Directora General: Carmen Lira Saade

México D.F. Jueves 31 de enero de 2002

Economía

Orlando Delgado

Globalización: descontento y oposición

l actual premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, crítico de los excesos provocados por el fundamentalismo económico derivado del "consenso de Washington", en un texto publicado en La Jornada (19/1/02), nos ofrece una visión particular del proceso de globalización. Su tesis básica es que las naciones que han manejado por sí mismas la globalización han obtenido resultados satisfactorios, mientras que las que han seguido los lineamientos del FMI no los han obtenido. Por ello, los malos resultados que se han dado en muchos países no tienen que ver con la globalización misma, sino con la forma en que se ha instrumentado.

El argumento no es nuevo. En América Latina lo hemos escuchado muchas veces. La crisis argentina se ha explicado no como resultado de su incorporación al proyecto de liberalización de los mercados, de desregulación indiscriminada y de eliminación de la función social del gobierno, sino por la incapacidad e incompetencia de sus políticos. No ha faltado, por supuesto, quien sostenga que la verdadera razón de la crisis está en haber seguido al pie de la letra las recomendaciones del FMI. En ambas explicaciones, la globalización no se cuestiona.

En México, la crisis de 1994-95 ha sido explicada como una instrumentación equivocada y, al mismo tiempo, producto de errores de quienes llevaron a cabo la privatización de los bancos estatales. Pocos han afirmado que la crisis bancaria y la de la economía resultaron de la liberalización del mercado financiero, pese a que ha habido ejemplos similares en otros países. La crisis de los países del este de Asia a fines de la década pasada, se explica precisamente por la liberalización de los mercados financieros y de capitales.

Es indudable que la propuesta y las premisas del modelo impulsado por el FMI y por otros organismos financieros internacionales no se cumplen en ningún país del mundo; no hay ejemplos históricos que las prueben. Lo verdaderamente central no es que la base de este fundamentalismo sea solamente teórica, sino que corresponde a un planteamiento inaceptable, que debe ser cuestionado: el libre mercado no se da de manera natural cuando los gobiernos dejan de intervenir, lo que esto produce es el control oligopólico sobre mercado específicos. Lo natural, la tendencia de la sociedad, es controlar los mercados. Históricamente, incluso en los países anglosajones y particularmente en Estados Unidos, el gobierno introdujo controles que alteraron de manera significativa el funcionamiento de los mercados. Por ello, como señala John Gray (Falso Amanecer. Los engaños del capitalismo global, Ed. Paidós), el libre mercado no es una ley del desarrollo histórico, sino un proyecto político que busca establecer una economía mundial de acuerdo con el modelo de libre mercado angloamericano.

Ciertamente, la globalización está creando un sistema global, sin construir instituciones globales capaces de controlar el proceso mismo. Las instituciones internacionales, el Banco Mundial, el FMI, la Organización Mundial del Comercio, conforman un sistema que impulsa la liberación de los mercados, la privatización, la desregulación, pero no se propone gobernar el proceso. Representan los intereses de la comunidad financiera internacional, los ministros de Hacienda y los gobernadores de los bancos centrales. Carecen de cualquier sistema de rendición de cuentas. Son antidemocráticos. El asunto, sin embargo, es más general y puede formularse en una tesis, nuevamente de acuerdo con Gray: democracia y libre mercado no son complementarios, sino competidores. Los gobiernos democráticos han actuado amortiguando los efectos perversos de los mercados libres. Pero esto ocurre a escala nacional. A nivel mundial los mercados libres carecen de control, por ello se genera una política volátil de inseguridad económica.

Otro elemento que debe establecerse es la diferenciación entre la noción de eficiencia económica del fundamentalismo neoliberal y la que las sociedades han establecido históricamente. Es claro que las libertades de mercado no pueden entenderse como fin en sí mismas, sino solamente como instrumentos creados por seres humanos para propósitos humanos. La filosofía económica en la que se basa el "pensamiento económico" ha hecho instrumentos autónomos, los ha fetichizado, les ha dado vida propia. Por ello, hay descontento por los resultados de la globalización. Pero, también existe, y va creciendo, oposición.

 

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