Armando Labra
Vagancias, extravagancias; nuevos tiempos
Las recientes elecciones internas del PRI arrojan muchas lecciones útiles no sólo a los involucrados, a los príistas y a los partidos que en breve renovarán también sus dirigencias, sino a los mexicanos en rumbo hacia esa hasta ahora difusa ilusión llamada democracia.
Al margen de los resultados oficiales, de la rasposa contienda y del descrédito priísta, queda claro que persiste la ausencia de propuestas políticas e ideológicas en el partido más importante de México. Que persiste la oferta y disputa personalizadas por encima de lo sustantivo. Que persiste lo que ahora se ha dado en llamar técnicamente el cochinero electoral. Nadie pudo impedir que estos y otros rastros malignos alforasen, a sabiendas del inevitable e inmenso costo político, cuya magnitud conoceremos mejor hasta las próximas elecciones locales o federales y después.
Menos espectaculares, pero similares en la turbiedad, han sido los procesos internos de otros partidos, los cuales ojalá tomen nota para tratar de evitar la repetición de desaguisados. Es cierto que no se puede esperar que una sociedad tan ajena a la democracia de súbito se torne ejemplar. No existen ni las personas ni las tradiciones ideales, no digamos en México, prácticamente en ningún país etiquetado democrático.
Pero las verdaderas extravagancias en las vidas internas de los partidos están por venir y no serán desafortunadas si la decisión de todos es avanzar en el ánimo y la confianza ciudadanas. Hasta ahora los partidos han vagado ideológicamente por inercia y conveniencia hacia un centrismo compartido que impide diferenciar entre unos otros. Es por eso que, en su seno y entre ellos, lo que emergen son las personas, no las ideas. Es por eso también que la ciudadanía es indiferente y son crecientes la apatía, la desconfianza, el abstencionismo y los acarreos.
Dejarán necesariamente sus vagancias ideológicas los partidos, más pronto que tarde. Los flamantes dirigentes que asumirán la conducción este año en el PRI, el PRD y el PAN, seguramente desde hoy intuyen que vivirán tiempos de competencia sin precedente en los que deberán diferenciar claramente su oferta política o desaparecer subsumidos en la órbita del adversario más claro y comprometido, del más convincente y efectivo.
Pasarán los partidos a la sana extravagancia de definir sus posturas ideológicas, sus proyectos de nación y sus posicionamientos respecto a los grandes problemas nacionales e internacionales que nos afectan. Hasta ahora no lo hacen ƑO alguien ha escuchado hoy qué posición tiene algún partido respecto a la guerra del gobierno de Estados Unidos contra los malvados del planeta?, Ƒsobre la globalifobia o el globalidilio?, Ƒsobre la privatización del sector eléctrico o la política energética?, Ƒsobre la gobernabilidad hoy, hoy hoy?, Ƒsobre la legislación indígena?
Como tales, los partidos no opinan ni lo han hecho en torno a los grandes temas nacionales desde hace mucho tiempo, y menos que cualquiera, el PRI. De repente algún legislador lo hace en forma aislada e individual, pero no los partidos, cuyos dirigentes de repente dan declaraciones, no luchas.
Esos tiempos están feneciendo, por fortuna, y veremos cómo opera una fuerza centrífuga que separará para buen rato a unos partidos de otros, aunque también puede suceder que acaben por fusionarse los que en realidad no posean ofertas políticas propias.
Tal reacomodo, que sin duda veremos en plazos cortos, se dará en un entorno complejo, que de suyo obliga a la toma de posiciones. La debilidad del Ejecutivo para resolver los problemas internos y su ineficiencia para operar funcionalmente en lo externo, sin duda presenta un desafío mayor cuyo desenlace puede conducirnos a circunstancias inéditas y dramáticas.
El artificio económico que mantiene un superpeso en condiciones recesionarias puede mantenerse sólo temporalmente y el tiempo se agota. La sociedad encara una realidad de pobreza y empobrecimiento acumulados que se auna al desencanto y la frustración por la ausencia de expectativas de mejorar.
Es, pues, la gran oportunidad histórica de los partidos políticos para aportar opciones viables, convincentes, inteligentes y comprometidas. En el vacío que ha dejado el presidencialismo, los partidos y sus expresiones legislativos pueden y deben marcar las rutas. Nunca antes lo han hecho por sí mismos. Ya es tiempo y, además, no hay de otra.
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