Luis Linares Zapata
Sociedad moderna
Varios incidentes y fenómenos que han afectado la vida pública de México sirven también como catalizadores del vigor, el atraso o la actualidad que ha alcanzado la sociedad en su ruta hacia su maduración democrática. El debate sobre la despenalización del aborto (ley Robles) en la SCJN es uno y quizá el que muestra con mayor detalle y perspectiva los avances, cambios o el estancamiento de la conducta colectiva. Otro es la lucha interior que libran en el presente el PRI, el PAN y el PRD y que descubre una notable discordancia entre la valoración que hacen los militantes partidistas respecto a la que apunta la misma sociedad cuando se refieren a sus futuros dirigentes
Aunque la disputa entre la extendida creencia del milagro guadalupano y el juicio informado que se ha desatado en torno a la existencia y canonización de Juan Diego ya es añeja, su actualidad deviene no sólo de la pasión santificadora de algunos, sino de los intereses de variada índole que en su derredor se mueven. El papel que en ello juegan algunas instituciones, como la jerarquía eclesial, las televisoras importantes, solícitos funcionarios públicos ávidos de participar en la comitiva que se formará para el recibimiento del Papa polaco, delinea los contornos de todo un suceso de masas, digno de análisis por demás concienzudo, para apreciar las ligas entre grillas personales, poder efectivo, misión pastoral o simple manipuleo.
Todos estos fenómenos de la actualidad nacional contienen y despliegan valores que se modifican continuamente y jerarquizan las preocupaciones individuales o de grupo. A veces hacen referencia a preconcepciones confusas o a costumbres legítimas, pero otras más lo hacen a miedos y tabúes de añejo arraigo. Lo cierto es que ponen en movimiento recónditos hábitos personales y los confrontan con el sentido común o con datos y hechos científicos que ya han adquirido categoría superior por la generalizada aceptación en el quehacer cotidiano de las personas. En esta lucha permanente por la transformación, la sociedad muestra sus cualidades, sus valentías y superación, pero, al mismo tiempo, se aprecian sus retrocesos, el estancamiento que con frecuencia se padece, la falta de sincronía con lo que otras comunidades han logrado.
Pero las supersticiones, que la secularización de las sociedades trata de desterrar, parecen aferrarse y hasta prevalecen en la trastienda de las actitudes y conciencia de hombres y mujeres, a veces hasta en los más abiertos a la modernidad. La confusión entre las formas y los contenidos de las costumbres, entre los referentes religiosos y los más groseros y corrientes lugares comunes para manifestar criterios, es el pan cotidiano que alimenta la confusión que, con inusitada frecuencia, se puede observar por estos días en el seno de esta sociedad.
Y nada mejor para ilustrar lo arriba comentado que la discusión habida en el seno de la SCJN respecto de la controversia constitucional que el PAN y el PVEM presentaron para revertir las enmiendas que aprobaron los diputados a la pasada Asamblea del Distrito Federal.
La corte no entró a dirimir sobre la sustancia que conforma el aborto pero, aun así, tales enmiendas prevalecieron. Sin embargo, las distintas posiciones de los ministros revelaron, de cierto y cuerpo entero, el talante, los conceptos y hasta creencias que se sostienen en las más altas instituciones del país y la manera y los modos con que se adecuan con el sentir de los gobernados y de aquellos que dependen de sus juicios para encontrar el confort, el apoyo o la justicia que buscan. Esto se afirma a partir de las opiniones vertidas por los seis magistrados que en poco responden al pulso que, mediante varias mediciones y sondeos, los mexicanos han manifestado tener respecto del aborto y sus modalidades éticas, en sus implicaciones morales, en cuanto a las libertades individuales, derechos humanos o de salud.
Las modificaciones que despenalizan el aborto ganaron por default. Simplemente continúan porque no lograron el apoyo de ocho de sus miembros, como era requisito para revertirlas por inconstitucionales. Los ministros no las defendieron como fruto de un pensamiento que camina en consonancia con aquellas sociedades que marchan en la avanzada de la civilización. Seis de ellos las quisieron revertir con base en una manera personal de ver la actualidad y sus problemas, que más bien responde a creencias religiosas, visiones del hombre y su presente y que se desfasa de la lucha por los derechos individuales, en particular los de las mujeres y sus pretensiones de decidir sobre materias que les atañen en lo íntimo. Todavía dejaron los jueces espacio para la intervención de los médicos y del Ministerio Público en la decisión sobre abortar bajo determinadas modalidades, que no son muy amplias. La autoridad metida en lo que es materia de la más refinada libertad. Pero esa es la realidad social que actualmente se vive en México y a partir de ella hay que trabajar para su mejoría, aunque sea paulatina.