Angel Guerra Cabrera
Regresan los halcones
l nombramiento del cubano-estadunidense Otto Reich en el cargo más importante de la política de Washington para América Latina y el Caribe es un presagio ominoso. El presidente George W. Bush tenía interés desmedido en el caso, al extremo de haber designado a Reich contra el virtual veto senatorial, basado en una prerrogativa para situaciones de emergencia. Con el gesto, Bush paga a la extrema derecha cubana la promoción de su candidatura en Florida y, sobre todo, haberlo subido a la poltrona mediante eficaces alquimias electorales probadas en la Cuba prerrevolucionaria. Fue el fraude en Florida lo que dio oportunidad a que los magistrados más reaccionarios otorgaran por sus pistolas la victoria al texano. Bush trata también de asegurar así la relección de su hermano Jebb como gobernador y la suya misma, en 2004, en el estado más sureño.
Al parecer el interés electorero de la primera familia concuerda con la tónica que pretende imprimir a su política en la re-gión la facción dominante en Washington. Reich dio protección a uno de los autores intelectuales de la voladura de un avión ci-vil cubano con 73 pasajeros a bordo cuando era embajador de Washington en Venezuela, cabildeó empleado por la ronera Bacardí a favor de la ley Helms-Burton y ha hecho cuanto ha estado a su alcance por desestabilizar al gobierno de La Habana. Pero su currículum va más allá de ser un febril activista de la contrarrevolución cu-bana, con todo y que difícilmente exista hoy un grupo político tan refractario como ese a todo intento de progreso social en América Latina.
Reich encabezó una oficina, teóricamente subordinada al Departamento de Estado, pero en la práctica a la CIA y a Oliver North, encargada de desinformar sobre la máquina de muerte montada por la administración de Ronald Reagan en Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras; igual función realizó respecto a la invasión de Granada. Periodistas estadunidenses han relatado sus métodos mafiosos para disuadirlos de publicar la verdad sobre lo que estaba ocurriendo en esos países. Acusado por el Congreso de Estados Unidos de realizar "propaganda encubierta no autorizada" durante la investigación del Irán-contras, en 1992 recibió el perdón presidencial de Bush padre. No menos significativa es su reciente participación en WRAP, entidad "no lucrativa" acusada por sindicatos de dedicarse a ocultar los abusos contra los trabajadores en las maquiladoras estadunidenses alrededor del mundo.
Moderados como el ex presidente costarricense Oscar Arias, ex izquierdistas co-mo el venezolano Teodoro Petkoff y prominentes legisladores estadunidenses, como el demócrata Christopher Dodd, han censurado el nombramiento.
Pero Reich no es el prietito en el arroz. Si no fuera suficiente con Cheney, Rumsfeld y Wolfowitz en el alto mando -ahora absortos en la guerra por la hegemonía infinita, el control del petróleo en el mundo y el escándalo Enron-, otros cold warriors de Reagan ocupan cargos directa o indirectamente relacionados con América Latina. Por ejemplo, Rogelio Pardo-Maurer, subsecretario como Reich para el Hemisferio Occidental, pero en el Pentágono. De origen costarricense fue nada menos que representante adjunto de la contra nicaragüense en Washington entre 1986-1989. Añádase a Lino Gutiérrez, subsecretario asistente de Estado para el Hemisferio Occidental, un oscuro cubano-estadunidense, sospechosamente embajador de Washington en Nicaragua durante el mandato de Arnoldo Alemán, conocido éste por jactarse de su membresía en la ultraderechista Fundación Nacional Cubano Americana. También están John Negroponte, representante en la ONU, dedicado a la actividad contrainsurgente con saldo de cientos de muertos cuando fue embajador en Honduras, y Roger Noriega, ahora embajador en la OEA y correligionario de Reich en los tiempos de la guerra sucia. Como colofón, Elliot Abrahams, encargado en el Consejo de Seguridad Nacional de democracia, derechos humanos y operaciones internacionales. A Abrahams se le imputó mentir sistemáticamente al Congreso sobre el Irán-contras cuando era subsecretario de Estado, y también recibió el perdón ejecutivo del padre del actual presidente.
Probados halcones frente a una región donde de nuevo soplan vientos levantiscos. Difícilmente Washington podrá aplicar con éxito la línea dura en América Latina y a la vez lidiar con la recesión y la caja de Pandora abierta en Asia y Medio Oriente.