Lunes 21 de enero de
2002 |
Del hecho al
dicho La comida vegetariana n Manuel de Santiago |
La dieta balanceada
es un buen camino para mantener la salud. El consumo
combinado de proteínas, azúcares, grasas, harinas,
celulosa, sin llegar a exageraciones, debería ser en
principio suficiente para que nuestro organismo adquiera
los elementos necesarios para que se lleven a cabo los
procesos orgánicos sin necesidad de suplementos
artificiales. Sin embargo, nuestros hábitos de consumo, en gran medida dictados por razones culturales, no siempre garantizan un equilibrio de nutrientes. De manera que muchas veces la vitamina "T" (tacos, tamales, tlayoyos, tortas, tostadas, etcétera) se impone sobre otras opciones de la dieta diaria. Poca gente despreciaría un buen chicharrón, aunque fuera con pelos; o una barbacoa de borrego, o también unos buenos mixiotitos, un molito poblano, además de una cantidad de deliciosas fritangas que se expende, principalmente, en los rumbos populares de nuestra ciudad, dondequiera que se vea la luz de un "foco pelón" afuera de un zaguán. Cuando por razones estéticas, de salud o ambas tomamos la decisión de ponernos a dieta de vegetales o de alimentos con bajo contenido calórico y mucha fibra, los días iniciales de tal régimen son un verdadero martirio, la muerte chiquita. Sin embargo, pasando algunas semanas uno se va acostumbrando a ésto y como finalmente decimos: "de lo perdido, lo que aparezca", más vale tomarle gusto a las verduritas que lucir eternamente con figura de globo de Cantoya, o hacer cara de ogro al esforzarse para evacuar o convertirse en candidato al infarto. Así que, después de los excesos de diciembre en el comer y beber, podemos intentar bajarle a los consumos de grasa y azúcar, al chupe y tratar de equilibrar la dieta sin llegar a los extremos de la inanición o de estas nuevas enfermedades como la anorexia y la bulimia. Todo con medida, ¿no? |