Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 24 de abril de 2002
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Cultura

Javier Aranda Luna

Lectura y educación religiosa

ƑDebe seguir siendo laica la educación pública? La alta jerarquía católica mexicana piensa que no. Tampoco está de acuerdo con la limitación constitucional que impide a los sacerdotes ocupar puestos de elección popular (aunque olviden, šoh Alzheimer!, que se los prohíbe su propio derecho canónigo). Pero ese alto clero no está de acuerdo con muchas otras cosas: le molesta que otros grupos cristianos ''usen" la imagen de la cruz sin que les paguen regalías, que se transmitan programas de televisión -como el del fenómeno mediático del Big Brother- o campañas de salud para prevenir el sida.

Si esa institución religiosa marcara la pauta de la vida pública tendríamos un nuevo Index formado con autores proscritos. Allí estarían, señalados con fuego, los nombres de Carlos Fuentes, Sade, Bataille, Ovidio, Safo, Julio Cortázar, Fernando del Paso, Juan Rulfo y, naturalmente, Octavio Paz. Al primero lo censuraron por el erotismo en sus novelas; al último lo condenaron por no haber escrito la hagiografía de Sor Juana Inés de la Cruz que a esos religiosos les hubiera gustado leer. Poco les importó que el escritor, de fama universal, universalizara a esa gran poeta conocida sólo por la academia en otros países. Es lamentable que para el clero la Décima Musa haya sido sólo una monja con inclinaciones literarias. Resulta curioso: pareciera que a los curas les preocupa más el erotismo en los libros que la pederastia entre sus huestes.

La Iglesia católica mantuvo el monopolio educativo en México por más de tres siglos. En ese lapso quemó libros, condenó a escritores de la talla de Sor Juana y evitó que autores de la Ilustración contaminaran nuestras almas nobles. La prohibición de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas data apenas de 1874. Sin embargo, después de esa fecha, el clero mantuvo una activa militancia en materia educativa. No olvidemos que los cristeros hicieron blanco a maestros rurales: a los hombres les cortaban las orejas; a las mujeres, los senos. En la época de Cárdenas promovieron el ausentismo para presionar al gobierno: buscaban eliminar la información sexual de las aulas (y eso que entonces ni siquiera hablaban del condón).

Un ejemplo extremo de lo que significa que una iglesia se ocupe de la enseñanza religiosa nos lo dieron, en nuestros días, los talibanes con toda su parafernalia de burkas y lapidaciones. Otro ejemplo, más cercano a nosotros, lo siguen dando en Chamula, Nayarit e Hidalgo, donde se impide el acceso a la educación pública por cuestiones religiosas: los niños no católicos no tienen derecho a asistir a las escuelas estatales.

Pero, Ƒtiene derecho el clero a que se imparta educación religiosa en las escuelas? Claro, de hecho se hace. Existen decenas de escuelas en las que es práctica cotidiana proferir salmodias sosteniendo las cuentas de un rosario antes de iniciar clase. Sin embargo sería deseable que otras religiones tuvieran las facilidades para contar con lo mismo: ya se sabe que en Monterrey, por ejemplo, es más fácil conseguir permisos para construir una parroquia que para levantar un templo pentecostal. Ojalá la educación pública no caiga en manos de quienes sueñan con prolongar un estado ultraterreno por encima de las leyes terrenales, un estado cuya ropa sucia se lava en casa, un estado que ha sido, históricamente, el principal obstáculo para acceder a la lectura.

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