Es oportuno congratularse por el feliz término del robo de la bebé Aixel Camila Alonso Flores, quien fue sustraída del Hospital General de La Villa en diciembre del año pasado, dos días después de su nacimiento, y devuelta a sus padres ayer por el procurador general de Justicia del Distrito Federal, Bernardo Bátiz; en torno a este caso, es preciso aún consignar a la presunta secuestradora de la bebé ante las autoridades judiciales correspondientes y esperar a que el proceso penal se desarrolle con apego a derecho.
Por lo demás, debe admitirse que, por desgracia, el caso de Aixel Camila fue una excepción en un entorno caracterizado por la ineptitud y desgano de las corporaciones policiales y por la carencia de plena conciencia cívica sobre los factores y los contextos en los que se desarrolla la lacerante actividad delictiva del robo de infantes.
Es pertinente apuntar que buena parte de las desapariciones y robos de menores se producen en el contexto de conflictos conyugales y familiares, lo cual no hace disminuir en un ápice el sentido delictivo del hecho, pero sí le da un significado social particular, y requiere que las autoridades y la sociedad pongan acento en políticas educativas y preventivas orientadas a inculcar en la población en general el valor de que los niños no deben ser considerados como un objeto --y menos como un objeto en disputa-- sino como lo que son: seres humanos sujetos de derechos.
Otra porción importante de las desapariciones de infantes está relacionada con cuadros de violencia y/o desintegración familiar ante los cuales la huida resulta, para muchos menores, la única alternativa posible. Para contrarrestar estas circunstancias, al igual que las anteriormente señaladas, la principal estrategia ha de ser el fortalecimiento de políticas educativas y preventivas de integración social.
Al margen de los dos escenarios mencionados y de situaciones como el robo de menores por parte de individuos desequilibrados --que podría ser el caso de la presunta secuestradora de Aixel Camila-- existe una clase de robo de infantes relacionada con la búsqueda de lucro: personas u organizaciones criminales dedicadas a secuestrar bebés y niños para venderlos a padres adoptivos en el extranjero o en otros puntos del propio territorio nacional, o bien para nutrir las redes de producción y distribución de pornografía y otros servicios sexuales en los que se utiliza a niños.
Tales acciones delictivas se ven favorecidas y reforzadas por fenómenos de la globalización tales como la posibilidad de acceder, allende nuestras fronteras, a mercados para todos los bienes y servicios imaginables, tanto legales como ilegales.
Tales fenómenos delictivos, particularmente agraviantes y repudiables, requieren acciones multidisciplinarias --preventivas, educativas, policiales y legislativas-- y del diseño y establecimiento de mecanismos internacionales orientados a enfrentarlos. Esta nueva y especialmente repudiable modalidad del tráfico de seres humanos merece respuestas internacionales a la altura del nuevo milenio.