Silvia Gómez Tagle
El PRD, a debate
La reglamentación que se ha hecho de los debates entre candidatos les ha quitado la espectacularidad que tuvieron en otros tiempos, sobre todo porque los principios de "equidad" obligan a invitarlos a todos. Esto hace largos debates, difíciles de seguir, además de que las "normas" imponen ciertos lineamientos que obligan a los participantes a restringir su discurso a ciertos temas, así como a evitar confrontaciones excesivas.
Con todas esas limitaciones el debate entre los seis candidatos del PRD a la dirección nacional tuvo una importancia que no ha sido reconocida en los medios, que, en cambio, se han orientado a señalar vencedores y vencidos, sin mencionar el contenido sustantivo.
El tema del debate del pasado 18 de febrero, "Los grandes problemas nacionales", permite identificar tanto la identidad del partido como las diferencias entre los proyectos que ofrece cada candidato.
Habría que felicitar a Miguel Angel Granados Chapas por su desempeño como moderador, que en momentos se tornó difícil, cuando el público entusiasmado empezó a intervenir; también hay que reconocer el esfuerzo de los candidatos por ceñirse a las normas y sobre todo a los tiempos del debate.
La visión que ofrecieron de los problemas nacionales es coincidente en general, lo cual nos permite hablar de una identidad del partido bastante clara y consolidada. Todos hicieron una crítica del neoliberalismo, enfatizando sus diferencias con el gobierno de Vicente Fox; también coincidieron en expresar su preocupación por la desigualdad social como problema central del país. Se reivindicó el papel que jugó el partido en la lucha por la democracia, pero se reconoció que no ha sido capaz de proyectar una imagen de triunfo ni definir un proyecto claro para el futuro que le permita convertirse en opción para la mayoría de los mexicanos, por lo que todos proponen la renovación del PRD.
Las mayores diferencias surgieron en relación con lo que se proponen hacer para restructurar el partido. En ese tema se diferenciaron todos: Marco Aurelio Sánchez se pronunció por una "izquierda radical", sin especificar qué significa eso, porque podría ser salirse del campo institucional de la democracia o simplemente endurecer el discurso. Martha Patricia Hernández también abrió su discurso con una denuncia: Fox ganó por el escándalo de la elección interna del PRD en 1999, pero en general arremetió contra el neoliberalismo, igual que Carolina Verduzco y Camilo Valenzuela, quien recordó al auditorio que el gobierno foxista ha decepcionado a las mayorías, porque representa la misma rapiña del neoliberalismo.
En el fondo ese es el gran reto de un partido de izquierda en una democracia política: "jugar en la arena electoral" para ganar posiciones con las reglas del sistema y, al mismo tiempo, no abandonar las luchas que, como la de los indígenas, la de los más pobres y marginados, van más allá del sistema.
Rosario Robles puso énfasis reiterado en la equidad, en la acción, en la renovación, sin especificar el cómo. Se debe demostrar que sí hay alternativas, defender los derechos sociales, el derecho a la alimentación, a la vivienda, al trabajo, a la educación. Habló de la necesaria intervención del Estado para garantizar esos derechos, eso es una izquierda social, y de cómo el PRD debe ser un partido triunfador. Valenzuela, en cambio, puso el acento en la movilización social, quizá como una opción diferente a la de la lucha electoral.
Jesús Ortega, a quien tocó la suerte de ser el último en la primera ronda de participaciones, pudo reconocer su coincidencia con quienes le antecedieron en el uso de la palabra, tanto en la crítica del neoliberalismo como en la preocupación por la desigualdad social, que es "el problema más grave de México". En cambio, dedicó su tiempo a esbozar un proyecto de partido mucho más nítido que el de los demás. Porque oponerse al neoliberalismo no basta; el PRD debe llegar a ser gobierno, acceder al poder para cambiar el rumbo de la democracia.
Y para ello, dijo, es necesario empezar por renovar al PRD: 1) Terminar con la imagen de partido rijoso. 2) Lograr la unidad sobre la base de los principios y el programa, en vez de aglutinar fuerzas en torno a intereses políticos particulares de grupos o de líderes. 3) Democratizar al PRD y darle una organización sólida sobre la base de despersonalizar las decisiones para que sean los órganos del partido los que asuman la dirección y evitar que haya dirigentes que pudieran tomar decisiones sobre la base de afinidades o lealtades personales, por encima de la institucionalidad. También es necesario descentralizar el partido para que las direcciones de toda la República puedan desarrollarse. 4) Renovar el programa, actualizarlo, para que pueda convertirse en un proyecto alternativo que convoque a las mayorías.
Luego llegaron las descalificaciones de unos contra otros: Marco Aurelio abrió el fuego, Rosario siguió, y los demás entraron de una u otra manera al verse involucrados. Lamentablemente, la prensa sólo dio importancia a esa parte del debate, cuando fue lo menos significativo para el futuro de un partido que pretende representar a la izquierda que México requiere hoy más que nunca.
El PRD no es la única izquierda, hay muchas corrientes que legítimamente pueden reclamar esa identidad, pero coincido con Ortega en que debe ser la herramienta para el cambio social porque es el partido político más fuerte, y para ello no basta la denuncia, no es suficiente ser una izquierda "redistributiva" que pretenda repartir la riqueza, se necesita imaginar un nuevo modelo de desarrollo productivo y se requiere una estrategia para construir una fuerza política amplia, capaz de vencer a la derecha.