Elena Poniatowska
El mejor homenaje a Carlos Pellicer es leerlo
Portentoso,
tropical, inmenso, alegre, sonoro, intenso, audaz, devoto, filial, pujante,
espléndido fueron algunos de los epítetos que le dirigieron
en el Fondo de Cultura Económica al poeta Carlos Pellicer, muerto
en 1977.
Carlos Pellicer López, que se hace cargo de su
obra, aseguró que releerlo ahonda el amor por su tío, porque
es imposible separar su vida de su obra poética. Pellicer llevaba
al sobrino de la mano de sus ojos, grande la mirada en los cielos, y éste
ahora, buen pastor, cuida del rebaño de sus libros. Pellicer López
se felicitó, porque a pesar del modesto trato que se le da a nuestros
poetas ?Ramón López Velarde, Tablada, Gorostiza, Novo?, a
partir de 1977 ha habido 25 reimpresiones de la obra poética pelliceriana
y porque Camino ?editado en 1929 y que nunca se había vuelto
a reimprimir? ahora está en circulación. Habló de
las 16 antologías, entre las que destacó con especial fervor
la de Gabriel Zaid, las cartas Mistral-Pellicer y el estudio sobre su obra
museográfica.
Alguna vez Pellicer pidió perdón "por
haber viajado por todo el mundo con el dinero del sufrido pueblo mexicano",
pero le devolvió a México nueve museos.
Vicente Quirarte, con el aire franciscano que siempre
buscó tener Pellicer sin lograrlo (porque era demasiado sensual,
su ancho torso de atlante en perpetua exhibición), se extendió
sobre las tres santas cruzadas del poeta a Palestina, una de ellas con
José Vasconcelos. En El Desastre, en el capítulo titulado
"Jerusalén", Vasconcelos da cuenta de este peregrinaje en busca
de Cristo. A Pellicer lo deslumbró seguir los pasos y poner sus
plantas "en los lugares donde 20 siglos atrás lo hiciera el hijo
de un carpintero que fundó una religión, pero también
una estética". Quirarte, serio y el sí franciscano, citó
un fragmento de una carta que Pellicer le envió a su hermano Juan
en 1928, escrita desde Tiberiades, otra desde Nazareth y otra desde el
monte Tabor (dirigida a Samuel Ramos), y nos informó que Pellicer
había hecho "del paisaje una religión". "Para mí el
mundo es imagen. Mi sensualidad es una irradiación de imágenes.
Si algún día yo pudiera llegar a Dios, llegaría por
medio de mis sentidos hoy mudos y entonces perfectos''.
Samuel Gordon confirmó la inmensidad de Pellicer,
quien sobrevoló Río de Janeiro en 1922 en el centenario de
la fundación de la República de Brasil, y nos aseguró
que Rubén Darío y Santos Chocano fueron sus poetas favoritos.
Habló de Recinto, libro de poesía amorosa, y confirmó
a Pellicer como uno de los mejores sonetistas.
Según él, Pellicer instauró el náhuatl
en la poesía mexicana y fue el primero en rescatar palabras de nuestros
ancestros mayas y zapotecas. Para terminar aseguró que Pellicer
cuenta hoy por hoy con lectores entre los jóvenes.
Después de revelar que su madre era cubana, Gonzalo
Celorio leyó un largo fragmento de un viaje a la Cuba de 1959, cuando
todos querían a Fidel Castro y contó cómo Carlos Pellicer,
para su ventura, lo había nombrado su lugarteniente. Con él,
Celorio pasó asoleadas mañanas en La Habana y pudo comprobar,
hora tras hora, su vocación bolivariana. En los círculos
intelectuales de Cuba, Pellicer fue recibido con entusiasmo ?léase
con alborozo?, y en medio de calores sofocantes, dijo con voz sencilla
poemas de su Material poético en el departamento de Nicolás
Guillén, con una vista maravillosa sobre toda la bahía, en
medio de bebidas y bocadillos a los que no tenían acceso los cubanos
comunes y corrientes, entre otros, la propia tía de Celorio, hermana
de su madre.
Después de relatar cómo un estúpido
soldado (de ahí su odio a los uniformados) le impidió entrar
a una recepción exclusiva a la que asistiría Fidel, Celorio
regresó a Bolívar y clausuró la noche en honor a Carlos
Pellicer, devolviéndonos a los Andes, a la cólera sagrada,
a los altos sueños, a las cataratas de Iguazú y del Tequendama
y a las playas de América "malditas y apagadas".
Hernán Lara Zavala presentó a todos y la
suya fue una práctica de vuelo.