Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 7 de marzo de 2002
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Política

José Luis Soberanes Fernández

La nueva situación de los derechos humanos

Los atentados del 11 de septiembre dieron inicio a un debate internacional que gana en intensidad a la par que se advierte lo que podrían ser algunas de sus preocupantes consecuencias, de acuerdo con la manera en que sea resuelto. ƑLo ocurrido ese día en Nueva York hizo que terminara en el mundo la era de los derechos humanos?

Los supuestos en este debate serían que, a partir del fin de la guerra fría, la preocupación por reconocer y respetar los derechos humanos se había convertido en todo un concepto moral dominante en la esfera internacional. Es decir, que tras la caída del sistema socialista la comunidad internacional había decidido y definido que uno de los referentes fundamentales para juzgar el lugar y la imagen de un país en el mundo, era el grado de democracia y el respeto que se dispensara a los derechos humanos.

Según este razonamiento, al cambiar las prioridades de la política internacional de Estados Unidos, otras cosas parecen haber cambiado también, al grado de que -a partir del 11 de septiembre- la palabra de orden ya no es la de los derechos humanos, sino la de la "lucha contra el terrorismo".

Como las profecías que se cumplen a sí mismas, sostener -y sobre todo aceptar- que terminó en el planeta la era de los derechos humanos está teniendo ya una serie de preocupantes implicaciones sostenidas en cambios que parecen evidentes. Así, gobiernos que anteriormente habían estado bajo la mira, tanto de los organismos civiles de vigilancia de los derechos humanos como de las comisiones respectivas de la ONU, ahora pasan a ocupar un lugar importante como aliados en la cruzada antiterrorista. Tal sería el caso de Rusia en Chechenia o de China en la región de Xiangjiang.

Como refiere M. Ignatieff, la atmósfera intelectual y política actual les recuerda a muchos la que imperaba en los años pico de la guerra fría, cuando Estados Unidos y otros países occidentales se hicieron de la vista gorda ante brutales y sistemáticas violaciones a los derechos humanos, pues los gobiernos que las cometían eran aliados en la lucha contra la "amenaza comunista".

El sustituto de aquella amenaza sería ahora la red terrorista de Bin Laden, Al Qaeda y el fundamentalismo islámico en general. Al respecto, no está de más recordar la viva reacción en la comunidad internacional al trato que Estados Unidos quiso dispensar a los prisioneros talibanes y miembros de Al Qaeda en Guantánamo.

En lo que a México respecta, la mayor parte de los cambios comentados han dejado sentir sus efectos negativos. Es evidente que pasó a un segundo término la cuestión del acuerdo bilateral sobre migrantes, mientras que se endureció de súbito la vigilancia policiaca y militar en la frontera entre México y Estados Unidos, con las consecuencias que, en relación al reconocimiento y el respeto a los derechos humanos de los migrantes mexicanos, cabía esperar.

Un reporte elaborado recientemente por una delegación de la CNDH que estuvo en Nueva York, establece que el cambio principal en la política de migración de Estados Unidos es que ha pasado de ser considerada un asunto fundamentalmente económico, a un tema de seguridad nacional, en el que también se manejan -negativamente- variables culturales y políticas a mediano y largo plazos. La propuesta de otorgar a los indocumentados mexicanos "visas temporales de trabajo" podría tener, en caso de aplicarse, efectos negativos sobre las garantías laborales que otorga la ley (seguro médico, jubilación, etcétera). Esto repercutiría además sobre la fuerza potencial de asociación de los migrantes. Los migrantes mexicanos en Nueva York son ahora objeto de una atmósfera de desconfianza y suspicacia que afecta todo lo que tenga que ver con extranjeros no blancos que llegan a Estados Unidos.

Por otra parte, el citado reporte indica que ha bajado la presencia de migrantes mexicanos en esa ciudad, lo que se refleja, también, en una estadística de menores detenciones por parte del servicio de inmigración, a pesar de las nuevas disposiciones que autorizan la detención por "sospecha razonable". Por otra parte, la demanda de fuerza de trabajo "buena y honrada" como la que ofrecen los mexicanos, sigue presente.

En lo que se refiere a la situación de los derechos humanos en general, creo que es muy pronto para darse por vencidos. Tal vez el 11 de septiembre terminó, en efecto, con la era de los derechos humanos como tal, pero no podría ocurrir lo mismo con el movimiento universal de salvaguarda de estos derechos, ni con la presencia de organismos y organizaciones, nacionales e internacionales, en los que éste encarna.

La lucha contra el terrorismo no durará eternamente, y habrá que levantar de nuevo la idea cierta de que no podrá haber seguridad internacional estable que no descanse en un sólido conjunto de naciones y sociedades democráticas, abiertas y humanistas.

En lo que se refiere a la migración, habrá que reforzar la lucha, dentro y fuera de Estados Unidos, para mostrar que no hay ninguna evidencia que vincule a los trabajadores migrantes mexicanos con el terrorismo; segundo, que la presencia de dichos trabajadores ha sido fundamental para el desarrollo de los estados más ricos de Estados Unidos; tercero, que la legalización de los cientos de miles de trabajadores migrantes mexicanos puede ser importante para garantizar el despegue de la economía estadunidense tras la recesión.

Ante circunstancias que ciertamente no han sido propicias para el mayor relieve de la causa de los derechos humanos, este es el momento de poner de nuevo el dedo sobre el renglón y no cejar ni arriar esa bandera, la única que puede refrendar que existe un mejor rumbo para la humanidad.

Presidente de la Comisión

Nacional de Derechos Humanos

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