Miércoles 30 de enero de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Hasta Adentro

Terror direccional

n Marko Castillo

no de los terrores a los que nos hemos enfrentado a lo largo de nuestra vida son los directores.
Hay directores de toda índole; de escuela, que generalmente son personificaciones de la disciplina castrense que nos quieren inculcar desde pequeños; de empresa, imagen viva de la prosperidad y de la elegancia; de tránsito, que nunca están cuando se les necesita; espirituales, que casi siempre son ajenos a las cosas de este mundo; de institutos, los adornos más caros que se puede conseguir en los mercados; de facultades, premios a trayectorias académicas, y de instancias gubernamentales, puestos políticos que se logran a través de relaciones.
Por supuesto que no podemos dejar de lado a los directores artísticos, ya que de eso se ocupa esta columna, y así nos encontramos con los directores de orquesta, cuyos desmelenados gestos son el espectáculo del concierto; de ballet o coreógrafos, codificantes del gesto corporal; de cámaras, pilares de la obra cinematográfica, y los directores de escena, responsables del producto artístico que observara el público en forma de telenovela, película u obra de teatro.
Pero ¿cuáles son las características que diferencian a estos seres del resto de la humanidad?, ¿el temperamento?, ¿el carácter?, la sensibilidad?, o realmente ¿para qué sirven?
En el teatro Isabelino, Shakespeare era el director de los espectáculos que se escenificaba en su propio teatro. En el siglo XIX el director de escena era generalmente el actor con mayor experiencia, viejo o avezado en las lides teatrales, que ayudaba a la comprensión, análisis y fluidez kinética de la obra. El director de escena como tal nace en los principios del siglo XX y se transforma rápidamente en una especialización que consagra a estas figuras como parte central del espectáculo (Los actores, por huevones, se dejan arrancar de las manos la esencia del teatro. Que recae sobre los teóricos y los directores).
En nuestra escena local, ¿qué virtudes o defectos ostentan nuestros directores? Hay de todo, desde lo que se sienten en la escuelita, los pretenciosos, los soberbios, los aventados, los teóricos, los prácticos, de tránsito, los entusiastas, los sabelotodo, hasta los atrevidos por ignorancia (la ignorancia es atrevida).
Lo que es un hecho es que hay un profusión de directores. En nuestros tiempos brotan como por generación espontánea por todas partes. Hay que detenerse a pensar que un director de escena es una persona responsable, preparada, culta, con sensibilidad (leido y escrebido). Capaz de concebir un mundo congruente desde la ficción y recrearlo nítido en el escenario.
No hay que irse con la finta de los arranques temperamentales, los gritos, la histeria o la personalidad arrolladora que por lo general presumen los directores de escena. Si conoce a algún director que dice serlo, revísele la entrepierna, y si lo es, tendrá un bulto que afirmará su profesión.
Creo que nuestras autoridades locales deben revisar la "capacidad" de sus directores.