Bernardo Barranco
El falso debate sobre la existencia de Juan Diego
Todos sabemos que Juan Diego será canonizado en julio próximo. Nadie se opondrá a la decisión que ya ha tomado el Papa. El Vaticano difícilmente dará marcha atrás a la beatificación, paso previo de la santificación, sobre todo porque se presume exigente y escrupuloso en estos procesos. Sin embargo, Ƒcómo explicar el resurgimiento de la polémica sobre la existencia de Juan Diego? ƑCómo entender que un personaje sin autoridad moral, como el abad emérito Guillermo Schulenburg, haya reaparecido, a pesar de que en 1996 fue literalmente linchado por la opinión pública y perdió una fragorosa batalla por el control económico de la basílica?
Más allá de los intereses económicos y comerciales que generarán tanto Juan Diego como la quinta visita del papa Juan Pablo II, nuestra hipótesis es que la actual polémica oculta la maniobra de distracción que llevan a cabo el arzobispado y sectores religiosos que apoyan al cardenal Norberto Rivera para seguir controlando no sólo el proceso de canonización, sino la apropiación del capital simbólico de Juan Diego.
En este sentido es curioso que la visita del cardenal Roger Etchegaray a nuestro país, hace unas semanas, haya sido eclipsada por esa polémica. El lector recordará las opiniones vertidas por Etchegaray respecto a la cuestión de los derechos indígenas, la situación de violencia latente en Chiapas y la insoslayable tarea pastoral de la Iglesia católica en ese ámbito.
Todo ha sido una cortina de humo distractora porque resulta sospechoso que casi a punto de concluir la visita Etchegaray se "filtrara" desde Roma la carta firmada por Schulenburg y otros sacerdotes como Manuel Olimón desatando una nueva ola de indignación.
La carta de Schulenburg fue revelada por el periodista Andrea Tornelli en el periódico italiano Il Giornale. No es la primera vez que Tornelli se convierte en uno de los voceros de los cardenales de la ciudad de México y de Guadalajara. En 1996, por conducto de la revista 30 Giorni reprodujo los párrafos candentes de Schulenburg, aparecidos previamente en la revista mexicana Ixtus, y que prácticamente pasaron desapercibidos. Igualmente, desde 1998, Tornelli ha venido promoviendo con insistencia la supuesta papalidad del cardenal Rivera, obviamente con más resonancia entre los círculos mexicanos que en la propia curia. En 2001 en Il Giornale, el mismo periodista italiano reprodujo documentos internos de la Iglesia en torno al asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo inculpando al ex gobernador de Morelos, Jorge Carrillo Olea, como presunto autor intelectual. Y ahora, rompiendo el secreto y violando la confidencialidad de los autores, desde los altos niveles de la curia Andrea Tornelli da a conocer una carta que reanima un nuevo linchamiento hacia un personaje quebrado como Schulenburg y desata la vieja disputa entre aparicionistas y antiaparicionistas, sembrando dudas y enrareciendo innecesariamente el ambiente.
El método es simple: la noticia sale de algún medio romano desde el centro de la catolicidad, porque así se garantiza mayor efecto mediático. Redactada la nota, se orquesta una difusión masiva en medios afines y líderes de opinión. Por ejemplo, el diario La Prensa clama a los cuatro vientos en sus titulares: "Ajusticiar" a Schulenburg. Personajes de la talla de Joaquín López Dóriga, de Televisa, muy cercano a Prigione, y Lolita de la Vega, de Tv Azteca, repiten la misma actuación de 1996 e incluso reciclan los viejos materiales utilizados.
La Prensa y Organización Editorial Mexicana son propiedad de Mario Vázquez Raña, otro de los amigos cercanos y selectos del cardenal Rivera. Vázquez Raña edita a la arquidiócesis el suplemento dominical Desde la Fe, que se inserta en El Sol de México. Según los propios obispos, don Mario ha puesto a disposición de don Norberto su jet privado, especialmente para los viajes que realiza a Roma.
Dado este panorama es claro que detrás de la falsa polémica no está la existencia de Juan Diego, sino la apropiación de lo que el indio representa tanto para la Iglesia como para la sociedad. Hay intereses comerciales y políticos en los medios por la representación simbólica de Juan Diego: para unos continúa siendo el indio postergado, el pasivo y taciturno indígena sujeto de algún programa asistencial o gubernamental; aquel que nace excluido y que nunca dice no y siempre hablará en diminutivo. En esta perspectiva paternalista el indígena siempre es manipulable (sea por Samuel Ruiz o Marcos) y testimonia que el país necesita, más que un cambio de estructuras, cambios en el corazón de cada mexicano al estilo Teletón. Del otro lado queda el indígena como sujeto de derechos y verdadero actor social, cuya dignidad comienza por el respeto a su identidad cultural y religiosa.
A pesar de la espesa retórica católica respecto a su predilección por los indígenas y los llamativos perdones del Papa a los indios, el meollo sobre Juan Diego radica en definir el papel de la Iglesia mexicana ante los indios de este país. Hay sectores que no quieren entrarle en serio a este cuestionamiento y Juan Diego les resulta incómodo, por lo que prefieren promover la imagen idílica del "indiecito", pero hay que reconocer, también, que del otro lado hace falta más osadía y valor.