León Bendesky
El coronel y las señoritas
Como en un cuento de Chéjov, la narración puede empezar con cualquier escena, casi sin importar cómo sea, a partir de la cual se desarrolla la trama hasta llegar a la culminación, que debe ser consistente. Así se pueden apreciar muchas veces los acontecimientos políticos y económicos, sin necesidad de grandes antecedentes que ubiquen por completo el relato. Interpretar mediante la descripción y el análisis de los hechos preparatorios es parte de la historia, necesaria sin duda, pero tiene otra dimensión. Hoy tenemos enfrente varios asuntos cuyos temas podemos apreciar a la manera de Chéjov sin que ello aminore, necesariamente, nuestro entendimiento.
"-šCuéntenos algo, Piotr Ivanovich! -decían las señoritas.
"El coronel, retorciéndose el bigote y tosiendo para aclararse la voz, empezó:"
El cuerpo de Clifford Baxter fue encontrado dentro de su auto, con una bala en la cabeza y una nota de la cual aún no se sabe el contenido. Baxter había sido el vicepresidente de Enron, una empresa gigante del sector de la energía, cuya quiebra se ha convertido en el más reciente escándalo financiero y político en Estados Unidos. Antes de morir había vendido su paquete de acciones con lo que se embolsó 35 millones de dólares; lo mismo hicieron los otros altos ejecutivos de Enron, aprovechándose de una oportunidad que no les dieron a los trabajadores que habían colocado sus fondos de pensiones en acciones de la que fuera próspera y flamante compañía. La empresa abusó de todas las formas posibles de la especulación y el engaño, algunas de ellas incluso aceptadas por la ley y con amplia red de complicidades, una de ellas visibles, como la de la firma Arthur Andersen que auditaba sus operaciones, y otras, de tipo más velado, como las que provenían de las donaciones concedidas a políticos y a muchos congresistas que aprobaron las disposiciones legales que controlan el manejo financiero de las corporaciones. Hoy esos legisladores confiesan que se equivocaron. Menos mal.
Hay muchas interpretaciones alrededor del caso Enron. Unas son de tipo político y parecen involucrar al presidente y al vicepresidente, así como a otros funcionarios del gobierno estadunidense. Otras son de índole financiera y tienen que ver con las prácticas contables y de auditoría que están permitidas y otras que eran un vulgar engaño solapado por las autoridades. La Casa Blanca trata de deslindarse todo lo posible del escándalo político; del otro lado, la revista The Economist centra toda su atención en el asunto de las reglas contables. Lo más probable, como siempre, es que la cosa esté en algún lugar intermedio, que muchos compartan las culpas y que no se sepa nunca por completo quién fraguó el fraude, porque lo que es claro es que los fraudes no ocurren por sí solos.
Un aspecto del caso Enron que conviene poner en la mira fue destacado en la nota de Cason y Brooks en este mismo diario (26/1/02) y se refiere al hecho de que este asunto no comprende solamente conductas impropias y delictivas de las partes involucradas y, por lo tanto, aislables, sino que es parte misma del funcionamiento del sistema económico imperante. Para analizar esta quiebra no se encontrarán referencias en ningún texto universitario de economía, y pienso que tampoco aparecerá como un caso de estudio en las prestigiosas escuelas de administración de empresas en el mundo. Pero esa es la práctica de muchos grandes negocios en la estrecha relación que se da entre ellos y el poder, ya sea en el ámbito del mercado o fuera de él.
Esta cuestión recuerda un planteamiento del historiador francés Braudel (en La dinámica del capitalismo), que distingue tres nociones sobre la manera en que se conforma una sociedad: la vida material basada en la costumbre y los actos cotidianos de la gente para subsistir; la economía de mercado como forma de organizar la participación y la satisfacción de las necesidades y, por último, el capitalismo, que es una manera específica de funcionamiento de la sociedad que privilegia el espacio de las transacciones en el mercado. Pues bien, el de Enron es el capitalismo en su expresión dominante, misma que contrasta de modo muy brusco con los discursos de la libertad, la competencia y la eficiencia que se promueven en el mercado. Esto no es para sorprenderse, sino para aclarar lo que pasa más allá de las fórmulas convencionales que se repiten por todos lados como las frases de los pericos. Es el capitalismo tal y como funciona en su entorno económico y político -que son inseparables- sobre el que debe ponerse la atención.
El coronel Ivanovich tiene más que contar a las señoritas, que lo escuchan muy entretenidas.
Los argentinos salieron masivamente a la calle a protestar nuevamente, después de meses de tensión porque les han robado; su gobierno les ha robado en su propia cara. Es claro que les duele el robo, pero también el engaño que han padecido por décadas y del cual de una u otra manera han sido cómplices. Así de complicado es el asunto de la democracia y, además, los reprimen y castigan; así de simple puede ser el poder. Los responsables no saben qué hacer con el problema y muchos otros en los bancos y los organismos internacionales hasta fingen demencia, como si nadie se hubiera dado cuenta durante años para dónde iba la economía argentina, igual que lo que ocurría en Enron. Esta es otra vertiente de la historia actual del capitalismo que tanto se preocupa de boca para fuera por el bienestar de la gente, la que siempre acaba siendo presa del abuso. El coronel lleva su cuento hasta un final anecdótico: Ƒes que alguien puede creer en principio que haya quien desvíe recursos públicos de Pemex para financiar una campaña política y que en el camino algunos se queden con una tajada?