Directora General: Carmen Lira Saade

México D.F. Lunes 28 de enero de 2002

Cultura

Proyecto de alto riesgo

Aline Pettersson

Los científicos -me comenta sonriendo Herminia Pasantes- suelen ser vistos injustamente, desde lejos, como seres desagradables, aunque acepta que a veces esta opinión tiene bases. Pero Herminia no entra en esa taxonomía. Quizá para definirla, habría que hacerlo mediante los músicos que más admira: Bach, "que es la pureza, lo sobrecogedor", y Schubert, "con un romanticismo interior que no se atreve a evidenciar".

Entre estos dos polos se ha desenvuelto la primera mujer galardonada con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de ciencias exactas y naturales. A los científicos dejo una conversación puntual con ella; al resto de los mortales quisiera acercarlos a esta mujer de voz suave, amable, pero perfectamente apasionada.

En el buen número de años que llevamos de conocernos, hemos conversado de todo, desde recetas de cocina hasta el asunto político del momento. Y su entusiasmo en la charla -a veces entre cigarro y cigarro y a veces en la firme y siempre rota promesa de dejar de fumar- hacen entrañables esos momentos.

Traje a colación lo de la cocherminia_pasantes_n62ina, porque mi intención es abordar su trayectoria profesional desde una charla entre mujeres. Además, porque Herminia es muy docta, no sólo en neurociencias sino también en ciencias del fogón. "La cocina es una actividad creativa, no sigo las recetas. Me imagino muy bien cómo va quedar la mezcla de elementos, y suele resultar muy bien". E imaginándose muy bien la mezcla de elementos, en los problemas que se plantea en su profesión, ha llegado hasta el día de hoy rodeada de éxitos. El ser la primera mujer en México que recibe el premio en el área de ciencias duras no es poca cosa.

Y así, hablando, hablando, hemos echado un vistazo a su trayectoria de investigadora y maestra durante ya cuarenta años. Partimos desde su niñez de niña de anteojos y extrema curiosidad. Lectora ávida, confiesa que durante largo tiempo El conde de Montecristo fue su libro favorito releído muchas veces. Yo supuse que por lo azaroso de la historia. "No -me dijo- por la trama tan bien e inteligentemente resuelta. Todo cae en su lugar". Y eso viene a ser condición del desempeño cabal en la investigación. Plantearse una pregunta (un enigma) y resolverla.

Sus padres debieron aceptar que tenían una hija rebelde que se preparaba a estudiar medicina. Pero sucede que un buen día, en la preparatoria, debe ir por muestras para un trabajo escolar. Así llega al "ranario" en la Casa del Lago, en aquel tiempo sede del Instituto de Biología. Herminia es recibida por un joven científico, Teófilo Herrera. Y tal vez el entusiasmo de Herrera, y el ambiente del recinto la hacen afinar su proyecto. "En la belleza del sitio había un ambiente intelectual, romántico. La duela del piso crujía; la gente estaba tranquila, callada; las colecciones se destacaban en las vitrinas". Y el rostro de Herminia al recordar aquel día se transforma. Nunca había escuchado la existencia de la carrera de biología, aunque desde ese día estuvo segura de que ahí quería estar. Entonces la población total de dicha carrera era de cincuenta alumnos contra varios cientos en química o medicina.

Y así se va desgranando la charla. Le pregunto si considera haber tenido oportunidades semejantes a sus compañeros varones. "Si, excepto en el doctorado". La maternidad y el doctorado parecían entonces (y les siguen pareciendo a muchos ahora) incompatibles. Las mujeres estaban siempre a prueba. "Tenías que ser mujer de fierro, pues todos los ojos estaban sobre ti". Jamás iba a externarse molestia alguna del embarazo, nada que echara luz sobre ese estado, tanto de su parte, como de la de sus escasas compañeras. Herminia destaca algo que ha sido con frecuencia providencial, y es la solidaridad familiar en nuestro país: mujeres de la familia dispuestas a ayudar, en este caso, su madre.

En el paradójico tono suyo: despacioso pero lleno de ardor al hablar, cuenta cómo en la infancia temprana de sus dos hijos trabajó medio tiempo en el laboratorio, pero, en realidad, un tiempo más que completo. Estudiando y leyendo en su casa durante las tardes y atendiendo a sus hijos. No tenía tiempo que perder, y no lo perdió. Adquirió, además, una característica que solemos compartir las mujeres: la capacidad de abstracción alrededor del trajín cotidiano. Esta historia se repite tanto que quizá valdría la pena -digo yo- investigar el mecanismo cerebral que lleva a infinidad de mujeres a proseguir un tren de pensamiento al tiempo que se cambia un pañal, por ejemplo. "Yo no estaba pensando en hacer una carrera muy distinguida, yo estaba viviendo simplemente. Ocupada en resolver los problemas de mi investigación y lo demás de mi vida".

Pero al cabo del tiempo, el desempeño de ese "estar viviendo" pone de manifiesto que ahora es incomparablemente más rica que aquellos de sus colegas varones que sacrificaron "de manera despiadada su vida familiar". Herminia opina, con sabiduría, que una vida personal plena se refleja en una vida profesional plena y viceversa. Riqueza llama riqueza.

En 1970-73 hizo su doctorado en el Centro de Neuroquímica de Estrasburgo. Sus hijos de 3 y 5 años fueron a la escuela ahí. Se trataba de una institución para madres que trabajan, en su gran mayoría los alumnos eran hijos de sirvientas españolas, que al igual que los hijos de Herminia no hablaban francés. Confiesa que tenía sentimientos de culpa al pasar a recogerlos en plena oscuridad invernal a las 6 de la tarde. Alguna ventaja nuestra es vivir más cerca del trópico, digo yo.

Confiesa también que su marido -cuyos cursos eran generalmente durante los fines de semana- se hizo cargo de la casa con el escándalo del vecindario. Si esto de la división de labores requiere de un largo entrenamiento cultural.

Y claro que la charla no sería así de ser Herminia hombre. ƑQué clase de pregunta sería aquella de indagar en la vida doméstica del investigador padre de numerosa prole, por ejemplo? "Un hombre puede tener doce hijos y ser tan capaz como le dé su inteligencia. Una mujer, no. Conozco casos, no de doce, pero sí de seis hijos, y la científica de trayectoria brillante debió retrasarse mucho". Y hay otra cosa, los hombres en su trabajo suelen olvidarse de la enfermedad de sus hijos, por ejemplo; las mujeres, no. ƑCondición biológica que anuda a la madre y al hijo?

Herminia me comenta que a las investigadoras jóvenes ella les recomienda no desesperarse; claro, de tener dos hijos, no doce. Es una etapa que pasa y se pasa, y luego puede reanudarse el ritmo sin menoscabo grande a la trayectoria profesional. Me confiesa que por esa razón no recibió, por ejemplo, el premio a jóvenes investigadores en la UNAM, y qué bueno sería que, en el caso de las madres jóvenes, se extendiera al menos cinco años el límite de edad. En el Sistema Nacional de Investigadores (SIN) así ha sucedido ya, por fortuna.

De tema en tema llegamos al feminismo. Herminia confiesa que no está demasiado al tanto de la postura feminista actual. Y que desde luego no concibe la vida sin el placer de la compañía de los hombres. Sin embargo, es enfática al afirmar que no quiere ser menospreciada por ser mujer, pero tampoco quiere tener ventajas por el mismo hecho. "Las cuotas me parecen asunto peligroso, aunque yo me he beneficiado, por ejemplo, en ser elegida para comités internacionales, imagínate, mujer e hispánica". Pero continúa diciendo que si una mujer mediocre es elegida por cuota y su desempeño es mediocre, hace un daño grande al género.

De ser un hombre el mediocre, se trataría de alguien con nombre y apellido, en el otro caso prevalece el inevitable comentario de: "claro, las mujeres..." Y, por fuerza, eso acaba siendo muy contraproducente para las propias mujeres y para la ciencia misma.

Siempre me ha parecido que puede (y debería) darse un enamoramiento del proyecto de vida que se ha elegido, y cuando Herminia me cuenta de sus investigaciones, los ojos se le pierden, amorosos, en la lejanía. Todo comenzó en su proyecto de doctorado, donde analizó la presencia en la retina de un aminoácido hasta ese entonces poco conocido: la taurina. Descubrió su papel esencial en la integridad de los fotorreceptores. De no existir taurina en la retina, inevitablemente se pierde la visión.

Después, ya en su propio laboratorio, se describió un efecto protector espectacular de los fotorreceptores dañados por exceso de luz o estrés oxidante. Y como un paso sigue al otro, así se llegó a encontrar sus acciones protectoras de tejidos. Ahora se utiliza en los líquidos de preservación para trasplantes. Al constatar altas concentraciones de taurina, se sugirió que ésta podría estar involucrada en los mecanismos que controlan la cantidad de agua en una célula, asunto indispensable para su supervivencia. Por primera vez se describió, desde su laboratorio, la existencia de mecanismos de regulación del volumen en las neuronas. Su desequilibrio ocasiona severas patologías.

Me confieso incapaz, y no es éste el sitio, para dar cuenta del prolijo camino de su investigación; sólo diré que en su laboratorio se descubrió que para el cabal desarrollo del cerebro de los recién nacidos la taurina es esencial. Su fuente de ingestión es la carne, pero ahora, gracias a sus estudios, se sabe que está presente en las semillas de plantas leguminosas como frijol, lenteja, haba, garbanzo. "La sabiduría popular es grande, llega a excelentes conclusiones antes que la ciencia". Así, habla de que en la dieta rural, el desarrollo cerebral de los niños es perfectamente adecuado. Sin embargo, cuando los grupos urbanos marginales abandonan ese tipo de dieta, los niños sufren fatalmente sus consecuencias. "La sopa de pasta es sabrosa, pero el beneficio de un plato de frijoles en la dieta de la embarazada o la madre lactante es fundamental".

Dada la recepción ambivalente con respecto a los científicos, vistos desde la distancia, le pregunto si considera que hay una obligación moral de éstos para con la sociedad. Herminia se entusiasma, me dice que pese a ciertas quejas de los carrascalosos, cada vez se les insta más a divulgar sus conocimientos. "Hay cosas que es necesario que la gente sepa, como que la depresión es tan enfermedad como la úlcera gástrica. Y a mí dos suicidios por la ignorancia de eso me marcaron para siempre".

Por lo pronto las cosas no están bien organizadas, pero confía en que cada vez lo estén mejor y que el conocimiento llegue a más gente: en secundarias, preparatorias, en radio, televisión, donde se pueda. "Me gustaría ir al mercado y decirles Ƒsaben qué cosas maravillosas pasan en el cerebro?" Y mientras se anima a hacerlo ha publicado artículos y libros de divulgación y va donde la inviten, "porque, además, es mucho muy grato".

La ciencia creativa depende no sólo de los procesos analíticos, sino, también, de la intuición. "Quizá por eso, porque las mujeres solemos ser intuitivas, hay muchas biólogas muy destacadas, y mucho menos físicas, por ejemplo". Matiza, desde luego, no podría ser de otra manera. Pero en el centro de la curva de distribución suele ser así.

"Sin embargo, hoy en día sigue siendo un proyecto de alto riesgo el ser mujer". Queda siempre la pregunta del posible embarazo, y el freno en los proyectos de las jóvenes visto así por sus asesores. "Se debe flexibilizar ese criterio".

Pero sí se puede ser una mujer de vida plena al mismo tiempo que una científica de excelencia. Herminia Pasantes no sólo está segura de ello, sino que lo ha demostrado. Y este premio es una señal importante para todas las mujeres.