La
Jornada Semanal,
24 de febrero del 2002
364
Jorge Moch
Hace poco apareció en las estanterías de los libreros un volumen que ofrece un acucioso recuento de los mitos occidentales, insertos en una novela harto divertida pero no por ello menos didáctica. Cobran en sus páginas nueva, drolática vida añejas leyendas y los más disparatados y fascinantes engendros que el fértil imaginario humano ha cosechado, entreverados con minuciosas descripciones de hechos históricos abigarrados, misteriosos, herméticos, como la caída de Constantinopla, la vida en los feudos de la Europa medieval y los primeros años de una doctrina sectaria, pletórica de supersticiones y añagazas que acabaría por abrasar al mundo entero enarbolando la cruz como estandarte y a Dios como su argumento imbatible: aparecen el monoceronte, los feroces, ciclópeos arimaspos, la mantícora, las animalizadas hijas de Hipatia, mitad mujer y mitad cabra, contemporáneos todos estos seres fantásticos de basileos y papas mezquinos, emperadores celosos rodeados de cortesanos y apocrisiarios ataviados con exquisitos brocados holoséricos que escondían, además de la natural protervia de sus portadores, su innegable propensión a las traiciones, dagas y espadas bellísimas pero letales, con empuñaduras de oro engastando carbunclos rojinegros; y se relata, en el vórtice de la tormenta humana que despedazó Bizancio durante una de sus muchas asonadas obsidionales, cómo nacieron la mítica búsqueda del Santo Grial y la fundación de la Alessandria piamontesa, cuna del autor y, claro, de su protagonista, un megalómano astuto y afortunado que con la fuerza persuasoria de su lengua y una imaginación marrullera incide en su tiempo de un modo tal que habría de marcar tiempos futuros. No se trata, pues, de ninguno de los episodios superferolíticos del argamandijo sobrevaluado de don John Ronald Reuel Tolkien, ni de las supercherías comerciales de un Harry Potter, sino de Baudolino, la nueva producción novelística del italiano Umberto Eco. Eco es harto conocido en dos vertientes de su obra. Como consumado semiólogo, estudioso de la comunicación humana y, por consecuencia lógica, de la cultura de masas, sus ensayos son imprescindibles en la mayoría de las universidades del mundo. El sesudo análisis de la codificación de los signos en la historia del hombre y en el mundo moderno que Eco realiza en Apocalípticos e integrados, La estructura ausente, El superhombre de masas o su Tratado de semiótica general desmenuza concienzudamente el fenómeno humano de la comunicación, y en ello, implícita, la partenogénesis de las artes como modos últimos de expresión. Pero Eco no es solamente catedrático de semiología, sino historiador y novelista, y en esa vertiente menos adusta, más libre de su prolífica vena creativa, se inscriben sus estudios de literatura y apreciación estética del medioevo: Las poéticas de Joyce, Seis paseos por los bosques narrativos y Arte y belleza en la estética medieval. A partir de 1980, Eco se adentró en el mundo de la narrativa con una novela que es ya un clásico, y que le catapultó a la fama mundial aun entre aquellos que son legos en las disciplinas por él dominadas, porque la versión cinematográfica de su obra, protagonizada por Sean Connery, fue un éxito taquillero: El nombre de la rosa. Luego siguieron dos novelas más, igualmente exhaustivas en cuanto a lo riguroso de la investigación con que su autor nutre de historicidad a sus personajes: El péndulo de Focault (1988) y La isla del día de antes (1994), en las que sin embargo deja un poco de lado (nunca del todo) las viejas obsesiones medievalistas a las que vuelve de lleno con Baudolino. Si, como algunos escritores afirman, se escribe para un lector ideal que bien puede ser uno mismo, Eco debió escribir Baudolino con una enorme sonrisa de satisfacción pintada en el rostro, porque la novela es un múltiple juego histórico que entremezcla los albores del cristianismo, la fiebre de la fabricación de falsas reliquias algunas de las cuales siguen sirviendo al propósito para el que fueron creadas: generar ingresos a quienes las exhiben, y Eco no pasa por alto, con culta socarronería, que en estas falsas reliquias se fundamenta buena parte del cristianismo occidental de hoy, ya en Compostela, ya en Estambul, en Atenas o en la misma Roma con la presunta existencia de reinos míticos y fenómenos geográficos inventados deliciosamente por la ignorancia fantástica que caracteriza a la Edad Media Edad Crédula, le decía otro pensador. Eco sitúa así a Baudolino, un avispado muchacho campesino y pobre pero asaz inteligente, mentiroso contumaz y por ello creíble, en trance de ser adoptado por el emperador Federico el Enobarbo (Federico Barbarroja), para con su mendacidad, a menudo irresponsable pero bienintencionada, moldear, sin quererlo, el talante de la parafernalia cristiana que sería heredad de las Iglesias ortodoxa y católica modernas. El mito del Presbyter Johannes (el Preste Juan), rey de reyes rex et sacerdos asentado en un reino mitad fantasía y mitad anhelos de aventura, que existiría en las lejanas tierras de India, al que para poder llegar habría que cruzar antes la tierra de las tinieblas, la Abcasia, y el furioso Sambatyón, el río caudaloso cuyo retumbar se escucha a leguas de distancia porque por sus cauces corren piedras en lugar de agua, y la búsqueda del Santo Grial, son las míticas obsesiones que hechizaron a los pobladores de la Europa cristiana durante siglos, y son asimismo amalgamados con una crónica fidedigna de los últimos días de Bizancio, desgarrada en manos de cruzados renegados (los latinos, comandados por el dux Dandolo de Venecia), los elementos a los que Eco, con maestría apabullante, orla dos argumentos más: la Tercera Gran Cruzada, organizada por el emperador germánico Federico Barbarroja para restar autoridad a Roma y la mítica fundación que ya se ha mencionado de Alessandria del Piamonte, por el culto pícaro Baudolino. Novela de misterio, de revelaciones, guiños historiográficos y mofas míticas, de personajes tan pintorescos como oscuros por improbables pero posibles, Baudolino supone un reto interesante para la lectura. Si bien hacia los capítulos finales puede antojarse excesivo el manejo de la fantasía que de alguna manera remite a las aventuras que vivió Sinbad (Sibim-Bad) y algunos pasajes rayan en la chocante noción de restarle preponderancia al hilo narrativo inicial, histórico, investigativo y eminentemente documental, entender la novela como una metáfora del influjo de los medios en la conducción de las decisiones políticas que llegan a afectar las vidas de otros, a menudo cientos, miles o millones, definitivamente la vuelve a situar como uno de los mejores trabajos narrativos de su autor; el rumor medieval entre correveydiles y trovadores bien podría ser hoy el rumor en la bolsa, en los periódicos, en la televisión y la radio o en internet. Y Eco es indiscutiblemente un experto en estos terrenos. Mención aparte merece la traducción y la apostilla al final, que arroja luz sobre el difícil proceso de traducir lo escrito por Eco de Helena Lozano Miralles, quien hubo de habérselas no solamente con el italiano, el griego y el piamontés, sino con una jerga dialectal inventada por el mismo Eco para brindarle a su Baudolino un trasfondo tan paleto como brillantemente políglota. Un libro imprescindible y exigente con el lector, que supera o al menos iguala la de por sí difícil altura alcanzada por Eco en El nombre de la rosa en cuanto a conocimiento del medio cultural de medioevo. Un magnífico libro de historias, mitad verdad y mitad mentira, que invita a quien lo ha leído a no quedarse con una sola versión de las cosas, a estudiar y a indagar. Baudolino lo deja a uno sembrado de dudas. Imagino a Eco sonriente ante el efecto logrado, porque la lectura de su libro nos ha puesto a muchos en el camino de la búsqueda de explicaciones. Y en eso, don Umberto es también un experto
P O E S Í A Una antología de la vida José Ángel Leyva
¿Qué empuja a un escritor o a un artista para que dirija su trabajo hacia la conformación de una muestra antológica? Con certeza no son las mismas causas que inspiran o motivan a un investigador o a un crítico, a un editor o a un burócrata y, sin embargo, las razones de su impulso habrá que contenerlas todas. Desde mi punto de vista, a los poetas los anima el amor, la pasión, las emociones. Y sin que ello signifique el abandono de lo racional, es un acto puro de generosidad, un compromiso con el deseo y los sueños. Algo similar a lo que sucede cuando la mano es conducida hacia el cuaderno o la computadora para vaciar la fuerza constructiva del poema. Un acto de gratuidad, una ofrenda que se pone en el vacío con la esperanza de que llene un hueco, o de huecos que pretenden ser llenados. Así, como esa dinámica tan simple de los cuerpos, de las voces que susurran o gritan en medio de las sombras. Un libro que reúne los modos de decir o de cantar de hombres y mujeres, convocados por el misterio de la poesía, porque los poetas, hay que reconocerlo, son cantantes del silencio. Claudia Posadas ha tenido la idea y la iniciativa para invocar los silencios de otras voces en torno al resplandor interminable que es "Muerte sin fin" de José Gorostiza. Cada uno de los invocados ha respondido al conjuro de la poeta y ha hecho su propuesta, ha colocado la ofrenda en este libro que se antoja un altar de muertos, con sus flores y sus cantos. Pero lo más ponderable de este volumen es su pluralidad unificante, incluso con su obvia responsabilidad de olvidos y omisiones de versificadores y poetas. Muchos habrán quedado al margen de la convocatoria, otros podremos aparecer sin merecerlo. Llama pues la atención la variedad de registros y el elevado nivel de escrituras que recoge el libro. Ello da cuenta de una realidad evidente: que en México la poesía goza de cabal salud. También pone al descubierto la otra cara: no hay una tradición de solidaridad y de franqueza para reconocer el brillo de los otros. Han dominado la mezquindad y el sectarismo, el ninguneo y la pésima memoria, incluso para darle crédito a las fuentes, para referir ciertas marcas y citas en las obras. "No lo conozco, no lo he leído, no sé quién es ella, no sabía que fuera poeta", son algunas de esas frases recurrentes en un ambiente poco acostumbrado a la generosidad y el apoyo. Quizá por ello nuestra poesía se lee y se conoce muy poco o nada en el extranjero. Ante esa deficiencia optamos por la erudición de poéticas de fuera, por barajar nombres extranjeros y traducir obras escritas en idiomas cercanos o distantes. Qué maravilla que se haga con abundancia esta labor en nuestro país, pues nos aleja de la falta de perspectiva provinciana, pero qué fatal la ignorancia o el fingimiento de no reconocer a nuestros pares, a nuestros poetas mexicanos, tan universales como cualquiera. En la revista Alforja y perdonen el comercial hemos dado muestras muy ricas de poesías de otras latitudes y de culturas poco familiares, pero debo subrayar que los poetas jóvenes y no tan jóvenes de México; mejor dicho, los poetas que no ocupan las grandes marquesinas ni los mejores puestos, ni las mejores becas, han sido nuestra principal preocupación, y a ellos en primer lugar les hemos abierto las páginas de la revista. El único requisito ha sido la calidad. Me parece que ese es justamente el punto en el cual coincidimos y coincido con Claudia Posadas. Una convicción de activistas que obliga a ser abiertos y desprendidos hacia la poesía y por la poesía. Sobre todo en el caso de ella, que ejerce el periodismo y está obligada a difundir y a investigar los fenómenos culturales en este país. La gratuidad que evoca Julio Ortega en el prólogo está así también justificada. Hacen falta muchos libros más como éste, tan diversos e imaginativos como sea posible para promover y estimular la lectura de la poesía. Podemos inventar los pretextos necesarios para hacer que salgan de la oscuridad las escrituras nuevas y desconocidas. Los Contemporáneos son un ejemplo de esta orientación, y un buen ejemplo, pues son los grandes maestros, los virtuosos de la palabra y los hombres que responden con elocuencia a ese verso de "Muerte sin fin": "¡Oh inteligencia, soledad en llamas!" Es este un paisaje de tribus dispersas, sin santones ni patriarcas, donde se mueven las nuevas generaciones de poetas en torno a sus propios deseos e indagaciones. Cada uno adquiere la forma de su vaso y aclara su palabra. Modulamos la escritura perplejos de la historia. Yo, que siempre he tenido la sensación de haber llegado tarde a todos los sucesos, hoy veo, estoy seguro, los primeros resplandores no de un siglo, sino de una interrogante en la alborada de una etapa que ha transitado por sueños, rupturas y alzamientos, manifiestos y transgresiones, locuras y utopías. Gorostiza nos deja en su pesimismo la esperanza de que todas las muertes anunciadas en nuestro tiempo no son más que estertores del verdugo, porque en ese juego reflexivo nos enseña que la vida es eso, una "Muerte sin fin". Un proceso en movimiento perpetuo, donde todo cambia y muere porque vive, como los grandes poemas, los de largo aliento que rejuvenecen en su alta inspiración; pensemos en "Primero sueño", de Sor Juana, "Ruina de la infante Babilonia", de Montes de Oca, "Piedra de Sol", de Paz, "Tarumba" o "Algo sobre la muerte del mayor Sabines", entre otros de esa gran tradición mexicana. Entiendo, pues, que la vida comienza con la muerte, en la conciencia de estar caminando contra ésta y sabiendo que no hay escapatoria. La muerte sin fin alumbra el camino de los vivos. Por eso yo, que siempre he tenido la certeza de haber llegado tarde a todo, hoy descubro, como Dante, a la mitad del camino de mi vida, una intrincada selva de preguntas que me llevan a esa imagen del agua que "Trae una sed de siglos en los belfos". La novedad no es nada sino la forma de ese vaso transparente, extraordinario, en donde nace la palabra sustantiva, que apenas nombra y ya se transfigura
Los jardines de la imaginación Marduck Obrador Cuesta
Nuestro
universo es un cenador de rosas.
Nuestros visitantes son las mariposas. Nuestros músicos son los ruiseñores. Cuando ya no hay rosas, ni hojas, las estrellas son mis rosas y tu cabellera es mi bosque. Omar Khayyam En Los jardines secretos de Mogador, Alberto Ruy Sánchez continúa explorando, como en sus anteriores novelas Los nombres del aire y Los labios del agua, el mundo del deseo. Es así como se lanza a descubrir ese espacio casi inexistente, donde el silencio se mezcla con la sordidez, después de que la pasión ha menguado su ardor y sólo quedan los cuerpos, uno al lado del otro, esperando saber lo que hay más allá de un laberinto sin salida, lleno de "voces de tierra" que indican el fin o la renovación de los objetos del deseo en una relación. La ciudad de Mogador, situada en la costa atlántica de Marruecos, es el escenario en el cual discurren las acciones de la novela. Siendo una ciudad amurallada su espacio es ilimitado al ver hacia el mar, proyectando una mezcla de lugares que conforman sus antecedentes históricos y su vida actual, mismos que, representados por los jardines de la imaginación del Halaiquí o cuenta historias, se reconstruyen a lo largo del tiempo. Los mercados, las plazas, las callejuelas enredadas, las paredes con mosaicos policromos, los patios que juegan a preservar el interior del exterior con celosías que escuchan la calle, los sonidos de las fuentes en su eterno ciclo, los personajes de la ciudad que deambulan como si el tiempo no transcurriese, son elementos que conforman esa intimidad que origina el sentimiento sensual característico de las ciudades árabes, de sus mujeres y sus vestidos aireados, de sus olores, de sus manos tatuadas de jena y de sus historias infinitas que permiten volver a ver el amanecer. Jassiba, la mujer, vive una de esas etapas en que la vida parece apresurada por acontecimientos que se van sumando: la muerte de su padre y su embarazo. Sus sentimientos cambian; ya no encuentra en su amante lo que sentía al hacer el amor y, por eso, condiciona sus amoríos y sólo accede a ellos si es que él, cada vez, trae consigo un jardín perdido de la ciudad y se lo cuenta. Mediante una prosa poética que deja respirar a la historia, Ruy Sánchez le da voz al protagonista para que éste recupere los sentidos atrofiados producto de una banal contemplación y vuelva a la imaginación que percibe aquellas cosas "pequeñas" que revalorizan y dan cuerpo a ese oasis profundo que es el alma. La estructura del libro es en sí misma un arabesco conformado simétricamente en cuatro espirales, y éstas, a su vez, están subdivididas en nueve, la mayoría de las veces jardines, que nos recuerdan la concepción paradisiaca de la cultura árabe. La lectura de Los jardines secretos de Mogador desentraña la geometría del deseo
R E L A T O El show debe continuar Pablo Ortiz Águila
Si los libros fueran clasificados con letras, como se hace con las películas, Historias de mujeres malas de Naief Yehya sería sin lugar a dudas clasificación d o xxx, puesto que se trata de una obra provista de un humor negro probablemente no apto para todo público. Las de mujeres malas son historias ubicadas en el presente y en un no tan lejano pasado. Suceden en hoteles de mala muerte y en departamentos ruinosos, en prostíbulos y bares de table dance, en increíbles sets de televisión y, en fin, en una exquisita gama de manicomios disfrazados para lo inenarrable. Con una inteligente y ágil prosa, Yehya hace un reflejo satírico de la aclamada y a veces aplaudida patología de nuestra agringada sociedad. Me refiero más precisamente al monstruoso talk show, a la enajenada secta, al amarillista cuarto poder donde la mentira es el único vehículo mediante el cual podemos conseguir esos dos minutos de fama y autovaloración. Los personajes que aparecen a lo largo de las narraciones son, en su mayoría, locos curados de espanto, almas vacías, seguidores de lecturas de superación personal que buscan la redención en sectas, amoríos patéticos, programas de televisión y actos criminales de otras índoles. En ocasiones son víctimas de sí mismos, como ingenuos e inconscientes desquiciados. En Historias de mujeres malas una amigable primera persona, que bien pudiera ser el mismo individuo de todos los relatos pero en diferentes dimensiones, nos platica con un tono desinteresado pero definitivamente mordaz, acontecimientos atroces que nos parten de risa. No una risa de alegría sino de nerviosa complicidad; es la carcajada que descubre nuestra propia maldad, nuestra propia invalidez y neurosis, nuestro propio terror por el fin, que es una de las temáticas favoritas del autor: el fin del mundo, una especie de angustia por la desaparición que puede ocurrir por diferentes causas. Una de ellas es la presencia de una inteligencia artificial que amenaza con apoderarse del mundo de los seres humanos. Otra, la sistemática pérdida de la idiosincrasia y las perspectivas individuales de la humanidad gracias a los medios de comunicación, sobre todo la tele y el artificioso mundo que nos vende a diario. ¿Por qué mujeres malas? No es fácil decirlo; supongo que porque siempre aparece alguna, y porque una es más mala que otra, aunque ahora hablando de morbo aventuraría la hipótesis de que se trata de una irónica estrategia emancipadora. De cualquier modo, quien quiera saber, que le pregunte a Naief Yehya, que está a cargo de la columna La Jornada virtual de este suplemento y es también autor de novelas, ensayos y relatos
Presentaciones. Este domingo 24 de febrero, en el marco de la XXIII Feria Internacional del Libro, se presenta el título En busca de un alma, extenso trabajo de Angélica Abelleyra sobre Francisco Toledo. La cita es a las 16:00 horas, en la ex Capilla del Palacio de Minería ubicado en Tacuba núm. 5, Centro. Presentan: Teresa del Conde, Sergio González Rodríguez y Juan Soriano. En el Salón de Actos del Palacio de Minería, el martes 26 de febrero, a las 18:00 horas, se presenta Chiapas en perspectiva histórica, de Carlos Antonio Aguirre Rojas, Bolívar Echeverría, Carlos Montemayor e Immanuel Wallerstein. Presentan: Luis Javier Garrido, Rafael Torres Sánchez y Carlos Aguirre Rojas. En el Salón de Rectores, a las 18:00 horas del viernes 1 de marzo, se presenta Antimanual del mal historiador, o cómo hacer una buena historia crítica, de Carlos Antonio Aguirre Rojas. Presentan: Enrique Semo, Valentina Cantón, María Cristina Sacristán y el autor. En la Casa Lamm, el próximo 28 de febrero se presenta el libro La crónica inmediata de Emmanuel, de Jorge Paniagua, con la participación de Hugo Gutiérrez Vega, Juan Pedro Viqueira, Sergio Nudelstejer y Luz Olivia Pineda (moderadora). La cita es a las 19:00 horas, en Álvaro Obregón núm. 99, col. Roma. Teléfonos: 5525 3938 y 5658 7999. Danza. Recuerdos... Sólo recuerdos, programa que la Compañía de Danza Urbana presenta en homenaje a Manuel Escartín y a la Sonora Santanera, este domingo 24 de febrero, a las 18:00 horas, en la Sala Miguel Covarrubias del Centro Cultural Universitario ubicado en Insurgentes Sur # 3000. Costo: $60.00 pesos, con cincuenta por ciento de descuento a estudiantes y trabajadores de la UNAM e INSEN. Exposiciones. La galería muca Roma presenta la exposición Colectiva xiv, conformada con obras de Francisco Toledo, Ximena Berecochea, Maurycy Goulicki, Jerónimo Hagerman, Germaine Koh, Armin Keller y Alberto López. Asimismo, en el proyecto "El museo invitado", se presenta parte de la obra Los cuadernos de la mierda, de Francisco Toledo. Las exposiciones permanecerán abiertas al público de lunes a domingo, de las 10:00 a las 18:00. La cita es en Tabasco 73, entre Frontera y Mérida, Corredor Cultural Roma. Teléfonos: 5511 0925 y 5511 8867. Entrada libre. El Museo Nacional del Virreinato y la Universidad Iberoamericana presentan, hasta el 15 de marzo, la exposición Los retos de la inteligencia. Colegios jesuitas de la Nueva España. La cita es en Prolongación Paseo de la Reforma núm. 880, Edificio S, planta baja. Teatro. En el Teatro Salvador Novo de la Escuela Nacional de Arte Teatral (ENAT) se presenta El departamento de Zoia, de Mijaíl Bulgákov, bajo la dirección de José Solé, hasta el 31 de marzo, los miércoles, jueves y viernes a las 20:00, los sábados a las 19:00, y los domingos a las 18:00 horas. La cita es en el cenart ubicado en Av. Río Churubusco y Calzada de Tlalpan, col. Country Club, Metro General Anaya. En el Centro Cultural Helénico, en el foro La Gruta, se presentan las siguientes obras: ¿Quién dijo que los payasos son sólo para los niños, concierto-espectáculo del grupo "¡Qué payasos", hasta el 3 de marzo, a las 13:00 horas; la obra Escuela Museo Deseo, bajo la dirección de José Antonio Cordero, los domingos a las 18:00 horas, y Acomodando la realidad, con la Compañía Italia, los viernes a las 20:30 horas. En el foro El Claustro se presenta Arlequín, servidor de dos patrones, bajo la dirección de José Solé, los sábados y domingos a las 13:00 horas. Y en el Teatro Helénico, Ivonne: princesa de Borgoña, de Witold Gombrowicz, bajo la dirección de Eduardo Calderón, a las 20:30 horas, y el proyecto teatral de la Casa del Teatro, Intervalo, de Antonio Zúñiga y Luis de Tavira, que inicia temporada el próximo miércoles 27 a las 20:30 horas. La cita es en Av. Revolución #1500, col. Guadalupe Inn. Teléfono: 5662 9166. Cine. Ciclo "Está en chino", coordinado por Leonardo García Tsao, a las 19:00 horas, en la sala Luis Buñuel del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC): Los días, de Wang Xiaoshuai, lunes 25 de febrero; Por diversión, de Ning Ying, lunes 4 de marzo: El papalote azul, de Tian Zhuang Zhuang, lunes 11 de marzo; y Ermo, de Zhou Xiaowen, lunes 18 de marzo. Conferencias. La Casa de las Humanidades de la UNAM presenta el ciclo de videoconferencias Historia del Arte en México, los miércoles, del 6 de marzo al 12 de junio, en el que participarán especialistas como Eduardo Matos Moctezuma, Rita Eder, Fausto Ramírez, Renato González Mello, entre otros. Inscripciones e información en la Casa de las Humanidades ubicada en Presidente Carranza núm. 162 (esq. con Tres Cruces), Coyoacán. Teléfonos: 5554 5579 y 5554 8513. |