Lunes 29 de enero de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Tauromaquia

Ese es el nivel

n Alcalino

Me comentaba un querido amigo su desconcierto ante el contraste entre el tono crítico de mi crónica a la corrida del sábado 19 en El Relicario, y las expresiones de alegría emitidas a través de diversos medios por el empresario de la plaza, José çngel López Lima, justamente entusiasmado con la respuesta del público y el despliegue de voluntad de los toreros. Y yo le digo que no hay tal contradicción, que es perfectamente lícito discrepar con ciertas decisiones del juez y determinadas actitudes de la gente sin dejar de reconocer el buen nivel del espectáculo. Me explicaré.
Cuidar los ingredientes. Papel y responsabilidad de quien organice corridas de toros o novillos -aquí o en China- es contratar diestros que ofrezcan al público garantías de calidad, respaldar su participación con ganado que reúna las condiciones de presencia e integridad que marca el reglamento, amén de su pertenencia a divisas cuyos productos astados estén en racha de embestir y, por último pero no al final, ofrecer a su parroquia fechas y precios accesibles, evidencia ésta última no sólo de sagacidad empresarial sino de real existencia de un compromiso con la gente. Si convenimos en todo lo anterior, es claro que el festejo que nos ocupa podría servir de modelo, con todo lo que eso significa en elogio a la gestión de López Lima. Y si, al margen de resultados artísticos, la plaza se llenó y la gente salió contenta, la cara de felicidad del tlaxcalteca estaba más que justificada. Como lo seguirá estando, a poco que se esfuerce por mantener los mismos niveles de calidad y compromiso.
Ganado y ganaderos sin casta. A lo uno corresponde lo otro. Si el ganado mexicano actual -por ejemplo, los bien presentados ejemplares de Real de Saltillo despachados el mencionado día 19 por Ochoa, El Juli y Garibay- viene acusando una aguda disminución de bravura, y esta viene redundando en lo general en una irremediable pérdida de convocatoria del espectáculo, no se entiende a qué viene declararse tan "a gusto con el juego que dieron mis toros" como se declaró, al término de la susodicha corrida, el señor Carlos Peralta, ganadero de Real de Saltillo. Que sus animales embistieron ni duda cabe. Pero que lo hicieron al paso inexpresivo y cochinero que es ya habitual, también es verdad. Una verdad que, en este caso, anula la anterior, pues explica con toda claridad por qué ha degenerado hasta quedar en diversión ligera lo que el toreo auténtico tiene de emoción profunda, en detrimento de una fiesta brava mexicana cada vez menos fiesta, menos brava y menos mexicana.
Crítica postrada. Asombra e indigna la incapacidad de la mal llamada crítica taurina para descifrar, en beneficio de sus hipotéticos lectores y oyentes, los entresijos de la celada tendida por Herrerías y socios a los toreros del tortuoso Martín Arranz, con el fin de darle gusto a Enrique Ponce -por algo coempersario, si no en los papeles si en los hechos- en su empeño por mantenerse de por vida como cabeza del cartel de aniversario que todos los años se celebra en la México, esta vez en perjuicio de Pablo Hermoso de Mendoza -apalabrado, con El Juli, para el próximo 5 de febrero, pero definitivamente eliminado a raíz del escandalito urdido por el sedicente veterinario. Puede decirse que, con el inestimable auxilio de sus publicronistas, la jugada le salió redonda. Y no tanto a Herrerías -acostumbrado de siempre al trabajo sucio- como a Ponce y su grupo, que desde su reducto mexicano en Insurgentes acaban de asestarles a Hermoso y José Tomás un golpe de repercusiones considerables de cara a la próxima temporada española, que es lo que a todos ellos verdaderamente les interesa.