Argentina, Costa Rica y Uruguay han anticipado voto contra la isla en Ginebra: Pérez Roque
Opta Cuba por el choque contra países de AL que lo censuran por violación a los derechos humanos
El servilismo virtual de las naciones, respuesta a presiones del gobierno de EU, dice el canciller
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL
La Habana, 7 de abril. En un vuelco radical de su política exterior de la posguerra fría, Cuba está optando por el choque y el deterioro de sus relaciones con algunos países de América Latina antes que mantener un trato amable con quienes censuran la situación de los derechos humanos en la isla.
El canciller Felipe Pérez Roque abrió fuego el fin de semana contra los gobiernos de Argentina, Costa Rica y Uruguay, los únicos tres latinoamericanos que han anticipado un voto de censura a La Habana durante el 58 periodo de sesiones de la Comisión de Derechos Humanos (CDH) de las Naciones Unidas, que transcurre en Ginebra.
Aunque las relaciones bilaterales con esos tres países ya estaban afectadas desde el año pasado por el mismo tema, el refrendo de la ofensiva verbal de Pérez Roque ilustra la escala de opciones que maneja La Habana en la región, en la que hay que incluir el diferendo abierto con México, ahora en receso.
La línea de abierta réplica contrasta con la tolerancia que mantuvo Cuba en la primera mitad de los años 90, cuando, según palabras del presidente Fidel Castro, escuchaba las críticas que países de la región hacían al régimen interno de la isla "con la sonrisa de la Mona Lisa y la paciencia de Job".
En una conferencia de prensa el viernes pasado, Pérez Roque ratificó que ahora la línea cubana es hacer más transparente la situación, incluso pagando el costo. Recordó que los gobiernos de Argentina, Costa Rica y Uruguay ya anunciaron un voto de censura a Cuba en Ginebra, aunque aún no existe un proyecto de resolución oficial en el tema.
"Hay una prueba de servilismo virtual", dijo el canciller, que atribuye el movimiento diplomático en la materia a la presión de Estados Unidos. "Ellos están dispuestos a agacharse cuando todavía nadie se los ha pedido. Lo que yo llamaría una posición coherentemente genuflexa a los intereses del gobierno de los Estados Unidos."
El canciller recordó que el presidente argentino, Eduardo Duhalde, ha previsto el voto incluso en contra de una resolución del Senado que pide una abstención y de otros apoyos políticos y sociales a esa fórmula neutral. "Independientemente del clamor que dentro de Argentina pide tener, siquiera en este tema, una posición de decoro, el presidente Duhalde ha dicho que su gobierno volverá a votar contra Cuba."
"Duhalde, atrapado en su propio corralito"
"Creo que el presidente Duhalde no ha tenido otra opción que profundizar las relaciones carnales con Estados Unidos, que lo humilla y lo presiona, sin embargo, negándole el apoyo financiero para salir de la grave situación" del país sudamericano, dijo Pérez Roque. "Podría decirse que el presidente Duhalde está atrapado en su propio corralito. Y no me refiero al corralito bancario y financiero, me refiero al de la independencia nacional y el decoro.
"Argentina es el país menos preparado en este hemisferio para hablar de los derechos humanos de los demás", agregó el canciller, al citar reportes recientes sobre agresiones de la fuerza pública, torturas y malos tratos, acosos a abogados y muertes de detenidos en instalaciones policiacas.
Pérez Roque dijo que, en el caso de Uruguay, la cancillería prefiere una abstención en el caso de Cuba, pero el presidente Jorge Batlle ha decidido la condena. El gobierno de Montevideo, como el de Buenos Aires, se abstiene regularmente en la votación sobre las violaciones a los derechos humanos en Palestina, recordó el ministro cubano.
"El patrón de voto uruguayo es extraordinariamente curioso", señaló Pérez Roque. "Si Uruguay fuera un país obcecado con la idea de condenar (violaciones a) los derechos humanos en todas partes donde existieran, su patrón de votación no revelara los datos interesantes que revela: Uruguay cuida muy bien su mercado de lana y de carne de oveja cuando se trata de votar en Ginebra".
"Pero debo decir que tampoco le reconocemos autoridad al gobierno de Uruguay" en la materia, dijo el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba. Citó al respecto la impunidad que protege a los torturadores y criminales de las dictaduras militares de la década de los 70 y los 80 en ese país, así como atropellos recientes de parte de órganos de seguridad en el país sudamericano.
"Sabemos, y de muy buena tinta (fuente)", dijo Pérez Roque, "que el presidente (estadunidense George) Bush le prometió al presidente Batlle que si, Uruguay presentaba la resolución, que si votaba a favor de ella, Estados Unidos compraría más carne uruguaya. Y sabemos bien que la prioridad del presidente Batlle es la anexión de Uruguay a Estados Unidos mediante un tratado de libre comercio".
Estas fueron las declaraciones que detonaron la convocatoria a consultas al embajador de Montevideo en La Habana, Enrique Estrázulas, para que informe sobre lo que el canciller uruguayo, Didier Opertti, calificó de expresiones "agraviantes".
"Frente al agravio, frente a la deformación, frente a la mentira hay que reaccionar, porque si no lo hacemos estamos convalidando", dijo Opertti. Es "una señal clara de nuestro disgusto, de nuestro rechazo a estas expresiones".
De Costa Rica, el canciller cubano recordó que ha sido señalado, incluso en el informe anual de Estados Unidos en la materia, "en términos más duros que los escritos sobre Cuba acerca de la falta de libertades sindicales acerca de que Costa Rica se ha convertido en un paraíso para la explotación sexual de niños y niñas".
Dijo que Costa Rica tampoco vota por condenar la violación de derechos humanos en Palestina y que, con Argentina y Uruguay, tiene un "patrón de doble moral" en la CDH. "Cuba no esperaba otra cosa del gobierno de Costa Rica, que ya debería hacer lo único que le falta, que es pedir su anexión a los Estados Unidos".
Víctimas del escarnio cubano
Los tres países habían sido víctimas del escarnio cubano hace casi un año, cuando el tradicional desfile obrero del 1Ɔ de mayo concluyó con unos monigotes de cartón que representaban a Batlle y a sus colegas, el argentino Fernando de la Rúa y el tico Miguel Angel Rodríguez. Sus caricaturas gigantes, con las de Bush, el primer ministro canadiense, Jean Chrétien; el presidente guatemalteco, Alfonso Portillo, y el presidente checo, Vaclav Havel, fueron presentados por un locutor en la Plaza de la Revolución como el "desfile de los pigmeos". Todos esos gobiernos habían votado contra Cuba en Ginebra.
Poco antes, Pérez Roque había dicho del canciller mexicano, Jorge G. Castañeda, que era proclive a ceder ante presiones estadunidenses. El origen de la declaración era que México se abstuvo en la CDH al tocarse el caso cubano, pero con un discurso equivalente a una condena.
A raíz de ese episodio, las relaciones cubanas con todos esos países se congelaron y en algunos casos tuvieron fricciones mayores. A De la Rúa, Cuba nunca le quitó el sobrenombre de "lamebotas yanqui". El viaje del presidente mexicano Vicente Fox tuvo que posponerse hasta este año.
A la caída de la Unión Soviética y el colapso del campo socialista, a principios de los 90, Cuba quedó sumergida en la peor crisis económica de su historia y volteó los ojos a América Latina. La diplomacia cubana se dio a la tarea de rehacer sus vínculos con el hemisferio.
Cuba había quedado incomunicada con la región, bajo el efecto de la guerra fría y la hostilidad estadunidense, que desembocó en la expulsión de La Habana de la Organización de Estados Americanos (OEA), promovida por Washington y acatada por toda la región, menos por México. La distancia se hizo mayor por el respaldo cubano a algunos movimientos guerrilleros en el área.
Ahora Cuba ha reanudado relaciones diplomáticas con todos los países del área, excepto con El Salvador. El rencuentro, eslabonado durante la década pasada, abrió para La Habana un nuevo espacio político y comercial. Pero, en la visión cubana, ese paso vino acompañado de una actitud latinoamericana virtualmente aliada a la agresividad de Estados Unidos. El caldo salía más caro que las albóndigas y los cubanos optaron por la línea de choque.