Marco Rascón
Primero los peores
Tristemente para este pobre país, la competencia entre partidos políticos y las principales figuras públicas no dan para alternativas ni transformaciones ni hechos en beneficio del bien común, sino para saldar un escándalo con otro mayor. En esa escalada hacia la degradación política buscan demostrar que el ganador efímero es el enano de mayor estatura, es decir, el más inepto o el más corrupto. Y así, el estado de ánimo nacional pasa del análisis de las hilaridades del presidente Vicente Fox al crimen de ocho columnas, las rupturas partidarias o el regocijo por los fracasos ajenos.
La desarticulación de las fuerzas políticas, que obedece a la descentralización sin proyecto nacional frente a la globalización, así como al federalismo amorfo sin doctrina política, ha traído en consecuencia no sólo la fragmentación, sino que ha convertido a todos los gobernadores de los estados y de la capital en el medio de administración de los partidos que deciden y apoyan la conformación de liderazgos afines, establecen alianzas entre facciones, pretendiendo convertirse en los jefes políticos absolutos regionales.
Esto ha posibilitado que los gobernadores sean hoy pieza clave en la renovación de las dirigencias del PRD, el PRI y el PAN, y ha hecho surgir corrientes híbridas como las de los Madrazo-chuchos-Fernández de Cevallos o los Paredes-López Obrador-Medina Plascencia. Sin embargo, estas composiciones cambian por regiones; falso sería pensar que son uniformes, pues dependen no solamente de los acuerdos nacionales de las corrientes y facciones, sino sobre todo de los intereses políticos y económicos locales.
En la disputa por quién es peor en México, la oligarquía subsidiaria de los rescates económicos atiza y compra votos en la feria del "tú me apoyas y yo te apoyo", convirtiendo la política en un gran casino donde se intercambian votos como fichas para llegar a la mesa de las elecciones con aca-rreos de gente, a la cual la única organización social que le quedó le sirve para recoger despensas o cheques de Procampo, porque el viejo corporativismo se vistió de cordero con la piel de la filantropía austera para manipular el hambre y la pobreza nacional desde un esquema "moderno" o el de la "transición".
Fundidos en una sola clase política que intenta sobrevivir a costa de lo que sea, pues se siente irremplazable y poseedora de la política para manejar el Estado y los gobiernos, el PRI, el PAN y el PRD han creado la competencia para ser los peores.
El escándalo Pemex-PRI de los últimos días acabó con el alboroto que se armó con la legislación fiscal y sus parches, así como con la obra del PRD que llevó al PAN a defender al proletariado contra los ricos, ƑQué otro ruido silenciará lo de Pemex? ƑQué crimen o violación se convertirá en la nueva cortina de humo para mantenernos entretenidos? Si analizamos y sumamos el contenido de los escándalos del último año, veremos que en ningún caso se aportó algo o se solucionó un solo problema: por el contrario, todos han ido en pro de la suma cero y porque les ganó a priístas, panistas y perredistas el carácter de alacrán.
Por eso en el tricolor la lucha no es por demostrar que existe un "nuevo" PRI, sino por representar a cabalidad al viejo PRI. En el PAN la disputa está marcada por la necesidad de reorganizar los negocios políticos del palerismo, pues Fernández de Cevallos tiene menos poder que en tiempos de Salinas. Y en el PRD López Obrador clava a Higinio Martínez en la corriente de Rosario, mientras amarra con chuchos y amalios la manera de reventar por dentro lo que queda del espíritu cardenista, al mismo tiempo que sicoanaliza, si por arriba o por abajo, la posibilidad de un segundo piso.
Los aparatos burocráticos perredistas y de los otros partidos trabajan a toda máquina preparando votos, pues del resultado de febrero y marzo deberán salir nuevos partidos, haciendo públicos los contubernios que hoy existen entre facciones.
Cada elección interna en el PRI, el PAN y el PRD es en sí misma una expulsión de fuerzas, pues hoy los mayores enconos son internos, mientras las grandes simpatías se sazonan en el exterior.
Esta realidad política se refleja en la conducción general del país, en sus procesos legislativos, productivos, en las decisiones de gobierno, y el resultado ha sido el caos y la pifia. La apertura de los medios se hizo realidad, pero sólo ha servido para dar foro a los peores en la lucha por lo peor; garantizar micrófonos y tiempos de comunicación ha sido para la suma cero, los escándalos y la nota roja.
Hay libertad plena para envilecernos y destruir la identidad nacional con pactos, perdones e investigaciones en las que la justicia nombra a los ombudsman para darse credibilidad, mientras éstos proponen fiscales con tal de no asomarse a los infiernos de la impunidad, crímenes de Estado, guerras sucias y corrupciones infinitas.
Como si todo esto no fuera suficiente, las fuerzas políticas se han vuelto recaudadoras de impuestos para mantener el régimen de prerrogativas y cerrar de manera perfecta el mundo político, donde reinan, en los cuatro poderes, los peores.