Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 17 de abril de 2002
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Cultura
Areúsa en los conciertos, libro en el que analiza lo que muchos melómanos niegan

Angelina Muñiz-Huberman pone en palabras la sublimación del arte por medio de la música

El erotismo es la forma más perfecta de conocimiento humano, expresa la escritora

Empezar y terminar en la sala de conciertos Nezahualcóyotl es el símbolo de la novela

PABLO ESPINOSA

En los conciertos las personas experimentan orgasmos y eso sucede a pesar de las taras morales, la represión sexual y sobre todo los temores que suelen negar esa sublimación, es forma transfigurada de la alquimia que une lo místico con lo erótico. Y eso ocurre porque el erotismo es la forma más perfecta de conocimiento humano, expresa en entrevista la escritora Angelina Muñiz-Huberman, a propósito de su novela Areúsa en los conciertos, publicada por Alfaguara, cuyo entramado entraña alquimia, literatura, erotismo, música, personajes de la cultura mexicana como Eduardo Mata y locaciones reales, como la sala de conciertos Nezahualcóyotl.

muniz_entrevista_h67oAreúsa, quien porta el nombre de una prostituta de La Celestina, vibra de pasión cada vez que está en una sala de conciertos. Ella, su amiga Salomé y Jan, el director de orquesta, forman un triángulo de delirio interminable. Voluptuosa como pocas, esta mujer recorre el mundo en busca del concierto perfecto, del orgasmo único que aglutine la música salvaje con la exquisitez del clímax. No se entrega, explota; no hace el amor, lo violenta. Insatisfecha con todo, con todos, Areúsa emprende su viaje tratando de encontrarse.

El subtítulo que eligió Angelina Muñiz-Huberman para su nueva novela sintetiza: ''Veinte actos de amor y una sala de conciertos", en alusión tanto al poemario de Neruda como al doble sentido de la palabra acto, en su alusión teatral por una parte pero sobre todo por su sentido sexual: el acto sexual. Veinte capítulos como 20 orgasmos en una sala de conciertos. Capítulos medidos al igual que los compositores miden los compases.

Franquear el umbral de la falsa moral

Angelina Muñiz-Huberman ha trazado en su obra literaria una serie de encuentros afortunados en busca de la confirmación del erotismo como la más alta forma del conocimiento. Como pocas, ha logrado traspasar el umbral de la falsa moral para evaluar, examinar y revalorar inclusive el valor cultural de la pornografía.

En Areúsa en los conciertos da en el clavo y pone en palabras lo que sucede a muchos melómanos pero temen aceptar que les sucede: la sublimación por medio del arte de la música.

En entrevista, la escritora aborda estos temas vinculados con su nuevo libro:

-¿Por qué elegiste la música y no algún arte figurativo para expresar el maridaje entre erotismo y conocimiento humano?

-Por ser la más abstracta y pura de las artes. La posibilidad de la alquimia y la experiencia amorosa la elijo por medio de la música porque las otras artes nos dividen: una pintura es de un hombre o de una mujer, mientras que en la música siempre todo se trasciende.

-¿Cómo en un evento alquímico?

-Es una transmutación de los valores terrenales o sensoriales como expresión espiritual, depurada, decantada pero, según mi propuesta, sin olvidar la otra parte, es decir la unión erótica total, sin establecer barreras, prejuicios, fronteras, hipocresías. Es muy ideal, pero posible. Es una aspiración místico-terrenal.

-Entonces, ¿ocurren orgasmos en una sala de conciertos?

-Sí, es un clímax erótico, musical, de todo tipo, con la diferencia de que en mi novela ocurre físicamente, mientras que en los conciertos de la vida real es metáfora. En el intermedio del primer concierto en mi novela, la protagonista corre al camerino del director de orquesta y allí hacen el amor.

''Mi libro inicia allí y concluye con Johann Sebastian Bach, a manera de redondeamiento. Así que termina con la gran pasión, es el amor divino y el amor terrenal y además el gran orgasmo mundial porque allí finalmente todo el público puede llegar a esa concepción, diríamos, de amor universal.''

Sin miedo al silencio ni la soledad

-La experiencia orgásmico-metafórica de los conciertos no es algo que estén dispuestas las personas a aceptar que ocurre y, mucho menos, que les ocurre. ¿Hipocresía, sordera o frigidez existencial, miedo?

-Miedo. Parte de lo que propongo en este libro es no tener miedo. No tener miedo al silencio, que forma parte de la música, no tener miedo a la soledad.

''Areúsa, mi protagonista, declara que es loba esteparia, que es aislada, que se encierra, que necesita estar a solas y que no tiene miedo. Entonces, ¿por qué tener miedo? ¿Por qué querer llenar de ruido todo?

''Mi novela presenta también lo que nos ha sucedido: estamos asediados por el ruido, incluso como metáfora. Donde quiera que vayamos hay ruido, incluso música. Es un asedio. También, mi novela establece una contraposición constante entre lo sórdido y lo bello, lo sonoro y lo callado, el amor y el desamor, y una búsqueda constante, un movimiento.

''Y quise darla en la temporalidad musical, por eso los capítulos tienen la misma medida todos, como si fuesen compases musicales, más que capítulos. Y no los nombré capítulos, sino actos, por el recuerdo de La Celestina y por la idea del acto sexual, pero al mismo tiempo el acto poético. Porque se tiende a separar todo y lo pornográfico queda en el plano de lo sórdido, pero Areúsa en esta novela salva la visión de lo pornográfico, de la prostitución inclusive.''

-¿En qué momento, como escritora, salvas a tu vez esa barrera?

-Es la propuesta de la novela y es la propuesta que ha recorrido a lo largo de mi obra, desde los primeros cuentos que publiqué. Siempre he estado en este matiz que me ha llevado a explorar lo místico.

''Tengo una novela, Morada interior, que fue la primera que publiqué y en la cual la propuesta está muy enhiesta: Santa Teresa quita la barrera y deja unido entonces lo místico y lo erótico, que sería la máxima ofrenda a Dios mismo, para poder abarcarlo en su totalidad y quitarle el carácter de tabú, de negativo o de prohibido.''

-Además de la música de Alban Berg y Gustav Mahler, la sala Nezahualcóyotl también resulta protagonista de esta novela. ¿Alguna razón en especial?

-Es un homenaje a la sala Nezahualcóyotl. Por este recinto han pasado tantos músicos, tantos conciertos, tantos espectadores. Para mí era el símbolo de toda la novela: empezar y terminar en la sala de conciertos Nezahualcóyotl, que es una sala bellísima, que reúne todas las características ideales, y allí sucede el toque de empiece de Areúsa, allí le ocurre la primera llamada del amor, allí suena el amor.

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