Editorial
El manejo terapéutico del sida se ha vuelto cada vez más complicado. El stock de medicamentos antirretrovirales y de pruebas clínicas, así como el número de instituciones de salud que los ofrecen se han multiplicado a la par de los problemas creados por la impericia y falta de ética médica, y por la ausencia de criterios unificados en la prescripción y adquisición de los medicamentos. A ello ha contribuido no sólo la propia naturaleza mutante del virus o la creciente cantidad de fármacos desarrollados para combatirlo, sino también el peso de los intereses políticos y comerciales en juego.
Como un caos definió el subsecretario de Salud, Tapia Conyer, el desorden que se vive en torno al tratamiento del problema de salud más complejo Y la dimensión de ese caos se desconoce por la falta de un diagnóstico claro que dé cuenta de cinco años de tratamiento antirretroviral. Las políticas erráticas que se han seguido en la prescripción y suministro de los medicamentos son, con mucho, las principales responsables de ese caos, sin olvidar la perniciosa influencia de las compañías farmacéuticas sobre médicos y pacientes.
"Poner orden" en las políticas de atención del sida se ha vuelto una necesidad imperiosa, y para ello las autoridades de Salud han lanzado una propuesta de guía terapéutica a seguir por todas las instituciones del sector salud. La iniciativa, basada en un documento de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), pretende racionalizar el uso y la compra de los medicamentos antirretrovirales. Una guía de esa naturaleza no puede ser aprobada sin una discusión a fondo con todos los sectores, y sin el compromiso claro de terminar con las oprobiosas "listas de espera" de pacientes sin tratamiento. Tratar el sida no es un juego de azar donde pueda apostarse la supervivencia de los pacientes.