Marco Rascón
El PRI por su voto muere
Nadie mejor que los priístas para terminar con el PRI. Lo han hecho por la soberbia divina de querer cambiar la naturaleza de ellos mismos y convertir en democráticos a quienes nunca lo han sido ni lo serán.
El empate habla de una muerte inobjetable, así como también de que nació la oportunidad de la extinción y la anulación por el uso y abuso de todas las prácticas fraudulentas que ambas tendencias, por separado y en conjunto, impusieron al pueblo mexicano durante más de setenta años.
En su disputa por dirigir la venganza priísta para regresar al poder, Paredes y Madrazo no se dieron cuenta de la trampa en que cayeron ellos mismos al tratar de sustituir el dedo presidencial, que designó a todos los anteriores, con el voto de una masa acarreada, triste y empobrecida, conducida por los gobernadores. Gracias a esa circunstancia desfasada, gane quien gane, el PRI se divide y se destruye, porque es un fósil sin posibilidades de ser consecuente ni de dar alternativa al país.
Abajo y adelante. Hoy el PRI encabeza el desprestigio de los partidos en el país y las malas noticias internas son buenas para la política, pero ésta requiere revolucionar usos y costumbres para impulsar cambios verdaderos en la sociedad mexicana. Por ejemplo: con la desaparición del PRI terminaría la manipulación de los colores y símbolos nacionales, sobrevendría la crisis final del corporativismo, se acabaría el control social de las necesidades básicas a través de ofrecer bienestar para la familia, y el sistema de partidos, basado en la manipulación, entrega de prerrogativas y lealtades a los aparatos de control político, sufriría un colapso.
Una característica fundamental de la crisis del PRI es que la suya no genera un vacío, sino una apertura para poner en tela de juicio el papel de todos los partidos políticos en México como instrumentos de transformación política y social. El PRI como tal es innecesario, pues al único que sirve es al poder oligárquico, que lo necesita para varios trabajos sucios: mantener controles en los sindicatos, en los productores del campo y la ciudad, así como en las masas urbanas empobrecidas. Por eso el primero de mayo de 200l Vicente Fox terminó reconociendo la función del corporativismo priísta y el papel fundamental de Fidel Velázquez en la acumulación originaria de capitales desde la posguerra, gracias al brutal control obrero.
šQue hable México! Ya no sería necesario, pues con la muerte del PRI se abriría el final del doble discurso de los partidos, que son unos cuando están en el poder, y otros mientras sirven de interlocutores del poder. En México la muerte del PAN, del PRI, del PRD y de los partidos actuales con registro serviría para que surgieran verdaderos partidos gobernantes, respetuosos de sus compromisos de campaña y consecuentemente opositores. Serviría para empezar a construir una política que fuera instrumento de servicio y para resolver problemas reales y no como opción ocupacional de sus cuadros y dirigentes, cuya única facultad es saber manipular, someter, controlar y vivir de las prerrogativas.
El PRI de Madrazo y Paredes es el responsable de la destrucción de la soberanía, de despolitizar, reprimir y de impedir el avance político de la sociedad mexicana. La supuesta democracia actual está ampliamente insatisfecha, porque no provino de las aspiraciones nacionales íntegras y, aunque los barrió con el voto, el cambio fue conducido y encauzado por los intereses globales que empezaron a regir en México y que los sobrepasaron como instrumentos de control.
ƑCuál es la disputa entre Paredes y Madrazo, si ellos representan la cara autoritaria del nacionalismo revolucionario, la intolerancia, la aceptación del neoliberalismo y, por tanto, la sumisión y el aplauso al echeverrismo, al lopezportillismo, al delamadridismo, al salinismo y al zedillismo? ƑPor qué no se hundieron con ellos y ahora buscan sobrevivir al naufragio que ellos mismos causaron?
La fractura del PRI puede significar el principio de la desaparición de los personajes que han regido la política mexicana durante décadas y que siempre fueron leales al poder, nunca a la sociedad, y que aceptaron el yugo de la verticalidad con una sonrisa.
Madrazo y Paredes están empatados en todo, no sólo en votos, pero su ambición, más grande que su talento, puede dar el golpe final necesario a una etapa de México en la que convivieron cínicamente lo revolucionario con lo institucional queriendo que el país fuese del mismo tamaño de su mediocridad. Ojalá pacten el bien morir de esas siglas. No tengamos temor de los nuevos problemas.
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