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Lunes 29 de enero de
2002 |
Semanálisis Tocar fondo n Horacio Reiba |
Tomás Boy previene
a los impacientes -y se previene de ellos- con una frase
rotunda: "El Puebla todavía no toca fondo". Y
procede a explicarse: demasiados imprevistos en contra,
hábitos ultradefensivos muy arraigados en el equipo,
indisciplinas que han representado expulsiones y
suspensiones inoportunas, lesiones al por mayor, y por
consiguiente, imposibilidad de armar otra cosa que
alineaciones de emergencia. Nada, en suma, que no sea
estrictamente cierto. Sin contar el agregado federativo
que señala la imposibilidad de reemplazar a Pablo
Caballero -cuya recuperación va para largo-, porque el
reglamento sólo permite nuevas altas en el curso del
toreneo "en caso de fallecimiento" del jugador,
lo que a estas alturas suena más a burla macabra que a
cláusula de reglamento alguno. Se comprueba así que,
puestos a legislar, los dueños de clubes, ejecutivos de
televisoras y toda esa variada corte de prestanombres y
esbirros, en su incesante zambullida de aberración en
aberración, tampoco han tocado fondo. Sin embargo, el
problema principal es que el Puebla no gana, y de seguir
así hasta podríamos llevarnos un chasco similar al del
Verano de 99 cuando, aparentemente a salvo de riesgos de
descenso, la original y verdadera Franja se dio a ligar
derrotas, batió con ocho consecutivas sus récords
históricos y los de todos los demás y -eficazmente
ayudada por Tena y Baquero, otro par que demostró que lo
que pasara con el Puebla les venía más bien guango- se
precipitó sin remedio al abismo de la Primera A, que ni
es "primera" ni sabe de letras pero bien que
fastidia. Y mal que huele, duele y puede. Hugo al habla. De amenizar la semana se ha encargado una vez más el célebre "Pentapichichi", igual de bueno para endulzarle la vida a la feligresía Puma -con el 0-3 endilgado a los pobres Tecos en Zapopan- que para provocar estados de hilarante convulsión al resto de los mortales cuando se le fue a ocurrir condicionar su "aclamada" presencia como DT de la Selección a que "existan por lo menos unos cuarenta jugadores mexicanos colocados como titulares indiscutibles en clubes de primer nivel mundial". Ya después de oír eso, cualquier barbaridad declarativa -como las del directivo atlantista Couchonal con motivo de la extraña negativa de la delegación Juárez a autorizarles su partido de ayer en el Estadio Azul- nos parecerá más desangelada que libreto cómico de Televisa antes del arribo de Brozo. Sí se puede. La sorpresa fue un partido de Primera en México que fue todo un espectáculo. Y no porque se vieran en él cosas extraordinarias, sino por la disposición a jugar y dejar jugar de Monterrey y Toluca que convirtió su duelo de la fecha en algo de lo más grato del torneo. Merecieron ganar los Rayados, pero Toluca se las ingenió para rescatar el empate y seguir invicto, y sobre todo, ambos pusieron una buena muestra de que puntuar y hacer gozar no son verbos incompatibles. Copa de Oro. Rozando como nunca la farsa, el bianual torneo gringo sigue adelante. La piedra de escándalo estuvo esta vez en el sorteo que calificó a Corea del Sur mientras eliminaba a los ecuatorianos -dos equipos empatados en todo, de los cuales sólo uno podía sobrevivir-. Es sintomático que mientras Alex Aguinaga acusa a su federación de haberse vendido, la Concacaf y los organizadores prefieren meditar y guardar silencio. Sólo falta que México -escribo antes de que el partido se realice- no haya sido capaz de poner ayer en su sitio al débil seleccionado oriental para que el resto de la competición se convierta en una pura sucesión de ejercicios con balón cuadrado. De lo cual, por cierto, ha estado siempre bastante cerca. |