El maíz nativo
Recurso de autogobierno
El maíz nativo --cuya siembra representa el 60 por ciento del cultivo de granos en México--, está contaminado por el derrame genético proveniente de 4 millones 200 mil toneladas de maíz transgénico importado al país desde 1998 al año 2000.
La escalada contra el maíz comenzó en los siglos XVIIIy XIX con la desamortización de las tierras comunales. En el siglo pasado, tras décadas de privilegiar la agroindustria abandonando a su suerte a los campesinos de autoconsumo --por no ser rentables, dijeron-- los sucesivos gobiernos sitiaron a campesinos e indígenas mediante políticas macroeconómicas nocivas para la agricultura de subsistencia mientras les entregaban compensaciones ridículas por los "daños colaterales". La contrarreforma de Carlos Salinas al artículo 27, disparó una creciente inseguridad en la tenencia de la tierra, abrió de nueva cuenta la especulación agraria, las invasiones y las expropiaciones, y posibilitó la entrada de los megaproyectos que hoy amenazan a cualquier comunidad rural cuyo sustento sea la agricultura.
Por esta razón, los días 23 y 24 de enero tuvo lugar en el DF un foro --En Defensa del Maíz-- que convocó a más de 300 participantes en un espectro que incluyó a autoridades de comunidades de Oaxaca, Chiapas, Puebla, Tlaxcala, Veracruz, Morelos, Guerrero, Michoacán, Jalisco, Colima, Chihuahua, Sonora, el estado de México y el Distrito Federal, a organismos civiles, académicos, investigadores locales y extranjeros, e incluso a representantes de algunas dependencias gubernamentales.
Fue Eyeli Huerta --coordinadora de Gestión Ambiental de Técnicas y Análisis de la Comisión Nacional de Biodiversidad (Conabio)-- quien confirmó que existen rastros de material transgénico en las muestras tomadas en 22 comunidades de la Sierra Norte de Oaxaca y en el Valle de Tehuacán y otros enclaves campesinos en el estado de Puebla. Los estudios de Conabio indican que la concentración de material transgénico es más abundante en las muestras que provienende semillas que Diconsa distribuye en sus 22 mil tiendas de abasto campesino, que en las muestras de los predios de agricultores individuales. Diconsa podría ser entonces una fuente importante de contaminación, por más que del volumen total de las importaciones de maíz transgénico sólo un porcentaje menor es manejado por Diconsa y otra cantidad importante se destine al mercado de derivados de maíz para consumo.
Entre las conclusiones del foro una de las más contundentes fue la constatación de que ir contra el maíz es parte de una escalada contra todo lo que los campesinos defienden y representan: el cultivo del maíz es refugio de autoconsumo para defender bosques, agua, recursos naturales y las formas de organización comunitaria que animan sus territorios. Este embate extrema la creciente marginación social en el campo, propicia la expulsión de mano de obra a las ciudades o a los campos de jornaleros, el vaciamiento de los territorios y la posibilidad de que las pocas megaempresas se apropien de los recursos naturales, muchos de ellos genéticos, de los cuales la vida campesina es salvaguarda.
Es decir, el maíz y otros cultivos de autoconsumo son corazón de la resistencia comunitaria contra el capitalismo y sus megaproyectos individualizantes.
La amenaza real de los maíces transgénicos se expresa de manera extrema en la variedad Terminator que, al cruzarse con las variantes nativas, las va inhabilitando para reproducirse, lo que en los hechos devastaría la diversidad del maíz y haría a los campesinos dependientes de las compañías diseñadoras y productoras de semillas.
El sistema de cargos comunitario, núcleo del autogobierno en las comunidades, por ejemplo, se vería directamente afectado cuando quien cumple un cargo como servicio no pudiera ejercerlo al no contar con las reservas de semillas nativas que le permitirían sobrevivir el periodo de su cargo.
No es paranoia que esta parezca ser por lo menos una de las finalidades de los transgénicos: devastar la diversidad biológica del maíz, desarmar a los campesinos de su estrategia de sobrevivencia, y como tal de su resistencia y su sentido comunal, a partir de hacerlos dependientes de las semillas que tengan que comprarle año con año a las grandes compañías.
A contrapelo, los campesinos e indígenas tienen sus modos tradicionales de trasiego, su propia manera de resguardar y cruzar sus semillas indígenas. Quienes resguardan las semillas buenas, desde tiempos inmemoriales, son comuneros o comuneras con prestigio en su localidad.
Una de las exigencias más generalizadas en el foro fue iniciar un veto contra Diconsa, exigirle al gobierno mexicano que suspenda las importaciones de maíz transgénico y que se inicie un plan serio y corresponsable (por regiones) para detectar y erradicar las semillas transgénicas, y emprender un plan de fortalecimiento de las semillas nativas en el que participen las comunidades, desde el diseño hasta la evaluación, y donde exista una supervisión por parte de organismos civiles que le vigilen las manos del gobierno.
Presentamos dos testimonios (uno de Oaxaca y uno de Chiapas) que documentan esta preocupación.
Diez mil años de certeza
Aldo González
En varias comunidades de la región de la Sierra Juárez se ha detectado la presencia de maíz transgénico, introgresión dicen los especialistas. Nosotros creemos que se trata de una agresión a las comunidades indígenas, porque nadie se enteró con anticipación que esto podría haber ocurrido. Cuando nuestros compañeros campesinos compraban el maíz en Diconsa, nadie, ni los dependientes de las tiendas, Conasupo que les dicen, ni los costales de maíz venían con alguna indicación que dijera que traían semillas transgénicas. Ahora dicen que no son semillas, que son granos para consumo humano. Sin embargo, algunos campesinos indígenas de la región vieron en esos granos, las semillas que podrían sembrar. Por experimentación o necesidad quizá, esa semilla transgénica se sembró. En la cosmovisión indígena no hay diferencia entre una semilla y lo que es grano para comer. El maíz, nuestro hermano, lo cultivamos, lo comemos, y no podemos establecer una frontera entre lo que es para comer y lo que es para sembrar.
Hoy varias de nuestras comunidades tienen el problema de que su maíz está contaminado con maíces transgénicos. El primero en anunciar que había contaminación de semillas transgénicas en la Sierra Juárez fue el delegado de la Semarnat estatal, Salvador Fonseca. Sin embargo no se atrevió a afirmarlo sino que recurrió al Instituto Nacional de Ecología dependiente de Semarnat, para que se hiciera una evaluación.
Lo único que se nos informó es que había rasgos de que las semillas podían estar contaminadas por transgénicos, pero sin precisar a qué tipo de granos o semillas transgénicas se referían. Es una de las exigencias que habíamos hecho en carta pública al presidente de la República, al Secretario de la Sagarpa, al Secretario de la Semarnat y a la Cibiogem. Nos respondió Vicente Fox diciendo que había turnado a la Sagarpa para que ellos respondieran esta carta. Sagarpa hasta el momento no ha respondido oficialmente la carta; la Semarnat lo hizo a través del INE.
Nos parece muy preocupante, sobre todo porque después hacen una recomendación --que desde nuestro punto de vista es un atentado contra las comunidades indígenas--, porque se dice que para que no se pierdan las semillas criollas que actualmente existen en Sierra Juárez es necesario que se sigan sembrando las semillas que fueron cosechadas en esta reciente cosecha, sin importar que haya maíz transgénico en ellas, porque si no se perderían las semillas, nos dicen. Se nos propone que el próximo año se sigan monitoreando los terrenos y las semillas. Nosotros decimos que eso que ellos llaman monitoreo es un experimento para ver si crece o no crece la contaminación de los maíces transgénicos. En nuestra carta solicitamos que se ubicara cuáles eran los predios contaminados y cuáles eran los predios sin contaminar para que de ellos se saquen las semillas para la próxima siembra.
Sin embargo, los estudios que se realizaron se hicieron prácticamente de forma clandestina. En un foro que realizamos en Guelatao el pasado 19 de enero, las autoridades municipales y los comisariados de bienes comunales asistentes, nos dijeron que ellos desconocían que hubieran ido a sacar muestras de los terrenos de la gente de las comunidades. Nadie nos pudo decir, ninguna institución gubernamental nos puede decir que oficialmente llegó a las comunidades y explicó a las autoridades municipales o a las autoridades de bienes comunales: "vamos a sacar algunas muestras de semillas de maíz de su comunidad donde tenemos cierta preocupación". Sí se hizo pero prácticamente de forma clandestina. Hoy vuelven a hacer algunos muestreos, seguramente por parte de la Sagarpa. Hasta donde nosotros sabemos el ingeniero de la Inifap --aun teniendo un protocolo de investigación-- solamente llega, platica con las autoridades municipales y les pide que le digan quién tiene maíz, y al azar van y sacan unas 40 mazorcas o 30 mazorcas o 10 mazorcas de las gentes que han sembrado maíz en la reciente cosecha.
Nosotros creemos que se tiene que hacer una investigación seria para determinar con precisión cuáles son los predios contaminados, que es lo que a nosotros nos interesa porque lo que queremos es poner un límite entre las semillas transgénicas y las que no lo son. Si el próximo año siguen monitoreando y el siguiente también, puede que el maíz transgénico siga incrementando su porcentaje en las comunidades de la región y no se esté tomando una medida efectiva para evitarlo.
En la Sierra Juárez nos estamos informando, pero hace falta más información de nuestras mismas comunidades. Nos preocupa que esto pueda estar ocurriendo en otros lugares del país. Las semillas o los "granos" de Diconsa no llegan sólo a Oaxaca, llegan a todos los lugares del país en donde se consume ese maíz, y esto pone en riesgo la integridad de las semillas nativas, mal llamadas "criollas" de muchas comunidades indígenas de México.
Para nosotros las semillas nativas son un elemento muy importante de nuestra cultura. Podrán haber desaparecido las pirámides, las podrán haber destruido, pero un puño de semilla de maíz es la herencia que nosotros podemos dejarle a nuestros hijos y a nuestros nietos, y hoy nos están negando esa posibilidad. El proceso de globalización que se está viviendo en nuestro país y el solapamiento que se está haciendo por parte de las autoridades gubernamentales está negando a las comunidades indígenas el que puedan seguir transmitiendo esta herencia milenaria. Estamos hablando de más de 10 mil años de cultura: nuestras semillas han probado durante 10 mil años que no le hacen daño a nadie. Hoy nos están diciendo por la radio en Guelatao que las semillas transgénicas no hacen daño. Qué pruebas tienen al respecto. Nosotros sí tenemos pruebas: 10 mil años de práctica lo demuestran. Cinco años o seis años de práctica de la siembra de maíz transgénico en el mundo no nos están dando ningún indicador de que estas semillas, o de que estos granos, no vayan a causar daño a la humanidad. Después de 10 mil años nuestras semillas siguen vivas. Bien podemos poner en duda las semillas de ellos, que no tienen demostración al respecto.
En la Sierra Juárez creemos que es muy importante que podamos realizar un trabajo para diferenciar las semillas transgénicas y las que no lo son. No tenemos los recursos suficientes, es más, no tenemos recursos. No hay recursos para la difusión que en muchas comunidades es necesaria. Mucha gente no sabe todavía qué es el maíz transgénico. En la ciudad de México se ve la televisión, se escucha la radio, se pueden leer los periódicos; en la Sierra Juárez eso no existe. Tenemos que ir de comunidad en comunidad a informar lo que sucede, y nuestros paisanos cada vez están más molestos por esta situación.
Uno de los pronunciamientos más importantes que podemos hacer es exigirle al gobierno mexicano que no se siga importando maíz transgénico a nuestro país. Esta demanda no es solamente nuestra, es de muchos investigadores y centros preocupados por la seguridad alimentaria de los mexicanos. Nosotros nos sumamos a la demanda que fue presentada ya por algunos organismos de la sociedad civil en contra de la Sagarpa, la Semarnat y otras instituciones gubernamentales, porque han violado una serie de pactos, una serie de convenios internacionales, una serie de leyes nacionales que ellos hicieron, que ellos firmaron y que hoy no se respetan. No podemos seguir permitiendo que en México se siga impunemente contra los pueblos indígenas.
Vamos a hacer lo que sea necesario para que nuestras semillas,
nuestros maíces, puedan sobrevivir. Los pueblos indígenas
no vamos a dejar que pasen sobre nosotros sin que digamos nada. Hoy estamos
en pie de lucha, vamos a seguir haciendo nuestro mejor esfuerzo para que
la herencia que nos dejaron nuestros antepasados podamos entregarla también
a nuestros hijos y a nuestros nietos.
Aldo González es presidente municipal de Guelatao, Oaxaca, miembro de la Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez de Oaxaca (Unosjo) e integrante del Congreso Nacional Indígena
Testimonio de campesinos de San Andrés Sacamch'en
Somos de Los Altos de Chiapas, somos personas hechas de maíz y de barro. Somos tzotziles, pero nuestro nombre verdadero se ha transformado en la punta de la lengua de los invasores. Somos indígenas desde que nuestra madre tierra nos parió y lo seguimos siendo hasta que la misma madre tierra nos trague. Vinimos de una escuela autónoma tzotzil ubicada en Oventic, Aguascalientes dos, municipio de San Andrés Sacamch'en de los Pobres. Es una escuela que habla de nuestra lucha del pueblo indígena y no indígena, en la cual sembramos nuestra lucha por la educación alternativa y emancipadora de la humanidad, porque un pueblo que no conoce su historia ni su cultura es un pueblo muerto. Es una escuela en donde no tiene cabida la distinción de personas, es decir, hombre o mujer, grande o pequeño, blanco o moreno, anciano o anciana... Esta escuela de todos, de México y del mundo, es la escuela de los que hoy hablan mal de ella, de los que hoy la desprecian. Luchamos por una educación diferente donde buscamos el bien común, donde la perspectiva de cada luchador no sea individual. Luchamos para lo que fuimos ayer, lo que somos y lo que mañana seremos. Luchamos para conocer la historia, para rescatar nuestra cultura, porque bien sabemos que si un pueblo conoce su historia jamás será condenado a repetirla y jamás será vencido.
Nos hemos enterado de que las empresas agroquímicas han patentado nuestro maíz, le están introduciendo genes de otros seres vivos y muchas sustancias químicas para acabar por completo a nuestro maíz natural, para que luego compremos puro maíz transgénico. Nosotros sabemos las graves consecuencias que trae este tipo de maíz que están creando, que afecta a nuestra cultura, porque para nosotros los indígenas, el maíz es sagrado, y si esas industrias agroquímicas tratan de desaparecer nuestro maíz, es como querer desaparecer parte de nuestra cultura que nos heredaron nuestros antepasados mayas. Sabemos que el maíz es nuestro alimento principal y cotidiano, es parte de nuestra cultura. Sabemos que nuestros primeros padres y madres nos criaron de maíz, por eso nos llamamos hombres y mujeres de maíz. Nuestros abuelos indígenas campesinos entregaban su trabajo y sus corazones, y lloraban pidiéndole protección a nuestro dios creador para que su trabajo tuviera logro. En los días de ayuno todos comían tres tortillas que tienen el tamaño de una moneda, como a las tres de la tarde, y tomaban pozol y la masa que le ponían era del tamaño de una canica. Le pedían al dios para que no se enojara la tierra, las malezas, porque nuestros abuelos consideraban a la tierra, a los árboles como seres que tienen alma, porque nuestros abuelos, nuestros padres y madres no trabajaban como les daba la gana, sino que tenían que seguir ciertas normas que rige la naturaleza.
Nos preocupa que nuestro maíz se acabe por completo, por eso en nuestras escuelas queremos crear un banco de semillas para conservar nuestro maíz, para luego fomentar que en cada comunidad se establezcan bancos de semillas. En nuestra escuela se está llevando a cabo un proyecto en defensa de nuestro maíz natural. Dicho proyecto lleva por nombre "Semilla madre en resistencia de nuestras tierras chiapanecas". Estamos en contra del maíz transgénico, y juntos y con todo el pueblo de México esperamos salvar parte de nuestra cultura que nos la quieren arrebatar.
Estación Grand Concourse, Nueva York