Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 5 de marzo de 2002
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Política

Llaman a dirimir las diferencias en la UNAM con el diálogo razonado

Señora directora: Los actos de violencia contra las elecciones convocadas por el Consejo Universitario han alcanzado proporciones insólitas y son reprobables desde cualquier posición política o moral, mínimamente democrática y universitaria. Es más, ni siquiera pueden ser explicados como producto de una posición de ultraizquierda. Entre las causas de los mismos pueden encontrarse un profundo resentimiento y la desesperación e incredulidad de ciertos grupos que llegan a denominarse a sí mismos rebeldes, pero que expresan más bien el rencor autodestructivo de las poblaciones excluidas y depauperadas. Por lo demás, no puede olvidarse que esos actos perjudican a la Universidad de México y le restan prestigio y presencia pública, en idéntica línea de quienes han destruido otras instituciones de carácter nacional, popular y democrático.

La mejor forma de destruir a la universidad pública y su proyecto de democratización, como inclusión y participación, como pluralismo y representación, como sentido de la vida y alta calidad del conocimiento, para la provocación y la intensificación de actos de violencia en contra de profesores, estudiantes, empleados, trabajadores y autoridades. Esa línea de violencia acaba con la vida universitaria y debilita a quienes hemos luchado y lucharemos siempre porque la universidad resuelva sus problemas a través de la razón y del diálogo civilizado. Todo tipo de violencia debe ser excluido de la vida universitaria, porque hay infinidad de pruebas históricas, en México y en otras parte del mundo, que muestran que cualquier medida o solución de violencia termina por favorecer el efecto que se pretende evitar: el cierre de la Universidad.

Las consecuencias de un movimiento autodestructivo como el que asedia a la Universidad Nacional Autónoma de México, en nada servirán a quienes las provoquen; pero sin duda servirán al proyecto de privatización o de destrucción de la Universidad, que no dejará de invocar como pretexto la "desestabilización" e "ingobernabilidad" de la institución.

El diálogo y el debate racional son, por excelencia, los medios en que han de expresarse las inevitables diferencias universitarias. En efecto, puede no coincidirse con una representación que en definitiva resultará del azar de un sorteo: en ese caso la democracia podría verse seriamente comprometida o limitada por la casualidad. Pero esto mismo ha de manifestarse por los medios universitarios de la comunicación civilizada y el razonamiento.

En este orden de ideas es necesario y urgente que las autoridades universitarias y los integrantes de la comunidad hagan explícitas públicamente sus ideas acerca de los principios que definirán la vida futura de la Universidad. El vacío de las ideas, siempre y en todos lados, es pretexto eficaz para la explosión de la rabia y el fanatismo. Los universitarios pueden evitar que en la institución se produzca ese vacío.

La defensa de la UNAM, y con ella de la Universidad Pública, recomienda que en cada una de las dependencias universitarias se organicen profesores, estudiantes y trabajadores en grupos que impulsen entre los mismos mayores vínculos y redes de organización para defender a la Universidad, su autonomía, su libertad de cátedra e investigación, su alto nivel académico y su carácter público y gratuito. Todos los universitarios somos responsables de la Universidad.

Sólo la genuina representatividad y la credibilidad de las organizaciones universitarias permitirán que el Congreso de la UNAM ponga los cimientos de una nueva vida para la Universidad Pública de México y para la propia UNAM.

Sergio Bagú, Helena Beristáin, Miguel Concha, Víctor Flores Olea, Pablo González Casanova, Diana Guillén, Luis de la Peña, Miguel León Portilla, Norma de los Ríos, Adolfo Sánchez Vázquez, Jorge Turner, Luis Villoro

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