El mismo 11 de septiembre de 2001, cuando los medios comunicaban el horror de todos ante un atentado que costó la vida a más de 3 mil trabajadores, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) emitía un comunicado informando que la pobreza mata 35 mil 600 niños por día. Pero sobre ese terrorismo económico nadie habló, pues la miseria y la muerte por hambre y enfermedades, aunque sean provocadas por personas de carne y hueso que planifican y ejecutan políticas concretas de concentración de la riqueza y de despojo en países dependientes, aparecen ante muchos como cosas "naturales".
No es ésta, sin embargo, la posición del Tribunal Popular Internacional de la Deuda en países víctimas de las políticas neoliberales. El organismo reiteró, un cuarto de siglo más tarde, lo expresado por el presidente cubano Fidel Castro poco después del comienzo de la actual mundialización, a propósito de la crisis provocada por la deuda externa. El tribunal sostiene que esa deuda es ilegítima, injusta e insustentable, y fue contraída a espaldas de las respectivas sociedades nacionales, muchas veces por gobernantes fraudulentos o por dictaduras. Por tanto, exige suspender el pago de los intereses y reservar esas sumas al desarrollo de los países deudores.
Además, solicita la opinión del Tribunal Internacional de La Haya sobre la legitimidad de dicha deuda, recordando que, por intereses, los países endeudados han pagado ya varias veces el préstamo concedido. El caso argentino, que suspendió el pago de dichos débitos, es típico.
Antes de la dictadura que comenzó en 1976, Argentina debía más de 8 mil millones de dólares. Los militares multiplicaron la deuda por seis en otros tantos años y los intereses sobre los intereses y la deuda nueva para pagar los servicios de la deuda vieja hicieron el resto, de modo que este país debe ahora casi 160 mil millones, pese a haber pagado más de 200 mil millones.
Es evidente que la prepotencia imperial y la usura no pueden construir una economía mundial estable. Por eso el tribunal propone que se destinen a planes nacionales de desarrollo 80 mil millones de dólares durante 10 años, es decir, menos de lo que países pobres pagan a sus acreedores ricos por intereses de deuda y menos de un cuarto del presupuesto militar de este año del gobierno estadunidense.
La justicia y la moderación del planteamiento saltan a la vista. Habrá que esperar que esta resolución y estas propuestas lleguen a ser vistas por quienes en el Foro Económico Mundial, que se realiza en Nueva York piensan en los bancos y en los acreedores, pero no en los efectos sociales de la política que proponen, y cuyo ejemplo más dramático se ve en los niños que caen cotidianamente víctimas del terrorismo económico.
SHARON Y LA CUADRATURA DEL CIRCULO PALESTINO
Ariel Sharon, primer ministro israelí, se entrevistó el 30 del mes pasado con tres altos dirigentes palestinos ?Mahmud Abbas (Abu Mazen), el número dos de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Ahmed Qorei (Abu Ala´a), presidente del Consejo Legislativo de la OLP, y Mohamed Rachid, consejero de Yasser Arafat? pues se niega a reconocer a éste como interlocutor. Sharon, en el escenario mundial, es acusado por las matanzas de Sabra y Chatila, y la semana pasada fue acusado también por el gobierno libanés de ser quien ordenó el asesinato del jefe de las milicias cristianas libanesas que perpetraron esas matanzas con la protección del propio Sharon, quien iba a testimoniar en Bruselas contra él.
Por otra parte, el primer ministro israelí declaró recientemente que lamenta no haber asesinado a Arafat en la ocupación de las tropas de su país a Líbano, y reconoció ante el diario Yedioth Aharonoth que por ahora no pensaba asesinar al líder palestino, porque "eso dañaría a Israel".
Mientras tanto, su popularidad, que en diciembre pasado llegaba a 57 por ciento, ha caído a 48 por ciento, en tanto que 47 por ciento de la población de Israel desea la paz, contra 31 por ciento que se pronuncia por la guerra.
A pesar de estas debilidades, Sharon se reunirá el 7 de enero con el presidente George W. Bush, por cuarta vez consecutiva en su mandato. Su plan consiste en promover con una parte moderada de la dirección palestina, la declaración del Estado palestino, que Israel reconocería de inmediato con la esperanza formulada por Abu Ala´a y Shimon Peres ?ministro de Relaciones Exteriores de Sharon? que tal reconocimiento permitiría acabar con el levantamiento popular y reanudar las negociaciones entre ambas partes (que en el pasado no llevaron a nada por falta de voluntad israelí).
Por su parte, Arafat está siendo duramente criticado por diversos sectores palestinos debido a la corrupción y el autoritarismo de la administración que dirige, y ayer mismo el Frente Popular para la Liberación de Palestina, que siempre se ha opuesto a Arafat pero era la segunda fuerza en la OLP, ha roto con esta organización sombrilla de los palestinos. Ante ello, es improbable que las divisiones entre ambos lleven a aceptar que la dirigencia de la OLP sea escogida por Sharon y que éste vete a Arafat porque se niega a acatar las posiciones israelíes y es, supuestamente, un "terrorista", ya que no reprime suficientemente la resistencia al ocupante. O sea, que a pesar de las críticas que se le puedan hacer, para la mayoría aparece ante el opresor como un patriota.
Muy probablemente el plan de Sharon-Bush y los moderados
palestinos será sepultado por las mismas piedras con que el pueblo
palestino intenta expulsar a los ocupantes y colonizadores. No sólo
porque los palestinos comunes no se identifican con esos "notables" flexibles
ante Sharon, sino porque en el ejército israelí crece la
objeción de conciencia y la insumisión de quienes se niegan
a ser instrumentos de un genocidio y a aplicar además el plan B
de Tel Aviv, es decir, a dividir en tres partes a Cisjordania y expulsar
de ella a sus habitantes nativos, cerrando por completo el camino a la
paz.