La Jornada Semanal, 3 de febrero del 2002                           361
(h)ojeadas

Vera historia de la contraconquista

Guillermo Vega Zaragoza

Gonzalo Celorio,
Ensayo de contraconquista,
Tusquets,
España, 2001.

Empezaré propinando machetazo a caballo de espadas: conocí a Gonzalo Celorio (México, DF, 1948) hace exactamente diez años, cuando apareció su primera novela, Amor propio, publicada por Tusquets en enero de 1992. Recuerdo que lo vi por primera vez en un programa de televisión donde comentaba la aparición de su libro de ensayos Los subrayados son míos (Arte y Cultura, 1987, el cual obtuvo el Premio de Periodismo Cultural otorgado por el inba). Me cayó bien entonces, con esa pinta de cantante de boleros que se cargaba (ahora sé que estuvo tantito así de haber nacido en Cuba, lo cual explica casi todo acerca de su persona, sus gustos y sus obsesiones): bigotazo, sienes incipientemente encanecidas y la mirada de quien ha sufrido pero no le guarda rencor a la vida. Pero no fue sólo eso lo que me decidió a adquirir esa novela, sino el hecho de que en su portada aparecía la foto de Sarita Montiel, en el disco donde interpretaba las canciones de la película El último cuplé. Además, el cintillo que abrazaba el libro no podía ser más atrayente: "¡la novela de toda una generación!/un gran relato que transcurre en una fiesta de quince años/1965 a 1980."

El libro cuenta la vida de Ramón "Moncho" Aguilar, en esos años formativos para él y su generación (la del ’68). La novela abarca el periodo previo a la dolorosa y traumática pérdida de la inocencia de la otrora "Ciudad de los Palacios", que es también la del país todo. El primer capítulo me impresionó mucho, porque parecía que el autor se había colado, efectivamente, a una de las fiestas que se organizaban en mi casa cuando tenía más o menos la misma edad de Moncho. El soundtrack de su vida (desde Enrique Jorrín y Harry Belafonte hasta la Sonora Santanera) coincidía plenamente con el mío y el de mis padres y hermanos mayores; y también como él me abismé innumerables veces en el ejercicio del amor propio, atisbando las promesas escondidas en el profundo escote de la Montiel mientras ella cantaba "Fumando espero". La novela tuvo tan buena acogida que las ediciones se sucedieron rápidamente.

Después pude conseguir su anterior libro de ensayos, con el velardiano título de La épica sordina (Cal y arena, 1990). Era una recopilación de textos sobre literatura hispanoamericana, donde manifestaba sus pasiones y obsesiones, desde Alfonso Reyes, Juan Rulfo y Xavier Villaurrutia hasta César Vallejo, Alejo Carpentier y Julio Cortázar, sin olvidar, desde luego, a Ramón López Velarde. Me llamó la atención, sobre todo, el tono afectuoso con el cual Celorio se acercaba a los autores, sin temor a manifestar abiertamente la admiración por cada uno, pero también con el ejercicio de la inteligencia a través de una mirada a la vez crítica y apasionada.

A partir de ahí le perdí la pista un par de años, hasta que apareció El viaje sedentario (Tusquets, 1994), un singular libro de "varia invención", donde lo mismo abordó el cuento y la crónica que la estampa o el ensayo, y por cuya traducción al francés obtendría en 1997 el Prix des Deux Océans que otorga el Festival de Biarritz. En él retoma textos aparecidos anteriormente en otros libros suyos, tales como el volumen de crónicas Para la asistencia pública (Katún, 1985); de cuentos, Modus periendi (Oasis, 1983), donde escenifica la ciudad (el mercado, la cantina, la plaza pública) y retrata a los personajes que la recorren y le dan vida (el tragafuegos, las marías, el teporocho), y Tiempo cautivo (Galería Arvil, 1980), en el que también habla de la ciudad, pero ahora a través de un recorrido por sus espacios sagrados, en especial la Catedral de México, el Gran Teocalli. Por ello no me extrañó que, en 1996, al ingresar como miembro de número a la Academia Mexicana correspondiente a la española, en el lugar ocupado antes por Sergio Galindo, el tema de su discurso fuera precisamente la ciudad de sus amores y sus terrores. (Ese discurso, del cual este suplemento publicó un fragmento en octubre de ese año, apareció meses después como libro, publicado por Tusquets, bajo el título de México, ciudad de papel.)

Casi ocho años transcurrieron entre Amor propio y la segunda novela de Celorio, Y retiemble en sus centros la tierra (Tusquets, 1999), la cual, no obstante su patriótico título, en realidad se refiere a un real y simbólico descenso a los infiernos. Juan Manuel Barrientos, el protagonista de esta novela, podría ser considerado sin mucho esfuerzo como una transfiguración de Moncho Aguilar, personaje principal de la primera, sólo que casi dos décadas después, convertido en un maestro de literatura derrotado y alcohólico, un fantasma que recorre los bares y cantinas del Centro Histórico en busca de una redención que nunca encontrará. Llaman la atención las reminiscencias lowryanas del libro, sobre todo la irónica alegoría de que el bar La Luz, donde Barrientos espera beckettianamente a que llegue su cita, no abre los domingos. Esta novela sigue suscitando polémica; a algunos amigos les parece un libro extraño pero valioso, mientras otros colegas de Celorio opinan que se trata de una novela sumamente sobrevalorada. Vaya uno a saber. El hecho es que obtuvo el Premio Nacional de Novela impac-conarte-itesm de ese año.

Si ha llegado hasta aquí, el avezado lector habrá inferido que una de las más entrañables obsesiones de Gonzalo Celorio es la Ciudad de México (ese lugar en eterna agonía y destrucción que, sin embargo, se redime y recrea infinitamente en su literatura). Pero también el estudio de la literatura, en especial la hispanoamericana, la cual ha abordado con persistencia en su obra ensayística, desde su primer libro publicado, El surrealismo y lo real maravilloso americano (SepSetentas, 1976). En su más reciente entrega, Ensayo de contraconquista, Celorio vuelve a la carga, con una colección de ensayos, escritos entre 1980 y 2001, algunos de ellos procedentes de varios libros misceláneos aparecidos con anterioridad, pero que han sido revisados, corregidos y, en algunos casos, ampliados, para la ocasión.

El libro está organizado en cinco grandes zonas de reflexión, que son como cinco continentes que Celorio ha frecuentado con asiduidad durante ese lapso. La primera parte de esta geografía literaria está conformada por la narrativa cubana, a la que está íntimamente ligado. Su familia materna proviene de la isla y, por lo mismo, guarda una relación especial con la literatura insular. Esos lazos llegan a grado tal que, por ejemplo, luego de hacer un largo preámbulo sobre sus orígenes cubanos y la historia de sus tías, una de las cuales emigró y la otra se quedó en la isla, no tiene empacho en afirmar que el libro de Eliseo Alberto, Informe contra mí mismo, "le parte la madre", por tratarse de "un recuento doloroso de la disgregación", no sólo de su familia sino de su propia historia personal. De igual manera, repasa su relación con la persona y la literatura de Alejo Carpentier, le hinca el diente a la obra de Guillermo Cabrera Infante y le echa un vistazo a la "triple insularidad" (geográfica, política y literaria) de los narradores cubanos más recientes.

El segundo continente está formado por un estilo y una época, el barroco, y su extensión contemporánea, el neobarroco. Esta es una de las secciones más sugerentes y mejor articuladas del libro, ya que en ella plantea su interesante tesis sobre el tema, a partir de una idea de Lezama Lima, que consideraba al barroco como un "arte de contraconquista". Si bien, en su origen, el barroco fue un estilo proveniente de la metrópoli como instrumento de colonización y contrarreforma, más pronto que tarde los habitantes hispanos del nuevo mundo lo adoptaron y adaptaron para convertirlo en un instrumento de contraconquista y, en consecuencia, de liberación, al grado de cobrar rasgos de genuina identidad cultural americana.

Llama la atención el espacio que dedica a contradecir el dictum de Octavio Paz acerca de que, como la Nueva España no tuvo Ilustración y el siglo xviii pasó de noche, el pensamiento crítico americano no deja de ser una copia (mala, por cierto) de las formas de pensamiento europeo. Celorio responde que la originalidad americana radica precisamente en eso: "La que se genera de la superposición –y no del desplazamiento ni de la ruptura– de un sistema ilustrado en un sistema barroco; de unas ideas europeas supuestamente universales en una cultura americana supuestamente peculiar."

Tomando como punto de partida algunas ideas de Severo Sarduy, Celorio destaca que en la literatura barroca y neobarroca también se manifiestan las contradicciones que todo mundo acepta como inherentes a ese estilo: "La apariencia exterior sería su contenido más profundo: la máscara, su rostro; el engaño, su verdad; la exuberancia, su vacío; el artificio, su naturaleza." Así, el barroco tiene a la parodia como recurso pertinente, y como sus instrumentos a la intertextualidad (elementos externos al texto que se incorporan superficialmente) y la intratextualidad (elementos internos que participan del proceso mismo de la creación del texto). Mediante la deformación paródica, el artificio, la prefabricación y el aparente predominio de la forma sobre el contenido, el barroco busca la apropiación, la afirmación y la preservación de su discurso y sus valores culturales. "Esta parece ser, en la narrativa hispanoamericana contemporánea, la intención del discurso paródico: sentirse en posesión de una cultura y manifestar tal seguridad mediante la crítica: el juego, la reflexión, el reconocimiento", afirma.

De esta forma, en los siguientes itinerarios, Celorio nos invita a visitar los territorios habitados por sus autores más admirados. Al abordar la poligrafía hispanoamericana, lo mismo disecciona y agradece la periférica universalidad de la obra de Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges, que asedia las diversas aristas octaédricas de su admirado Julio Cortázar; lo mismo se aproxima levemente a la literatura fantástica hispanoamericana que acusa recibo de dos novelas recientes de Carlos Fuentes. Si he de ser sincero, este último me parece uno de los textos más flojos del volumen, lo cual se advierte aún más por la contigüidad de la siguiente sección, con ensayos especialmente logrados, donde analiza los rasgos prevanguardistas de la poesía de Ramón López Velarde, revela las resonancias surrealistas en la obra de Xavier Villaurrutia, y pone a pasear a este último, junto con Carlos Pellicer, por el jardín de su casa. En el último continente podemos encontrar los vestigios de la admiración y el agradecimiento, con sendos perfiles y evocaciones de sus maestros: Luis Rius, Sergio Fernández, Rubén Bonifaz Nuño y Edmundo O’Gorman (los cuales, por cierto, aparecieron en un volumen titulado El alumno, publicado por los Cuadernos de Malinalco en 1996).

En su libro ya clásico sobre El estilo literario (fce, 1951), John Middleton Murry afirma que el crítico es también un artista creador, y que su tarea es análoga a la del escritor. "En vez de esforzarse por comunicar las emociones en él liberadas por una flor, o por la vida como un todo misterioso, trata de recrear en el lector la emoción peculiar despertada en él por una obra literaria." Sin este fundamento, "su crítica será estéril e insustancial". Estos preceptos son plenamente compartidos y ejercidos por Celorio, como se comprueba en su nuevo libro de ensayos, donde refrenda su vocación de excelente compañero de viaje por los continentes literarios que comparte y recorre gustosa y obsesivamente. En ello radica también el sentido alterno que le adjudica a la idea de contraconquista: la de reivindicar el placer de la lectura y la crítica impresionista, la cual le confiere la misma importancia al lector y su entorno que al autor y su texto; de reconocer una crítica recreativa, a veces colindante con la ficción; de ejercer una manera personal, afectiva, íntima de acercarse a la literatura •



FICHERO
LOS LIBROS QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCION
artes plásticas
• La pierde almas. Historia de una cantina, Jonathan Barbieri, presentación de Santiago Espinosa de los Monteros, textos de Guillermo Fadaneli y Ulises Torrentera, traducción de John Dickie, Ediciones Punta Cometa y Jonathan Barbieri, México, 2001, 102 pp.

cocina
• Los chiles rellenos en México, Ricardo Muñoz Zurita, UNAM, México, 2001, 119 pp.

ensayo (literario)
• Escrituras de supervivencia. Narrativa argentina y dictadura, Sandra Lorenzano, UAM-Iztapalapa/Beatriz Viterbo Editora/Miguel Ángel Porrúa, México, 2001, 255 pp.
• La tensión espiritual del teatro Nô, Óscar Cossío Cossío, textos de Difusión cultural, Serie El estudio, UNAM, México, 2001, 256 pp.

fotografía
• Habana: La rosa y La piedra, Ximena Subercaseaux, Conarte/Centro de las Artes, México, 36 pp.

narrativa
• Opio. Diario de una desintoxicación, Jean Cocteau, traducción de R. Gómez de la Serna, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 1999, 176 pp.
• La mujer flagelada, Marisa D’Santos, Col. Narrativa, Grupo Editorial Neón, México, 2001, 107 pp.
• Relatos de un espejo, Elías Nahmad Sittón, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 2000, 161 pp.

poesía
• Antología, André Breton (edición bilingüe), traducción de Alberto de Olveira, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 2000, 85 pp.
• Antología de Spoon River, Edgar Lee Masters (edición bilingüe), traducción de Alberto de Oliveira, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 1999, 155 pp.
•Catedrales de agua, Mario López Roldán, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 2000, 73 pp.
•Los ojos de la máscara, Juan Pablo Vasconcelos, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 1999, 78 pp.
• Poemas de neurosis y antineuroris, Grissel Gómez Estrada, ilustraciones de Vicent Marco Puig, Col. Molinos de viento 133, Serie Mayor/ poesía, UAM, México, 2001, 70 pp.
• Poesía, Tristan Tzara, edición bilingüe, traducción de Ahmed el-Boab, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 1999, 176 pp.
• Poesía erótica, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 2000, 180 pp.
• Poetas de la lengua inglesa, traducción de Ahmed El-Boad, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 2001, 167 pp.
• Poetas españoles, selección y notas de Elías Nahmad, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 2000, 189 pp.
• Poetas italianos, prólogo Carlos Boselli, traducción de Fernando Mazzoni, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 2001, 125 pp.
• Poetas mexicanos modernos, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 1999, 141 pp.
• Poetas portugueses del siglo xx, selección, introducción y traducciones de Miguel Ángel Flores, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 2001, 282 pp.
• Vomitar mi muerte, Federico Corral Vallejo, Col. Los poetas de la banda eriza, Editorial Letras Vivas, México, 2000, 87 pp.

revistas
• Renglones, núm. 50, diciembre de 2001-marzo de 2002, año 16, textos de Luis T. Díaz Müller, Eduardo Arias Castañeda, Baudelio Lara, entre otros, Editorial Conexión Gráfica, México, 105 pp.





Exposición. El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes y el Museo José Luis Cuevas, invita a la exposición El salón de los espejos, de Fernando Leal Audirac. La cita es en Academias #13, Centro Histórico. La exposición permanecerá abierta al público hasta el 21 de marzo de 2002. Informes al teléfono: 5522 0156.

Música. Del barroco al contemporáneo, ciclo de conciertos que hasta el 12 de marzo ofrecerá la Orquesta Sinfónica Carlos Chávez. La cita es en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes ubicado en Tlalpan y Río Churubusco, col. Country Club. Mayores informes a los teléfonos: 5521 7960 y 5521 0686.

Convocatoria. El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través del Programa Cultural Tierra Adentro y del Centro Cultural Helénico, convoca a todos los escritores mexicanos por nacimiento que residan en el país, menores de treinta y cinco años, a participar en el Premio de Dramaturgia Joven Gerardo Mancebo del Castillo 2001. Podrán participar los creadores que al cierre de la convocatoria cuenten con la edad límite y que presenten una obra de teatro inédita, en español, con tema y forma libres y una extensión correspondiente a entre una y dos horas de duración. Los trabajos deberán presentarse por cuadruplicado, escritos a máquina, a doble espacio, en papel tamaño carta y por una sola cara. Los concursantes deberán participar con seudónimo. Adjunto al trabajo, en un sobre cerrado e identificado con el mismo seudónimo, deberán enviar su nombre y domicilio, número telefónico y, de contar con ellos, número de fax y correo electrónico, así como copia fotostática del acta de nacimiento y ficha curricular. Las plicas de identificación serán depositadas por la comisión organizadora en una notaría pública de la Ciudad de México. Los trabajos deberán ser enviados al Centro Cultural Helénico, Premio de Dramaturgia Joven, Av. Revolución #1500, col. Guadalupe Inn, CP 01020, México DF. La fecha límite de recepción es el viernes 19 de abril de 2002. En el caso de los trabajos remitidos por correo, se aceptarán aquellos en los que la fecha del matasellos de la oficina postal de origen no exceda la del límite de la convocatoria. El jurado calificador estará integrado por reconocidos dramaturgos y sus nombres serán dados a conocer en el momento de emitirse el fallo. Una vez emitido éste, se seleccionará un mínimo de tres y un máximo de cinco obras y se procederá ante notario público a la apertura de las plicas de identificación de quienes resultaron finalistas para notificarles inmediatamente. Los autores finalistas aceptarán participar en un taller de perfeccionamiento en dramaturgia, que les permita entregar, al cabo de un mes, una versión revisada de las obras, las cuales serán incluidas en el volumen Teatro de la Gruta II, publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro en coedición con el Centro Cultural Helénico. Dicho taller se realizará en el lugar y fechas que determine el comité organizador, el cual cubrirá los gastos de transportación, hospedaje y alimentación de los autores seleccionados. Una vez concluido el periodo de trabajo en el taller, se elegirá una de las obras finalistas para recibir el premio único e indivisible, consistente en cincuenta mil pesos ($ 50,000.00), el cual será entregado de la siguiente manera: la mitad en efectivo y el resto se aportará como apoyo a la producción de la obra. Asimismo, el resultado se dará a conocer a través de la prensa nacional. Por su parte, el Centro Cultural Helénico incluirá la puesta en escena en su programación del teatro La Gruta dentro de un plazo no mayor a un año a partir de dar a conocer el resultado, cubriendo además los gastos técnicos y de difusión de la temporada. Asimismo los organizadores cubrirán los gastos de transportación, hospedaje y alimentación del ganador para que asista al acto de premiación en la Ciudad de México. No podrán participar obras que hayan sido premiadas en otro certamen y trabajos que se encuentren participando en otros concursos en espera de dictamen. No se devolverán los originales ni las copias de los trabajos no premiados, los cuales serán destruidos con el objeto de proteger los derechos de autor. El premio podrá ser declarado desierto. En ese caso, las instituciones convocantes se reservan el criterio de aplicar el recurso correspondiente en acciones de apoyo a la dramaturgia. Es facultad del jurado descalificar cualquier trabajo que no cumpla con alguno de los requisitos exigidos en esta convocatoria. La comisión organizadora resolverá cualquier otro caso no previsto.


 De la redacción

Los números de este suplemento dedicados a 

José Guadalupe Posada fueron elaborados en 

colaboración con el Seminario de Cultura Mexicana.