Faltaron figuras e imaginación, afirma
Jacobo Zabludovsky
El bolero, género musical intenso, fue homenajeado
en Bellas Artes
Historia de un amor y Sabor a mí
fueron alarde de armonía, sello de Los Tres Ases
Marco Antonio Muñiz cantó con sus ex compañeros;
Olga Guillot y Guadalupe Pineda, parte del elenco
ARTURO CRUZ BARCENAS
El bolero es un género musical caro a la historia
de México. Hace más de medio siglo comenzó su auge,
ligado al crecimiento de la urbe. Indisoluble es su vínculo con
el cine y, por supuesto, con la radio, sobre todo con la XEW, en la calle
de Ayuntamiento, en el Centro. La noche del pasado sábado, tal corriente
musical recibió un homenaje en el magno escenario del Palacio de
Bellas Artes, lleno, dentro del Festival del Centro Histórico. Todo
fue sobre ruedas; varias veces el público aplaudió a los
intérpretes, los coros se repitieron, el contrapunto vocal de los
artistas fueron los miles de asistentes.
Algunos lloraron; la mayoría sólo enjugó
recuerdos. Si algo tiene el bolero es que su catarsis alivia penas; es
un vómito del alma. Sublima la nostalgia, sumerge en el pasado para
revivir en el presente. Este se pone... más sabrosón, más
llevadero. A las ocho de la noche ya el público exigía que
comenzara lo ofrecido. Los aplausos demandaban que el romanticismo comenzara
¡ya! No hay silbidos; sólo aplausos. Es un palacio, a final
de cuentas, que abría sus puertas a lo popular, tantas veces vilipendiado.
Algunos apelaban a la seriedad del festival, para que el inicio fuera puntual.
Quince
minutos de informalidad de los organizadores y pisaron el escenario Los
Tres Ases, previa introducción de Blanca Guerra y Claudio Obregón,
quienes pronunciarían parlamentos que ubicarían la importancia
del bolero en México, género que explota la noción
de la pasión en sus diferentes niveles. Este tipo de música
remite a situaciones íntimas, ésas que La Doña rehuía
responder en las entrevistas. En el fondo se proyectaban imágenes
de películas con tema lacrímógeno, de historias de
mujeres fatales que llegan y se van porque les da la gana, destruyendo
vidas; de féminas de cuerpo escultural, sin desperdicio alguno,
que de repente, por un mal entendido, reclaman y gritan y salen de restaurantes
aparentemente indignadas.
Síntesis de momentos románticos
El bolero es síntesis de momentos románticos.
Así lo hacen entender Obregón y Guerra. Tocan Los Tres Ases
cinco de sus éxitos. El público se emociona y pide otra.
"Llueva o truene, serán cinco", había comentado Héctor
González, voz y líder del cincuentenario trío. Y así
fue, aunque el propio Héctor hizo un intento frustrado por complacer
el encore. Interpretaron Historia de un amor y Sabor a
mí, mostrando un alarde de armonía, sello de esta tercia
de ases. Las guitarras abrieron espacio a Guadalupe Pineda, jalisciense,
quien se mueve igual de bien en el bolero, lo ranchero y hasta en la ópera.
En el centro del escenario un enorme boquete albergaba
a una orquesta. Esta acompañó a Lupita. Hizo un homenaje
a las mujeres que han dado joyas sentimentales. Lanzó su voz para
recordar a María Grever, a Consuelito Velázquez, a Emma Elena
Valdelamar. Si infancia es destino, la definición sexual también.
Ellas lo dicen y cantan diferente. "Amor perdido, si como dices es cierto
que vives dichoso sin mí, no estoy herido..." También interpreta
Historia de un amor, con su estilo y sentimiento. (¿Por qué
la repitió? ¿Fallas en la organización?)
Sube de tono y apóstrofes el concierto con la presencia
de Olga Guillot, nuestra Aretta Franklin del bolero. Su autoridad es de
diva. Las frases de sus temas calan, pero se vuelven agujas cuando las
remarca con expresiones, con el puño que quiere encajar las palabras
de un imaginario ser. Una canción puede, en su brevedad, ser una
gran representación teatral. Por su intensidad. En la pantalla,
Arturo de Córdova, el Humphrey Bogart de estos lares, ve a Lilia
Prado. La tiene inerme, lista para ser besada.
Melodía contagiosa
Sigue Olga con Miénteme, que cantara Víctor
Iturbe El Pirulí. Rompió el aire Bravo, la
composición que le dio premios, fama... todo. El piano genera una
melodía contagiosa. Hay mucho pasado en todo eso. Se gana Olga un
aplauso de pie. Hace ahora su aparición Marco Antonio Muñiz,
El Lujo de México, quien a las 10 de la noche rompe una especie
de maleficio: canta La enramada con sus compañeros de Los
Tres Ases, su conjunto semilla, hace 40 años. Cuatro décadas,
pero ahí estaba Marco con sus ex compañeros.
Tomando saliva con los dedos y pellizcando la hombrera
del saco se muestra él, Marco en sus gesticulaciones, en un estilo
que exprime cada palabra. Marco Antonio en Marco Antonio. Son los hiperbatones
de la expresividad. Rinde homenaje a Juan Gabriel con Se me olvidó
otra vez. A Armando Manzanero con No sé tú y Por
debajo de la mesa (de la que dicen que sólo él pudo haberla
compuesto, porque tiene la altura para ver qué ocurre debajo de
las mesas). Las clásicas El despertar y Escándalo.
Pero su mejor momento fue con Perdón, cuando el público
le hizo segunda voz, en colectivo. Hizo duetos con Pineda y Guillot. Bésame
mucho.
El bolero tiene carta de ciudadanía en México;
no importa si su origen es cubano o puertorriqueño.
Pero...
Al final del concierto, en el baño, varios caballeros
se felicitan por haber podido estar presentes en el homenaje al bolero.
No fue el caso de Jacobo Zabludovsky, quien criticó el programa,
la pobre escenografía, los altibajos del elenco. Expresaba molestia:
"Con respeto a todos los que intervinieron, creo que hubo una gran falta
de imaginación, gran falta de producción, gran falta de figuras.
Salvo a Marco Antonio y a Olga, que son grandes. Y en un teatro lleno,
un homenaje, un recuerdo al bolero, merecía más.
"No se montó ningún espectáculo.
Salieron unas muchachas a bailar, y no pasó nada."
-¿Para usted, quiénes faltaron?
-Chamín Correa, Consuelo Velázquez, Lucho
Gatica. ¿Le parecen pocos?
-El programa se modificó por la muerte de Amparo
Montes...
-¡No lo sé! ¡No lo sé! Pero
esta calle donde está el teatro de Bellas Artes, que empieza en
la fuente del Salto de Agua y termina en Garibaldi, se llamaba antes San
Juan de Letrán y ahora se llama Lázaro Cárdenas. Aquí
vimos el desarrollo del género teatral más importante de
los últimos 70 años, y en cualquier carpa, como la de Libertad
número 1, cualquier espectáculo donde cantaba una mujer un
bolero había un calor. Aquí, Marco y Olga demostraron que
son tan grandes que el espectáculo no los pudo sumergir.