Ojarasca 60  abril 2002


umbral

La tensión no es entre modernidad o tradiciones, por vivir la ciudad o el campo, éste o el otro lado de la frontera. Es por qué modernidad y cómo, por cuál futuro y cuándo. Tiene que ver con pueblos decididos a ser sus propios dueños, no con estadísticas ni planes económicos (de esos que entre más económicos mejor, tratándose de indios).

En su siesta neoliberal de gesticulación mediática, la clase política está más a prueba de lo que cree. Los manotazos cancilleriles, verbigracia, fintan el juego de la mano dura y sólo transparentan las debilidades del Ejecutivo federal. El Congreso, un día nos indigna y otro día se digna a parecer un contrapeso real. El poder Judicial, en fin, se dispone a escuchar las controversias constitucionales de los pueblos indios en los intermedios del campeonato mundial de futbol.

Esto, cuando nadie se tragó la rueda de molino del foro multipresidencial de la decrépita ONU en Monterrey. México no hace suficiente comodín en la baraja del imperio texano. No todavía. No se ha deteriorado tanto.

Y nos salen con que traerán "expertos" para hacerse cargo de los valiosos recursos que, nos informan, son de la Naturaleza y la Humanidad, no de los mexicanos. Oh yeah. ¿De parte de quién? Una vez más, el espejo colombiano debe alertarnos: la apuesta por el imperio es por la guerra, a costa de la soberanía territorial, judicial y militar. A costa de una política nacional.

México está aún dotado de un contrapeso real al vasallaje: la resistencia pluricultural y nacional de sus pueblos. Sus ganas de un mañana verdaderamente de ellos, verdaderamente justo y democrático. Si el mundo se mundializa, los pueblos sabrán hacerlo, pero en sus propios y muy dignos términos.

La paradoja de nuestra modernidad es ésta: los amos son vasallos de un poder ajeno que los desdeña, y los supuestos vasallos enseñan a todo el mundo cómo le hacen para seguir siendo sus propios dueños.

La guerra de baja intensidad en Guerrero, Chiapas, Oaxaca, Hidalgo, Veracruz, puede convertirse en una guerra colonial si el Estado sigue en la frágil necedá de obedecer a los inversionistas y los bancos; de ofertar un México envuelto para regalo antes de que lleguen los pueblos indios a reclamarlo. Un Estado así siempre tendrá más prisa por cumplir acuerdos comerciales que los Acuerdos de San Andrés.

Pero siempre habrá más pueblos-que-son de lo que calculan. Más resistencias de las que miran. Más futuros de los que les dictan. Más nación de la que quisieran sus jefes, los nuevos sheriffes del Universo.

Bang bang.
 


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