los poetas latinos, que son los que más le
instruyen en el lenguaje poético". Su obra, corta en extensión, influyó en sus contemporáneos y en los poetas actuales con una magistral y exquisita vigencia. Gran y exquisito amador, su fineza y cortesanía amatoria se trasparentan en sonetos con los que arranca en rotundos endecasílabos, como los que se inician con "Escrito está en mi alma vuestro gesto", o aquel otro "Oh dulces prendas por mi mal halladas". Por lo que respecta a las églogas, todas son de destacar; pienso por citar alguna en la segunda, en la que Tirreno se dirige a su amada: "Flérida, para mí dulce y sabrosa / más que la fruta del cercado ajeno". Especial mención merece, por su meztizaje individualísmo, el poema que irrumpe con una atrevida y plástica introducción: "A Dafne ya los brazos le crecían". Poema en el cual resulta oportuno resaltar el añejo sabor castellanizante de la rima en "ía", en donde Garcilaso se aparta un tanto, y por igual, de la tradición latina y de la influencia italianizante, tan en boga, de la que fuese nuestro poeta uno de los principales exponentes. En cuanto a las canciones, es ya casi un lugar común el traer a colación la titulada "A la flor de Gnido" que comienza con los tan sabidos versos "Si de mi baja lira". Es de resaltar que esta palabra, "lira", dio pie al título de composición poética inventada por Garcilaso, y que fue imitada, entre otros poetas de su época, por vates de la altura de Fray Luis de León y del sublime San Juan de la Cruz. Esta influencia poética de Garcilaso de la Vega, decisiva en su época, no lo fue menos en nuestra contemporaneidad. Inclusive "inocentemente" y "a través de", como ocurriera en el Renacimiento con el poeta carmelita. Esto no es de extrañar, porque no hay poeta eminentemente grande que no llegue más allá de su obra; y hasta de su nombre. |