Lunes 18 de marzo de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Opinión

La conferencia de Monterrey o la modernización del modelo neoliberal

n Jaime Ornelas Delgado

Introducción

La mayor parte de la población del mundo reside en los países subdesarrollados; asimismo, en éstos vive el mayor número de pobres.
Un estudio publicado en la revista Finanzas y Desarrollo, editada por el FMI, señala que el 83 por ciento del ingreso generado en el mundo es acaparado por el 20 por ciento de la población, mientras que el 80 por ciento restante (4 mil 800 millones de personas) ha de conformarse con el 17 por ciento del ingreso total; aun más, el 40 por ciento más pobre de la población del planeta, habitantes en su mayoría de çfrica, el Oriente Medio, Asia central, parte de Asia oriental y de la antigua Unión Soviética, sobrevive apenas con el 3.3 por ciento de ingreso mundial.
En América Latina las cosas no son mejores. Aquí, el 20 por ciento de la población más rica concentra el 60 por ciento del ingreso, mientras que el restante 80 por ciento dispone apenas del 40 por ciento, pero lo peor es que, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la economía de nuestro subcontinente no crecerá este año, lo cual agravará la situación de pobreza en que viven millones de sus habitantes.
En México, un reducido grupo de apenas 163 mil 701 inversionistas, que representa el 0.16 por ciento de la población total del país, dispone de inversiones en la Bolsa Mexicana de Valores por un billón 190 mil 231 millones de pesos, monto que representa el 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). (La Jornada, 6/02/02: 22). Por su parte, según puede verse en el cuadro 1, mientras en 1984 el 40 por ciento más pobre de los hogares mexicanos obtenía el 14 por ciento del ingreso nacional, para el 2000 ese porcentaje se redujo a 12 por ciento; en cambio, el 10 por ciento de los hogares más ricos obtenía, en el primero de los años mencionados, 33 por ciento del ingreso nacional en tanto que para 2000 concentraba ya el 39 por ciento.
Por los riesgos sociales que esta situación puede traer consigo para los dueños del capital y sus planes de expansión global, en 1997 la Asamblea General de Organización de las Naciones Unidas (ONU) acordó "abordar los asuntos sistémicos a nivel nacional e internacional, relacionados con el financiamiento para el desarrollo de manera holística, en el contexto de la globalización y de la interdependencia". De esta manera, después de cuatro años de reuniones preparatorias, encuentros del comité organizador con funcionarios del FMI, el Banco Mundial, el BID y la Organización Mundial de Comercio, además de cinco reuniones regionales, se llevará a cabo entre el 18 y el 22 de marzo en la ciudad de Monterrey, Nuevo León, la "Conferencia Internacional para el Financiamiento del Desarrollo", a la que se tiene previsto asistan más de 50 jefes de Estado y alrededor de 189 delegaciones de los países miembros de la ONU.
El formato de la conferencia tiene tres segmentos: uno, el oficial de alto nivel; otro ministerial (donde participan secretarios de Hacienda y de Relaciones Exteriores), desde la tarde del lunes hasta el miércoles 20 por la tarde; y uno más de jefes de Estado y de gobierno, que se reunirán el jueves 21 y el viernes 22.
Los organizadores definieron una agenda de seis temas a tratar en la conferencia:
I. Movilización de recursos financieros nacionales para el desarrollo.
II. Movilización de recursos internacionales para el desarrollo: inversión extranjera directa y otros flujos privados.
III. Financiamiento sostenible de la deuda y alivio de la deuda externa.
IV. El comercio internacional como promotor del desarrollo.
V. Aumento de la cooperación financiera internacional para el desarrollo.
VI. Tratamiento de cuestiones sistémicas: fenómenos de la coherencia y la coordinación de los sistemas monetario, financiero y comercial internacionales en apoyo al desarrollo.
Las siguientes líneas tienen el propósito de conocer la medida en que las expectativas generadas por la Conferencia, pueden cumplirse.

La historia del consenso

Las propuestas centrales de la reunión se encuentran en un documento titulado "consenso de Monterrey". Inicialmente, este documento se abrió a todos los países, e incluso se dice que en su elaboración participaron distintas organizaciones no gubernamentales (ONG), empresarios y distintos integrantes de la "sociedad civil", sobre todo de las naciones del Tercer Mundo y Europa que no coinciden con el rumbo actual de la globalización. Todavía durante la cuarta reunión preparatoria para la conferencia de Monterrey, que se llevó a cabo en Nueva York entre el 14 y el 25 de enero del 2001, se discutió una versión preliminar del Consenso donde las ONG y representantes de los "países del sur" lograron incluir algunas propuestas. Sin embargo, ese mismo año las cosas cambiarían dramática e inesperadamente.
Los atentados terroristas del 11 de septiembre se convirtieron en el punto de inflexión de la historia del mundo. George Bush de inmediato inició "una guerra contra el terrorismo", que tiene a la humanidad en vilo ya que una vez arrasado Afganistán el presidente determinó la existencia de un "eje del mal", integrado por Irán, Irak y Corea del Norte, puestos ahora en la mira del terrorismo de Estado. Las acciones bélicas norteamericanas, junto con la manera como Estados Unidos sometió a todos sus aliados en apoyo a su estrategia, terminaron por imponer su hegemonía militar. Pero faltaba la hegemonía política y económica, alguna vez disputada por Japón y Europa, que ahora se pretende imponer con el Consenso de Monterrey a favor de los intereses norteamericanos.
En estas nuevas condiciones, la versión original del consenso dejó de ser funcional a los fines de hegemonía de Norteamérica. En consecuencia, sus representantes, con algunos de sus principales socios, se reunieron a puerta cerrada y en tres días (entre el 25 y el 28 de enero de 2002), elaboraron el proyecto final de la reunión de Monterrey que empezó a circular el día 30 de enero. En este documento quedan ya claramente establecidas las líneas fundamentales para la movilización, la determinación de los montos, las condiciones y el destino de los recursos financieros que desde el punto de vista de los intereses de Estados Unidos los países desarrollados habrán de proporcionar a las naciones en "vías de desarrollo", sin incluir por cierto los puntos de vista de estas en los programas de ajuste económico que las afectan.
Para Estados Unidos, que demandó y logró eliminar todas las aportaciones al documento hechas por las ONG y los países del sur como condición necesaria para asistir a la conferencia de Monterrey, el texto del consenso no puede modificarse pues "no es una declaración sino un consenso", es decir, todo está escrito ya y aprobado por la voluntad del Imperio.

Lo que se espera de la reunión

A pesar de las opiniones de Vicente Fox y Jorge Castañeda ("No habrá confrontaciones en la cumbre"), en la conferencia nuevamente se confrontarán los criterios de los países ricos con los de las naciones empobrecidas por aquéllos.
Estados Unidos, a nombre y representación de los países metropolitanos que se apropian de la mayor parte de la riqueza producida en el mundo, sostiene que los recursos para impulsar el desarrollo han sido mal aplicados por los gobiernos de los países dependientes, y propone la eliminación de todas las trabas -incluso las referidas a la soberanía nacional- que impiden a los dueños del capital transnacional un mayor control del destino de los recursos y de las políticas que siguen los gobiernos de los países bajo su hegemonía. En consecuencia, se sugiere la necesidad de intervenir en las decisiones de los gobiernos receptores de los recursos, así como en la determinación de su uso y, en general, en la orientación del desarrollo. Así, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Paul OÕNeill, afirmó "que no tenía sentido facilitar créditos a los países pobres para combatir el Sida y otras enfermedades, porque nunca podrán pagar el dinero prestado", y concluyó: "Necesitamos mostrar que los recursos son bien gastados, que la asistencia internacional es efectiva." (La Jornada, 21/02/02: 22).
En todo caso, más que ayuda que los países receptores puedan utilizar de acuerdo con sus propios fines y necesidades, los norteamericanos se inclinan por incrementar la inversión directa, en el marco de lo que José María Aznar, jefe del gobierno español, llamó "la solidaridad privada en la financiación del desarrollo", en otras palabras, el sometimiento del desarrollo de nuestros pueblos al lucro más desmedido y en beneficio de los grandes monopolios transnacionales.
Los gobiernos de las naciones empobrecidas, en cambio, señalan la mezquindad de las los países metropolitanos que desde hace tiempo acordaron destinar el 0.7 por ciento de su PIB a financiar el desarrollo de países que, incluso, alguna vez formaron parte de su imperio colonial. Sin embargo, el propósito no se ha cumplido jamás ni por la parte de los europeos y, mucho menos, por la de Estados Unidos. En efecto, mientras los 15 países de la Unión Europea (UE) aportan un promedio el 0.33 por ciento de su PIB (en la reciente cumbre de jefes de Estado y de gobierno de la UE, celebrada en Barcelona el 14 y 15 de marzo, se acordó que la contribución se eleve a 0.39 por ciento, es decir, 0.06 por ciento), Estados Unidos apenas si destina el 0.1 por ciento de su PIB al financiamiento del desarrollo de las naciones del "Tercer Mundo" y ha reiterado su negativa a cumplir con una mayor aportación, y menos para aquellas cuestiones que no eleven la capacidad de compra y de pago de los países dependientes.

Aún más, si en 2001 la ayuda oficial al desarrollo fue de 38 mil millones de dólares y se pretende elevarla a 50 mil millones de dólares en el 2002; para el año fiscal 2003, que se inicia en agosto, George Bush ha solicitado al Congreso un presupuesto de aproximadamente 400 mil millones de dólares para fines bélicos y de defensa, lo que significa que cada día Estados Unidos gastará más de mil millones de dólares con esos propósitos. En términos comparativos, tan sólo el presupuesto militar estadunidense de 100 días sería suficiente para reunir los recursos que el Banco Mundial considera necesario invertir este año en el programa que para el 2015 se propone abatir a la mitad el número de personas que actualmente sobreviven en la pobreza en todo el planeta. (Ver cuadro 2).
¿Renunciarán los norteamericanos a sus pretensiones de hegemonía bélica por ayudar a los países que ellos mismos han empobrecido? ¿Los necesita prósperos, o al menos sin hambre?

La propuesta del consenso

Las propuestas contenidas en el consenso de Monterrey parten de lo que se conoce como la "ley del desarrollo parejo", según la cual todas las economías se benefician de una mayor integración de los mercados internacionales, y las economías con escaso capital y costos más bajos (países en vías de desarrollo) tienen posibilidades de beneficiarse más de una mayor integración que las economías con abundancia de capital y costos más elevados (los países desarrollados). En consecuencia, a los países en desarrollo que desean alcanzar los niveles de vida de los países desarrollados se les pide integrarse más en los mercados internacionales mediante la eliminación de aranceles y de toda restricción al flujo de mercancías y capitales externos, la concesión de mayores beneficios a la inversión extranjera directa, la entrega del sistema financiero al capital extranjero, la privatización de todo lo privatizable en beneficio de la acumulación privada, apertura del sector energético al capital privado foráneo y muchas etcéteras más. Por supuesto, se sugiere también dejar que las decisiones de los agentes económicos que actúan en el mercado libre determinen la composición, orientación y magnitud de la actividad económica que se lleva a cabo en el territorio nacional.
En todo caso, a países como el nuestro se les demanda aplicar la estrategia que ha mostrado reiteradamente ser la causante de, por lo menos, tres graves cuestiones: inestabilidad económica acompañada de bajas tasas de crecimiento; aumento social y regional de la pobreza, así como la pérdida de independencia y soberanía para diseñar y llevar a cabo una política económica a favor de los sectores populares, es decir, los saldos del neoliberalismo impuesto a nuestros países por los gobiernos y organizaciones que hoy se reúnen en Monterrey.
Uno de los problemas más acuciantes para nuestros pueblos es la deuda externa. Lo lamentable es que, por ejemplo, el presidente Fox diga que "el problema de la deuda en México ya no es un asunto relevante o prioritario", cuando en el primer año de su gobierno se transfirieron al exterior 29 mil 263 millones de dólares para atender las amortizaciones y el pago de intereses de la deuda pública externa, en otras palabras, en el 2001 por cada dólar que entró al país por concepto de inversión extranjera directa salieron de las arcas del gobierno mexicano 2.16 dólares para atender los compromisos de ocasionados por la deuda exterior.
Pero la posición del presidente mexicano revela que en la conferencia de Monterrey el problema de la deuda no será abordado desde el punto de vista de los deudores, sino de los acreedores, es decir, se planteará las medidas necesarias para evitar la insolvencia de los países que tienen deuda con el exterior y asegurar el cumplimiento de los pagos al capital transnacional. Por supuesto, la demanda de cancelar la deuda externa quedará en eso: una demanda escuchada pero no tomada en cuenta "por inviable".

Conclusión

Los criterios anteriores, compartidos por todos los gobiernos metropolitanos y la burocracia financiera internacional, seguramente serán los que se impongan en la conferencia de Monterrey y, aun más, con toda seguridad se establecerá que el acceso a los recursos para el desarrollo estará condicionado a sostener la estrategia económica que ha provocado una mayor pobreza y profundizado la dependencia de nuestros países.
En cambio, sin duda alguna, se soslayará el diseño de estrategias que procuren el desarrollo independiente y soberano de nuestras naciones.
Pero en realidad, no se puede pensar que la construcción de las alternativas al modelo neoliberal dominante pase por conferencias oficiales organizadas por quienes han puesto el mundo -incluso al desarrollo- al servicio de sus intereses.
Los pueblos marchan por otros caminos y sus organizaciones han empezado a pasar del mero rechazo a la globalización neoliberal a la elaboración de propuestas que constituyan un modelo alternativo, social y económicamente viable, identificado como un nuevo socialismo democrático que, por cierto, desde el Foro Social Mundial celebrado Porto Alegre, Brasil, ha dejado de ocultar su nombre en la retórica de la tercera vía, o el "rostro humano del capitalismo".