Carlos Marichal
ƑCuánto pagamos por la deuda externa?
La Secretaría de Hacienda y Crédito Público acaba de presentar un reporte con la última información sobre los pagos de deuda pública realizados el año pasado y aquellos que nos esperan en los años venideros. El total de pagos por la deuda externa que todos efectuamos en 2001 alcanza nada menos que 28 mil 675 millones de dólares. Por lo tanto, cada ciudadano mexicano ha pagado a los inversores y banqueros internacionales nada menos que 286 dólares en el año.
En otras palabras, cada familia promedio del país paga más de mil dólares anualmente para honrar todos los compromisos financieros externos (buenos y malos) que asumieron las diversas administraciones presidenciales desde José López Portillo hasta Ernesto Zedillo. Si calculamos, además, que se han venido pagando sumas similares desde 1982 en adelante, uno se encuentra con una de las razones más importantes que explican porqué el nivel promedio de ingresos de los mexicanos se ha mantenido estancado.
Pero vayamos a los detalles de los pagos que acabamos de realizar por concepto de deuda externa en el año de 2001. Del total que hemos trasladado de nuestros bolsillos a los bolsillos de inversores estadunidenses, europeos y japoneses, 7 mil 412 millones de dólares fueron por concepto de intereses. Luego, vino la gran sacudida adicional, pues tuvimos que desembolsar 21 mil 263 millones por amortizaciones. Es decir, se liquidó una gran cantidad de deuda pendiente de pago. La parte más importante de estos enormes desembolsos nuestros fueron por pago anticipado de bonos Brady. Otra parte fue para cubrir créditos comerciales y bancarios a corto o mediano plazos, y adeudos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo.
Ahora bien, Ƒcómo logramos pagar tales sumas si a la mayoría de los contribuyentes apenas les alcanza para vivir? La respuesta básicamente es que gastamos casi todos los recursos que obtuvimos por exportaciones de Pemex, los que fueron muy considerables en 2001 por los altos precios del crudo. En otras palabras, en vez de poder invertir esos dineros en inversiones fundamentales en el propio sector petrolero y eléctrico o en gasto social, se exportaron estas ganancias públicas.
Es cierto que el pago puntual (y hasta anticipado) de la deuda nos asegura diversos beneficios: una inversión extranjera cuantiosa, cuando la comparamos con otros países de la región; unas tasas de interés en el servicio de la deuda pública que han venido disminuyendo; un creciente grado de estabilidad financiera que promete ser beneficiosa. Y, además, se observa que desde 1997 los montos de la deuda pública externa han venido disminuyendo, gracias a las enormes amortizaciones que hemos efectuado.
No obstante, es justo reconocer que los costos de las políticas financieras seguidas por las administraciones presidenciales desde 1972 hasta fechas recientes han sido altísimos para toda la población de México. La deuda social es casi incalculable. Hoy en día, las autoridades del gobierno parecen estar conscientes de que no debe retornarse a la enorme irresponsabilidad del pasado (que siempre fue avalado por el FMI). Al parecer reconocen que hay que ser mucho más cuidadosos, evitando tirarse en los brazos muy poco amistosos de los banqueros. Pero, al mismo tiempo, es necesario que las autoridades tomen consciencia de que el país ha sobrevivido gracias a un enorme sacrificio que ha sido pagado por el conjunto de la población, pero, sobre todo, por los sectores populares que han sufrido las consecuencias más graves del endeudamiento.