Teresa del Conde
Atropellos públicos al entorno citadino
Durante las juntas de cada primer viernes de mes (nos preguntan si también ''comulgamos'') en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, hay siempre un espacio dedicado a ''asuntos generales'' y allí se discuten cuestiones que conciernen a la aparición indeseada, o a la desaparición, también indeseada, de elementos que afectan por presencia o por destrucción al patrimonio cultural de la nación. Independientemente de esto, el Gobierno del Distrito Federal creó una comisión para calificar las características y la posible ubicación de obras de arte público.
Esa comisión intentó cumplir sus funciones, pero se vio impotente frente a los escaños del poder y prueba de ello es la llamada Fuente de las serpientes, sobre la que en lo personal escribí un artículo publicado aquí mismo en 1997, fecha en que la mencionada comisión dejó de ejercer sus funciones. No pertenecía a ella, pero siempre me han interesado las incursiones ''contaminantes'', sobre todo de esculturas u obras murales que dañan irremisiblemente los ámbitos donde se encuentran.
Hilda Trujillo, funcionaria cultural del gobierno capitalino, me alertó hace poco sobre la inminente aparición de una escultura de Silvia Pinal que será colocada en la intersección entre Barranca del Muerto e Insurgentes. Mencionando datos proporcionados por el periodista Emilio Morales, Valentín Trujillo hace saber que la escultura, fundida en una empresa de Tulyehualco, ''será del tamaño real que tiene Silvia''. La pieza corresponderá a una Silvia ataviada con vestido pegado al cuerpo, con medio olán y escote pronunciado. Se basa en más de 100 fotografías de la actriz y para su factura posó una modelo profesional.
El escultor es Oscar Ponzanelli, que desea homenajear a Pinal porque la admira. Muy santo y muy bueno. No dudo que la pieza pueda convertirse en motivo de culto privado, pero no de arte público. Es indebido, es nocivo y es indecoroso que las autoridades, así se trate de la primera dama, Marta Sahagún, apoyen este tipo de mociones que involucran a la ciudad, a sus ámbitos y a sus pobladores. No necesita haber nada (ni siquiera una escultura de Henry Moore o de Germán Cueto) en Barranca del Muerto e Insurgentes. Ya de por sí, en una glorieta cercana pusieron un Jorge Negrete tocando su guitarra, donde debería haber sólo una palma.
Se dirá que estoy ''contra el arte público''. ƑEs arte?, Ƒno es? Dejemos eso. Es nocivo incrustar elementos donde no conviene. Es de tercer mundo insertar obras, de cualquier índole, sin ser sometidas a dictamen o concurso y es injusto involucrar espacios que son urbanos.
Conozco a Silvia Pinal personalmente y apelo por este medio a su buen juicio para que la escultura no sea colocada. Como por lo pronto parece no haber modo de evitar estas mociones -que no son legítimas-, cosa independiente de la persona supuestamente homenajeada, pienso que ella, a quien Diego Rivera retrató cuando tenía 18 años, puede oponerse a la colocación de una efigie que no la glorificará.