Casi dos horas de música y desmadre con
el público
El ensayo de Miguel Ríos en el Zócalo
devino concierto y declaración política
ELIA BALTAZAR
Un
ensayo devino concierto y declaración política en contra
del presidente estadunidense George W. Bush y sus amigos, quienes quieren
dictar desde arriba sus reglas al mundo.
Era Miguel Ríos, el roquero español, quien
ayer al mediodía puso alto al trajín popular del centro de
la ciudad, al protagonizar una tocada que en principio no tenía
más propósito que calentar guitarras para el concierto que
ofreció horas después, por la noche, en el Zócalo
de todos los ritmos.
Sorprendido y abochornado por el sol y los aplausos de
un público improvisado, pero no menos generoso, Miguel Ríos
aprovechó la ocasión para recordar su último viaje
a México, el año pasado, durante el arribo de la marcha zapatista
a la Plaza de la Constitución. Y los decibeles de su voz se levantaron
al expresar su apoyo al Ejército Zapatista de Liberación
Nacional y augurar su triunfo. Porque "Zapata vive y la lucha sigue".
Si dio la pauta en el escenario, abajo no tuvo más
que seguir el ritmo de sus palabras. Y la pregunta sobre Cuba, México
y Estados Unidos fue obligada, dado el concierto de declaraciones a propósito.
De los primeros, ni hablar. Pero al son de los acontecimientos en el mundo,
Ríos no pudo menos que comparar a Bush con "un buen director de
orquesta... pero chusca".
Lo que está pasando en el mundo es inconcebible.
¿Y qué es lo que sucede? "Que los países tengan tan
poca libertad para expresar, por lo menos, sus propias necesidades. Que
todo esté dictado desde arriba por el Fondo Monetario Internacional,
el Banco Mundial y las multinacionales y, por supuesto, por el señor
Bush y sus amigos."
Hasta allí lo político, colofón de
casi dos horas de música y desmadre entre el cantante y un público
trashumante que ayer llegó tarde a todos sus destinos. Porque todo
comenzó con Santa Lucía, poco antes de las 12 del
día, y no concluyó hasta casi las 2 de la tarde, engarzadas
las horas con los acordes de canciones vueltas éxito a fuerza de
nostalgia ochentera.
Nadie daba crédito a sus oídos al principio,
acostumbrados como estamos a ver convertido el Zócalo ya no sólo
en la plaza de todas las causas, sino de todos los ritmos. Un tarareo furtivo
de las notas comenzó a confundirse con algunos comentarios: "Seguro
que es disco". "Están calentando a la gente para la noche. ¿Pues
qué no sabes que va a tocar hoy?" "Pero cómo crees que va
a ser él". Y sí fue.
Allí estaba el eterno Miguel Ríos, de negro
todo, calzado con tenis, escondiendo las entradas bajo una gorra y el jet
lag tras unas gafas negras. Sorprendido al ver cómo, de poco,
se iban sumando los aplausos in crescendo.
Sólo fue un ensayo, cierto. Pero los aplausos,
las porras y los gritos lo convirtieron en un improvisado concierto. Muy
cálido, eso sí. Y no sólo por la temperatura, sino
por la sorpresa que significó para muchos capitalinos toparse de
oídos con aquellas canciones de muchos conocidas.