La Jornada Semanal,  31 de marzo del 2002                         núm. 369
Poesía de Palestina

“Para los poetas de Palestina, la alienación del solar de sus antepasados constituye naturalmente un tema en sí”, nos dice Fernando Cisneros, autor de la nota introductoria y las traducciones de los seis poemas que presentamos aquí, animados precisamente por el deseo expresado por Cisneros: contribuir, con la difusión de un aspecto de la cultura palestina que siempre queda opacado por la preeminencia del conflicto bélico en Medio Oriente, al establecimiento de “una nueva etapa en la coexistencia de dos sociedades y dos culturas obligadas a la convivencia”.

Existe un motivo que reaparece siempre en la poesía palestina, el cual vuelve a emerger de manera natural en todas las formas de su expresión, tanto en los poemas de amor como en los impulsos líricos. Lo anterior no tiene nada de extraño, por otra parte, pues se basa en algo ineludible: el sentimiento de despojo de todo aquello llamado patria en sus manifestaciones más concretas, con la experiencia de opresión resultante de tal denegación. La vivencia palestina no puede separarse de este hecho a partir del momento en que se establece el dominio, sobre su propio territorio, de una formación estatal que excluye a los propios palestinos, desde un principio, de su proyecto. Si hoy día una parte mayoritaria de la sociedad israelí pareciera finalmente renunciar en parte a ese rasgo y hacer concesiones, a pesar de no eliminar toda exclusión, podría comenzar una nueva etapa en la coexistencia de dos sociedades y dos culturas obligadas a la convivencia.

Para los poetas de Palestina, la alienación del solar de sus antepasados constituye naturalmente un tema en sí; la encontramos descrita por Jabrâ Ibrâhîm Jabrâ, "En los desiertos del exilio": "...Nuestra verde Palestina/ su marzo adorna los cerros de peonías y narcisos... mayo, nuestra canción bucólica... bailábamos el dabke en tiempo de la cosecha...", imagen de las estaciones en una tierra idílica hasta que "...derribaron los techos de las casas encima de nosotros/ esparcieron nuestros restos/ nos extendieron frente el desierto". Es la realidad del desalojo, que muestra toda su crudeza en el poblado de Deir Yasín, donde el grupo sionista radical Stern perpetró una matanza terrible de mujeres y niños, atiborrando de cadáveres el pozo de la aldea –de donde proviene el juego de imágenes acerca del brocal en el poema aquí presentado.

Tanto para los expulsados –la mayoría– como para los que han permanecido después de 1948, la presencia incuestionable de una línea, un límite ajeno e impuesto, imposible de atravesar, del que tampoco se puede escapar: más allá, todo se detiene: los perros y la luna lorquiana, que no roba más las pulseras de los que se han convertido en nuevos nómadas, en el primer poema de Mu’in Bsisu. En tanto, Rashîd Husayn en "A una nube" se asume como la encarnación de la Tierra. Mahmud Darwish denuncia la discriminación sufrida por los que quedaron bajo el control absoluto del nuevo Estado, el que irónicamente se ufanaba de ser símbolo de esperanza para otros antiguos perseguidos: "Escribe que soy árabe [...] vosotros habéis robado las viñas de mi abuelo." El poeta de las reivindicaciones describe aquí el horror de una matanza de trabajos agrícolas, emboscados y ametrallados por soldados israelíes en las cercanías de la localidad de Kafr Qâsim, por medio de una sorprendente sucesión de imágenes, casi cinematográficas, hiladas alrededor de "El caído número 18", en donde se suceden, contrastantes, las escenas relativas a la felicidad conyugal con la brutalidad de la acción.

La anonimia, ya aparente como uno de los rasgos más acusados en los ejemplos anteriores, se muestra en combinación con los símbolos del hogar y de la pertenencia, en "No", poema también de Mu’in Bsisu. La totalidad se condensa en "el muro de una casa" de la Franja de Gaza, al tiempo que el poeta reprueba la inutilidad de las reacciones a la ocupación, mientras Samîh al-Qâsim, en el "Caballo salvaje", nos remite a la situación del pueblo sin país, como un sino duro, particularmente en una era de nacionalismos, destino que además no ha sido de propia elección. Salmà Yayyûsî nos habla finalmente de la resistencia como parte de un carácter innato que surge de la tierra, como en el caso del poema de Rashî Husayn encarnado en sus hijos, enfrentando la inevitabilidad de la rebelión y el sacrificio que suscita.

Fernando Cisneros

El brocal del pozo
Jabrâ Ibrâhîm Jabrâ

Brocal del pozo,
lugar donde se juntaban manos de jóvenes alegres
en compañía, llenando
de agua clara los cántaros
entre risas y cantos
Es de pronto voraz hueco; se ha tornado
boca del exterminio obstruida de muchachas
y mujeres embarazadas, del que mana
un reguero de sangre emplomada
¿Se han secado a su alrededor los racimos?
¿se ha agostado el trigo y fugado
el aceite de sus odres?
¿y sobre ellos crucificado de nuevo el Mesías?

Del brocal del pozo, nuevo Gólgota
de su cavidad sangrienta brotará
lava negruzca, ardiente, furiosa
con carnes de muchachas y mujeres embarazadas
para abrasar
a los sembradores de muerte
y alimentadores de los buitres de nuestra tierra,
y entonces de su sacra y fructífera abundancia
renacerán, renacerán
nuevamente nuestras aldeas


La luna, doce años después
Mu’in Bsisu

Aquí las huellas se detienen
Donde la luna
tras de las rocas, los árboles y las tiendas
se echa con los lobos, los canes y las piedras
Donde la luna
vende cada noche su rostro
por un alfanje, una vela, una guedeja de lluvia
no opone una piedra de sus fuegos
ni roba los anillos de abalorio
de los dedos de las gitanas.
Dormían. Duermen los peces, las estrellas, los árboles
Aquí, los dolores han alcanzado a la luna.
Entregad los anillos de abalorio
y las pulseras azules
¡tribu de gitanos!
A una nube
Rashîd Husayn
Yo soy la tierra
Soy la tierra, no me prives de lluvia
Soy todo lo que queda de ella, si
  plantas árboles en mi frente
o conviertes en un huerto mis versos
                de cereales
                            y rosas
                                      Para conocerme
                                      dame la lluvia
Yo soy, nube de mi vida, los montes de Galilea
    Mi pecho es Haifa
               Y Yaffa mi frente
               No digas: imposible
¿Qué no escuchas los pasos de mi niño, que se acerca
  a los umbrales de tu alma?
¿Qué no ves las venas de mi frente
  empeñadas en tocar sus labios?
A tu espera, mis poemas se tornaron polvo
  se volvieron un campo
  se tornaron trigo
  y crecieron árboles
Soy todo lo que queda de nuestra tierra
  Así que dame...
  dame la lluvia

¡No!
Mu’in Bsisu
Sus heridas decían: ¡No!
Sus grilletes decían: ¡No!
Sobre su pecho, una paloma, entregando todas sus plumas
para cubrir la herida, decía: ¡No!
"No" a aquellos que realizaron la compraventa del vendaje de Gaza
Compradores de tibias y vendedores de gansos

¡Compañeros gansos!
Cesad de graznar un instante
para escucharlo, por una vez
decir "No"
Ay de él: no muere bajo lámparas de neón
entre los candelabros y la luna
Ay de él: sin prensa, sin exequias solemnes,
sin odas ni trova

¡Oh, las piedras!
Si me permitieseis componer un verso
para recitarlo a toda barba luenga o postiza,
Cesad de chillar un instante
para escuchar, por una vez
decir "No"
Al muro de un hogar que queda en pie, en Gaza
caído mil veces cada día.
Compañeros gansos

El caballo salvaje
Samîh al-Qâsim
Monté tu caballo salvaje
y me hundí en las comarcas desérticas, hacia las extensiones sin fin
solo, ante la batahola del mundo
atravesando los yermos
desprovisto de coraje... desprovisto de temor
¿Cómo regresar?... ¿cómo?, mi adorado victimario
Si tú eres ardor de aguijón y látigo
eres la capa enredada entre los hombros,
eres mi provisión, toda mi provisión
eres mi orden de retorno

¡Aquí, París!
¡Aquí, Beirut!
¡Aquí, Moscú!

Azuzo, aflicción indomable, tus flancos salvajes
en el hambre o en la sed
espoleo tu curso, adorado victimario

Prometo, oh Señor
prometo a ti, que haces jazmines de nuestras espinas
que no cambiaré la herida
cualesquiera sean los regateos del cuchillo
ni quedará para siempre nuestra hermana
prisionera

¡Aquí, Ammán!
¡Aquí, Roma!
¡Aquí, Bagdad!

¿Cómo escapar?.... ¿cómo?, de nuestras raíces terrestres
¿Cómo sumergir en el olvido las generaciones del odio?
¿Cómo... cómo? No habrá reposo
cuando el puerto está al alcance de la vista
y el fuego en nuestra frente herida no se apaga
sin el alivio de tu vendaje
Rima de nuestras letras
visión angustiosa
historia expoliada
combatiente amado
país victimario
¡Hasta la muerte!, ¡hasta la muerte!
seguirá siendo el jinete de la tristeza
esclavo de tu caballo salvaje


Elegía a los mártires
Salmà al-Jayyûsî

Sé bien que han muerto "para que la patria viva"
la patria de los caídos, esta patria, Haqeldama
Sé bien que la "libertad púrpura" es el precio
horrendo, inmerso en sollozos, es el precio
Lo sé..., mas la tristeza al fondo de mi corazón no lo sabe;
lloro por cada ojo que pierde la luz de la vida
por cada alma que ha expirado entre dos labios
***
Recuerda,
abundante flujo, feraz suelo
tierra perlada y de esmeralda
manantial de turquesa en la corriente de los ríos
al caer las perlas de la luna en la noche que enfría
Tú, fuente dorada,
catarata de diamantes a la luz matinal

Recuerda,
que el rubí es la más preciada de tus joyas
Recuerda,
que es el resurgir del agua la mejor de tus estaciones,
con sus millares de brotes
que han perdido la lozanía por un instante;
con millares de manos generosas
dadoras en abundancia, heladas de pronto por el hielo de la muerte

Recuerda,
que el más espléndido de tus ríos es el río de sangre
Mana de las venas de tus hijos, de las generaciones sacrificadas
y se pierde en tu suelo perfumado
después de esparcir la vida a su paso
hacen alarde a lo ancho del camino
de juventud, verdor de esperanza, de aspiraciones
desdeñan al mundo o henchidos de su amor
siembran unos los dones, otros
los recolectan, y sus cantos, sus flores
algunos desprenden el fruto de la cosecha
con la fuerza del hombre..., hombres como los demás
en la debilidad y la determinación, la aspiración
en los modos de la esperanza, en la agonía del anhelo
Entonces, al aparecer la leyenda del mal sobre sus sueños
asediados por la sangre, por ecos vengativos
¿es legítimo acabar con el mal... o hay justicia soterrada?
¿la humillación de por vida... o el rechazo a doblegarse?
ellos comprometieron su respuesta... y la oquedad de la tumba
se sació de juventud, de verdor de esperanza, para que el aroma de la libertad
desborden las fosas.
***

Así murieron, otros seguirán su destino,
se ha decretado la suerte de tus sueños; generación sacrificada.
Un estremecimiento de fiebre invade mi corazón, y afloran
en mis ojos una lágrimay un destello de orgullo


Versiones de Fernando Cisneros