MAR DE HISTORIAS
Gente de banco
CRISTINA PACHECO
Sostenida por sus muletas, Paula mira fascinada la lluvia
de billetes que caen sobre la mesa.
-Estrella: mejor esconde ese dinero. Si alguien lo ve
capaz que entre a matarnos.
-Por Dios, ¿quién va a saber que tengo aquí
todo esto?- Estrella se acomoda en una silla y revuelve el dinero como
si se tratara de fichas: -Ni se lo imaginan. ¿Y sabes por qué?
Porque se supone que una como yo no puede tener nada. Ni dignidad ni aspiraciones.
Y además, si junta cuatro centavos, se vuelve sospechosa?. Estrella
sonríe con amargura: -Me di cuenta cuando me hicieron un montón
de preguntas estúpidas. Y para nada.
-No vale la pena que te amargues por eso?. Paula levanta
una de sus muletas: -Hay cosas peores.
-Sí, sí, ya sé que lo de tus piernas
es terrible?. Estrella no disimula su impaciencia: -¿Por qué
mejor no te sientas?
Con dificultades Paula se desprende de sus muletas y se
desploma en un sillón desvencijado:
-No la agarres conmigo, yo no te aconsejé que fueras
al banco?. Mira el dinero de reojo: -Es más: ni sabía...
-Perdóname?. Estrella juguetea con un billete.
-¿Por qué seré tan pendeja?
-Siempre que algo te falla te da por insultarte.
-Para desahogarme del coraje que siento contra mí
misma.
Deveras, no sé qué me dio... -Estrella aleja
el billete: -Antes todo estaba perfecto: subía al cuarto para hacer
mi chamba, cobraba mi dinero y llegando a la casa ¡córrele
a guardarlo debajo del colchón!
-¿Y por qué no le seguiste así?
-Por todo lo que está pasando y, para colmo, el
otro día La Leona contó que a su madrina la ahorcaron
para robarle doscientos pesos que guardaba en una ollita.
-Ahora te matan por menos. No es por asustarte, pero tener
aquí todo ese dinero es peligroso.
-Pues ni tanto. Nunca traigo a ningún viejo y,
aparte de ti, nadie entra en mi casa.
-Se me hace que mejor ya no voy a venir, porque si se
te pierde algo pensarás que fui yo.
-¿En qué mundo de mierda estamos viviendo?-
Estrella grita: -No es justo que por haber ahorrado cuatro centavos me
hayan visto como sospechosa en el banco y que ahora tú, por lo mismo
del dinero, quieras terminar con nuestra amistad.
-No te pongas así?. Paula consigue levantarse pero
en el intento de tomar sus muletas pierde el equilibrio, cae en el sillón
y lanza un gemido.
-¿Te lastimaste?
-No. Sólo me duele que me creas tan desgraciada
como para dejarte así nomás.
-Piensa en lo que me dijiste?. Estrella se hinca frente
a Paula. ?A ver, dime: si pensara mal de ti, ¿crees que te habría
dicho lo del dinero? Contéstame.
-No, pues no?. Paula sonríe agradecida: ?¿Qué
sucedió en el banco? Ni me lo has dicho.
-Nada: no logré abrir una cuenta?. Estrella enciende
un cigarro, apoya el codo en la mesa y mira fascinada el ascenso del humo.
?Tenía tanta ilusión que ni dormí. Me pasé
la noche pensando en llamar al pueblo a mi papá y decirle: "Estrella,
su hija a la que desconoce, ya es gente de banco". Así habla él
cuando se refiere a una persona importante: "Don Fulano es gente de banco".
Cree que es lo máximo. Para demostrarle que esta vez no estaba mintiéndole,
iba a mandarle un cheque.
-Todavía puedes hacerlo. Hay otros bancos.
-¿Para que me hagan lo mismo? No, gracias.
-¿Qué te hicieron? Dímelo de una
vez.
-Para empezar, no sabes lo que fue salir de la casa con
el dinero en la bolsa. Cada tipo que veía en la calle se me figuraba
que iba a asaltarme. No tomé taxi porque pensé: "Si el chofer
ve adónde voy pensará que traigo dinero y qué tal
si me mata." Por eso preferí caminar hasta la sucursal de junto
al cine.
-No está tan lejos.
-No, pero con los nervios que llevaba el camino se me
hizo eterno. Cuando llegué me sentí tan feliz de haber sobrevivido
que hasta me alegró hacer cola quince minutos. A la señorita
de la ventanilla le dije que necesitaba abrir una cuenta. Me preguntó
si de ahorros o de cheques. Le dije que no sabía porque era la primera
vez que iba para un trámite así. "Permítame", dijo
y corrió a hablar con un relamidito. El me pidió que lo acompañara
con la gerente. Pensé: "ya la hice", y hasta me sentí importante.
-¿Qué te pusiste para ir al banco?
-El vestido que me vendió La Leona.
-No habías de comprarle a esa vieja: es muy carera.
-Lo hago por ayudarla. Cada rato va a Tijuana, dizque
a comprar ropa gringa. No es cierto: va al penal a ver a su viejo. Se metió
con narcos y lo agarraron. Por él, La Leona talonea
como loca en La Merced, vende ropa, hace tandas...
-Olvídate de La Leona y sigue contándome
lo del banco.
-Total que me llevaron con la gerente y le expliqué
lo que quería. Me respondió que para eso necesitaba cubrir
ciertos requisitos. Como iba preparada le entregué mi credencial
de elector. La dejó a un lado. Le pregunté si no era suficiente.
"Desde luego, pero necesitamos cierta información y, en su oportunidad,
comprobarla. Es muy sencillo y toma poco tiempo".
-¿Y qué información quería?
-Toda: si pago renta o es mía la casa, si soy casada
o soltera, cuántas personas dependen de mí, dónde
trabajo, qué antigüedad tengo allí, cuánto gano,
qué tarjetas manejo?. Estrella sonríe maliciosa. ?Me dieron
ganas de decirle que nada más la de Conasida, pero me aguanté.
-¿Y del trabajo...?
-Pues ni modo de decirle que soy sexoservidora. Le respondí
lo que me vino a la cabeza: "Estoy a comisión en una fábrica
de colchones. Por eso no puedo decirle de cuánto son mis entradas
al mes... pero calculo que son bastantitas".
-Híjole, qué bien te la sacaste.
-¡Qué va! Creo que fue peor porque me salió
con que: "De todas formas usted tendrá recibos. Necesito que me
traiga los últimos seis. Así verificaré la empresa
y podré hacer un cálculo de sus ingresos mensuales". Eso
sí me cayó mal y le paré el alto: "Todo eso estaría
muy bien si viniera a pedirles un préstamo. Pero yo he venido a
dejarles mis ahorros de años y años de trabajo. ¿O
cree que me los robé?" Hizo una sonrisa bien falsa: "No, y por lo
mismo sé que le resultará muy fácil traerme las constancias
que le pido. Créame que se las exigimos a todas las personas para
evitar que en nuestra institución se lave dinero. ¿Cuándo
podrá traerme sus recibitos?"
-Le hubieras dicho que se los llevabas después.
Los de la imprenta de aquí abajo te los hubieran hecho hasta gratis.
-No se me ocurrió. Empecé a temblar y a
empaparme de sudor porque todos me veían: la gerente, las personas
que estaban esperando su turno, los otros empleados?. Estrella deja caer
los hombros: -Hice algo estúpido: salí corriendo.
-Pero si no era nada malo.
-No, sólo cometí un crimen: en diecinueve
años de puta, a costa de un montón de sacrificios, logré
ahorrar cuarenta y siete mil doscientos trece pesos?. Estrella se desliza
las manos por el talle: -Es lo que me cobra el cirujano por borrarme la
cicatriz de la cesárea. Cada que me la veo sufro mucho porque me
acuerdo de mi niña. Si viviera estaría cumpliendo veinte
años.