Lunes 29 de enero de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
CALIFA Y POLICÍA
A pesar de lo que digan las autoridades, la delincuencia y el tráfico de drogas han crecido de manera exponencial durante la administración aliancista. Dos factores tiene que ver en ello: la cultura de la prostitución y los policías que protegen y amplían esta industria.
No se necesitan censos o encuestas para observar que en la franja de Chiautempan a Tlaxcala se han incrementado los centros recreativos en los que la prostitución se contonea alrededor de un tubo. Estos espacios se han convertido en el espacio privilegiado para la comercialización de estupefacientes, particularmente cocaína. La región suroriente ha desarrollado la prostitución como una industria que mayor ingresos proporciona a las familias. Los kalimanes, califas o caliches son el prototipo del lenón que se convierte en el modelo a seguir de muchos jóvenes que anualmente se incorporan y amplían las redes de corretaje. Hasta hace algunos años Tlaxcala era considerada zona de descanso y refugio, durante los últimos años fue transformada en zona de consumo.
El tren que corría de Veracruz al Distrito Federal convirtió a la ciudad de Apizaco en zona de tránsito de enervantes. Algunos jóvenes se convirtieron en burros para distribuir pequeñas cantidades de mariguana o pastillas en colonias a las que la policía ni siquiera se atrevía a entrar. La protección que las distintas policías locales brinda a los lenones o directamente a las prostitutas desplazó la distribución de drogas hacia la zona sur, donde ya no se comercian grapas o gramos, sino kilos. Podría decirse que todo esto es un invento, pero basta con hacer un recorrido nocturno por los bares y prostíbulos de Chiautempan, Zacatelco o San Pablo para observar cómo, al primer chiflido, las prostitutas y los burros salen a dejar la cuota a sus policías protectores .