Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 8 de febrero de 2002
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Política

Luis Javier Garrido

La transa

La pérdida de brújula del gobierno actual ante su incapacidad para hacer creer a los mexicanos que constituye un gobierno de cambio, va aparejada del nerviosismo de Vicente Fox por construirse una imagen que le permita aplicar con un mínimo de consenso los programas neoliberales.

1. El discurso de Fox en el 85 aniversario de la Constitución de 1917, publicado íntegro en La Jornada (6/02/02), en el que tras negar que haya transado con sus predecesores preconiza que para él es una necesidad la expedición de una nueva Constitución o que se "actualice", así como las declaraciones de Porfirio Muñoz Ledo (Milenio Diario, 6/02) reconociendo que a espaldas de la nación se han elaborado en Gobernación, además del suyo, nada menos que cinco proyectos de "nueva Constitución" para México (neoliberales todos, desde luego) son evidencia de que el país, lejos de vivir un avance democrático, pasa por peligrosas regiones que atentan contra los fundamentos de la nación.

2. Fox fracasó rotundamente en el primer año de su gobierno en su oferta de impulsar un cambio, y para encubrir su connivencia con el narcosalinismo, Zedillo y sus amigos, o que se ha solidarizado con el fraude del Fobaproa, pretende que va a aplicar selectivamente la ley por los crímenes de Estado de los sesenta, y ahora insiste en que quiere cambios constitucionales, mientras aplica las mismas políticas del antiguo régimen.

3. La noción de "transición democrática" suponía en los ochenta, al ascender el movimiento popular de democratización por la embestida neoliberal del gobierno delamadridista, un cambio de régimen que llevara a lograr tres aspiraciones: a) pleno respeto a los derechos individuales y sociales de los mexicanos, b) reivindicación de los derechos fundamentales de la nación, y c) sometimiento de las autoridades a un régimen estricto de responsabilidades. Las reformas constitucionales se suponían entonces fundamentales, ya que estos principios no sólo fueron vulnerados en los hechos, sino por contrarreformas legales y constitucionales de los gobiernos surgidos del PRI. La noción de "transición" ha significado para Fox y sus amigos, desde su campaña de 1998-2000, algo muy distinto, pues coincidiendo con las tesis del Pentágono y del Departamento del Tesoro fueron preconizando que la alternancia en el poder debía conducir a suprimir sus últimos rasgos estatistas al régimen mexicano e imponer sin resistencia todos los programas neoliberales del Banco Mundial, lo que no pudieron hacer del todo Salinas y Zedillo.

4. Fox no tuvo jamás un programa real de "transición democrática" no sólo porque, cerrado al debate que hay en el mundo y encerrado en su pequeño mundillo empresarial, ha sido incapaz de entender las aspiraciones de los mexicanos, sino porque un verdadero cambio democrático llevaría a los mexicanos a edificar un país en las antípodas del que él quiere: aquél en el que las grandes multinacionales y los empresarios mexicanos asociados a aquéllas puedan disponer sin límites de los recursos que antaño eran de la nación, y ya se sabe que para ello se requiere limitar los derechos individuales de los mexicanos, cancelar los derechos sociales y, desde luego, ampliar la discrecionalidad del Ejecutivo.

5. Las modificaciones constitucionales a las que aspira Fox, que en sus excesos aun cree posible imponer una Constitución neoliberal, constituyen lo opuesto a un programa de reformas democráticas para México. Los foxistas no quieren que se amplíen los derechos de las personas, ni mucho menos los derechos sociales de las comunidades, de las organizaciones sociales y del pueblo, como tampoco que se establezcan mecanismos reales de control sobre el poder. De nada de esto se habló en la mesa (o comisión) para la reforma del Estado (CERE), coordinada por Muñoz Ledo (2000-2001), ni mucho menos en los coloquios organizados por Gobernación a través del INEHRM (2001-2002), pues Fox pretende, en lo político, sentar las bases para un gobierno presidencialista más autoritario mediante una serie de pactos con los partidos, y en lo económico quiere un sistema desregulado que garantice sin cortapisas el control trasnacional sobre la economía mexicana.

6. El discurso reiterativo de Fox sobre "la transición" refleja su necesidad de levantar su deteriorada imagen y la urgencia de crearse mecanismos "institucionales" más expeditos para imponer su voluntad al Congreso, ante la incompetencia de sus operadores políticos para pactar con el PRI y el PRD, y a veces hasta con el PAN. De ahí que multiplique sus referencias obsesivas al caso español y a los Pactos de la Moncloa de 1977, que no sustentaron ninguna "transición" y no tuvieron más trascendencia que ser elemento fundamental para a) subordinar a los partidos y a los sindicatos a la política económica del gobierno y, como consecuencia de este precedente, b) para sustentar la práctica, que subsiste, de que gobierno y cúpulas partidistas negocien decisiones y políticas a espaldas del pueblo.

7. El propio Felipe González, quien los suscribió en nombre del PSOE, se lo decía hace poco a Jorge Valdano en un debate en el que reconocía que se ha trastocado su significado en la mitología política (El País, 13/01/02). "Imagínate la cantidad de veces que me han preguntado por los Pactos de la Moncloa en Argentina o en México -le espetó-, y los Pactos de la Moncloa no son otra cosa que un cambio en el estilo de la relación entre las fuerzas políticas en función de los problemas del país. No tienen un contenido político notable, si con los Pactos de la Moncloa lo único que se cumplió, Ƒsabes qué fue?, negociar los salarios por inflación prevista y no por inflación pasada".

8. Los acuerdos cupulares se han vuelto una obsesión para el gobierno y no sorprende que Muñoz Ledo insista en que en "el nuevo régimen" la "Constitución síntesis" debería permitir (seguramente a través de los acuerdos) pasar a un sistema de "poderes compartidos", presuntamente diciendo adiós al principio de la división de poderes.

9. El caso de Fox es patético, pues a pesar de pretender gobernar a través de los medios, en los últimos meses se ha empequeñecido ante la nación, no sólo porque evidencia que es un hombre ignorante e incompetente o por su sumisión a Washington, sino por su mala fe, ya que al buscar encubrir sus políticas contrarias a los intereses de las mayorías con demagogia reiterada, ha perdido toda credibilidad. Cuando el canciller Castañeda dice que Fox tiene a nivel internacional imagen de "un estadista" (El Noticiero, Canal 2, 6/02), lo cierto es que en muchas partes es visto como el Bucaram mexicano, da la impresión que al igual que otros integrantes del gobierno se está burlando de los mexicanos.

10. La posibilidad de una transición política real ya se transó en México y no es negándolo como las cosas van a ser diferentes. La propaganda en los medios no lo puede todo.

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