Pueblos indígenas de Colombia
La resistencia, un largo camino
Lorenzo Muelas Hurtado
Desde los tiempos inmemoriales, antes de que siquiera se usara la palabra resistencia, desde el momento en que el hombre extraño entró a este continente, los pueblos indígenas hemos estado en resistencia permanente, hemos batallado por la sobrevivencia.
He reflexionado sobre por qué me integré a esta resistencia. En mi pueblo guambiano encontré mucha gente que resistía; en mi país Colombia, encontré muchas comunidades que resistían también. Me vienen a la memoria los dirigentes indígenas que a finales del siglo XIX luchaban, y que hoy no están con nosotros. Unos desaparecieron en forma natural, otros en forma violenta, pero todos ellos nos dejaron su ejemplo para que sigamos resistiendo. Recuerdo, y hago mucho honor a un hombre que luchó por nuestra gente: don Manuel Quintín Lame.
Don Manuel Quintín Lame murió de noventa años, por ai' de los años sesenta, después de más de 200 encarcelamientos con los que las autoridades de mi país nunca lograron doblegarlo. Él nunca renunció, ni nos ordenó renunciar a nuestros derechos. En algún momento de mucha represión en la lucha de los pueblos indígenas dijo que los españoles, los blancos, todo lo que pudieron trastear, se lo llevaron; pero no se pudieron llevar la tierra, que ahí está. Dijo también que mientras existiera un puñado de indígenas conscientes de su situación, de sus derechos, la lucha por la reivindicación de esos derechos seguiría, la lucha por la tierra tendría que seguir. Es decir, nos marcó el camino para que los herederos de estos pueblos siguiéramos luchando. Y ese es el camino que muchos venimos siguiendo durante muchos años. Esa semilla que nos dejó sembrada tan profundamente es la que hoy todavía reivindicamos.
A los derechos que tenemos los pueblos indígenas en toda América, los guambianos los llamamos el Derecho Mayor; los arhuacos, los kogis, los arsarios de la Sierra Nevada de Santa Marta, al norte de Colombia, los llaman la Ley de Origen; los u'was llaman a todos esos derechos ancestrales, que hoy prevalecen y que son vigentes, la Ley Natural.
Pero las leyes no indígenas, los legisladores, los gobiernos, los Estados, jamás nos han reconocido este derecho, y van a seguir con ese capricho interpretativo de no reconocerlo. Nunca quisieron reconocer la existencia de estos pueblos que hace 20, 30, 40 mil años nos desarrollamos en este continente. Hoy persisten en no hacerlo. A nosotros nos cortaron el derecho de una forma vertical.
A nosotros no nos importa que no nos reconozcan; lo importante para nosotros es que en cada mente indígena, en cada pensamiento que nos caracteriza, reivindiquemos ese derecho, y que demos resistencia con nuestra identidad, con nuestro pensamiento, con nuestra propia lengua hablante y con muchas otras normas que uno no alcanza a dimensionar, esas que los pueblos y nacionalidades indígenas tienen en sus conocimientos.
Muchas veces nos preguntan que dónde están los títulos que respalden nuestro reclamo. Nosotros hemos dicho que no tenemos títulos en documentos, en papeles, pero nuestros antepasados nos los dejaron escritos en las grandes rocas y allí están. Aquí en estas tierras existen los huesos de nuestros antepasados, y son sagrados. Si eso no fuera suficiente, nosotros, sus herederos, estamos aquí de cuerpo presente, como títulos vivientes.
Nunca hemos admitido que las autoridades nacionales --la autoridad eclesiástica, la civil, la militar-- nos mezclen este derecho nuestro con el derecho que otros luchan: los comunistas, los guerrilleros, los marxistas. Para nosotros la bandera es la Ley de Origen, la Ley Natural, el Derecho Mayor. No tiene nada que ver con lo que plantean y hacen otros sectores que luchan, porque incluso las fuerzas de izquierda muchas veces se oponen a este derecho nuestro.
Hemos hecho claridad de que en el mundo nosotros también
tenemos una alternativa política, también pensamos, también
tenemos una filosofía. Si algún día los indios quieren
renunciar a su identidad, a su cultura, cuando les hayan lavado la mente
indígena, cuando ya no exista esa llama, cuando ya no tengan ese
espíritu, cuando ya hayan abandonado esos dioses que tanto nos han
ayudado, entonces ese derecho quedará renunciado. Mientras tanto
sigue vigente.
Este
derecho es tan real que, aunque ellos no lo han querido reconocer, tampoco
lo han podido desconocer. Parte fundamental de esos derechos por los que
seguimos luchando son nuestro territorio, nuestros recursos y la posibilidad
de manejar nuestro desarrollo según nuestro propio pensamiento,
y no de acuerdo a los valores de un sistema que nos quieren imponer.
Hoy los técnicos, los científicos del mundo occidental, han inventado nuevas palabras, como es el caso de la "diversidad biológica" con todos sus componentes: la fauna, la flora e incluso los genes indígenas. Han inventado lo que llaman lo "tangible" y lo "intangible", y palabras como "desarrollo sostenible" y "seguridad alimentaria".
Pero ni los Estados, ni los legisladores ni los técnicos ni los científicos han querido reconocer que, en la práctica, el verdadero desarrollo sostenible, el que ha permitido la seguridad alimentaria, es el que se han dado los pueblos indígenas, allá internados en la selva, en la montaña, donde nacen, crecen se reproducen y mueren. Ellos, viviendo su hábitat, han logrado desarrollarse por miles de años. Esto es lo que para nosotros significa el nombre de "sostenible", que considero totalmente incompatible con el que predica el sistema capitalista, que tiene puestos los ojos en estas comunidades, en esos territorios donde existen estos recursos.
En la Orinoquia, la Amazonia, la selva, los llanos y otras regiones, todavía existe lo que los occidentales llaman nómadas y seminómadas y, en algunas regiones apartadas de los centros de consumo, existe gente que vive sin esa dependencia del papel moneda, que lo llamamos billete. Esos territorios y los sistemas de los pueblos que viven en esos lugares son los que hay que apoyar.
La gran selva, las montañas, producen toda clase de frutos, muchos tubérculos, muchas semillas de gran alimento y animales de caza; los materiales para las viviendas; les presta la tierra para que cultiven sus alimentos. Los grandes ríos producen millones de peces de toda clase y tamaño. La naturaleza es generosa y con poca o ninguna ayuda produce; es algo bello y de mucho valor.
No es que la vida sea fácil. Tienen que trabajar para recolectar, para cazar, para pescar y cultivar sus chagras, que sirven como fuente de economía y papel monetario para el intercambio de los bienes que ellos no producen, como la sal, herramientas, fósforos, pilas, linternas y otros. Esta forma de vida es posible gracias a sus grandes conocimientos sobre la naturaleza que los rodea, que han sido acumulados a lo largo de miles de años de relación con ella.
Este largo proceso acumulado de generación en generación y compartido por pueblos muy diversos ha permitido aprender a manejar la naturaleza que los rodea, y así pueden vivir de ella sin destruirla.
Entre esos hermanos de la selva, sí que aún se puede hacer una vida integral: ahí está el pensamiento, la gran filosofía de la vida, ahí están los espíritus, ahí están los recursos, ahí se produce todo. Allá es posible aún vivir sin la esclavitud del signo pesos, porque aún hay una íntima y equilibrada relación con la naturaleza, que es la madre, y por eso lo da todo.
En cambio, ¿cómo piensa el sistema capitalista el desarrollo sostenible? A nombre de ese desarrollo "sostenible", dicen que hay que llegar allá a la selva, llegar al mar, o a los grandes ríos, y que los recursos que hay en la naturaleza, ya sean mineros, madereros u otros, hay que explotarlos: extraer, extraer, extraer, a como dé lugar. Y están destruyendo todo lo que encuentran a su paso y en particular esos sistemas que sí son realmente sostenibles.
Eso es totalmente diferente a lo que practicamos los pueblos indígenas, que hemos vivido de lo que la naturaleza produce, acompañándola con sus cultivos, buscando siempre un equilibrio, una armonía, pensando en nuestros hijos, en los hijos de nuestros hijos, no queriendo acabar todo sólo los que estamos vivos ahora. Nosotros también sacamos provecho de los recursos, sí, para eso son, para eso es la naturaleza. Para construir una vivienda, para cultivar, nos toca necesariamente talar un espacio; nos toca usar leña para el fogón, nos toca capturar; de eso hemos vivido y de eso tienen que seguir viviendo nuestras futuras generaciones. Pero el nuestro no es un sistema de arrasamiento.
Tenemos una enorme responsabilidad frente a nosotros mismos. No hay nada que dignifique más al hombre, a la mujer, que con nuestras manos cultivemos, podamos producir para nuestro plato diario, que muchas veces se nos pone esquivo. Ese es el desarrollo sostenible y la seguridad alimentaria: en el campo, producir lo que nosotros mismos consumimos, lo que vamos a consumir.
Si estamos hablando de la resistencia, si estamos hablando de este planeta tierra, si estamos hablando de nosotros mismos, de la humanidad, de la gente, no debemos seguir haciéndole el juego a este sistema que nos han impuesto.
A lo mejor no hemos tenido la suficiente fuerza para sembrar, a lo mejor hay muchas fuerzas adversas que nos llegan de todos los medios, de todos los vientos nos llegan y eso nos ha hecho que nos vayamos perdiendo tanto y tan aceleradamente.
Acepto que la juventud de hoy tiene que conocer el mundo. No podemos pensar que el mundo termina allí donde alcanzan a ver nuestros ojos. Hay mucho por aprender. Pero que esto no sea pretexto para renunciar a nuestros principios básicos, filosóficos, éticos, políticos, de nuestra identidad.
Pertenezco al pueblo guambiano. Pero en estos últimos diez años, en mi pueblo mismo, ya en sus hogares no les enseñan la lengua materna que es la guambiana. Hemos hecho programas bilingües, tratando de que conozcan ambos mundos, pero la de afuera se ha ido imponiendo. Por eso hablo de nuestra debilidad política.
Y si en este momento no somos lo suficientemente capaces de reflexionar sobre nuestra problemática, estaremos condenados a desaparecer como pueblos, dándole satisfacción a aquellos adversarios que siempre han querido acabarnos.
Hoy somos pobres, no porque fuimos pobres sino porque nos empobrecieron, en la parte económica, en la identidad y en el pensamiento; nos inyectaron en la mente todo lo de afuera y lo nuestro nos lo hicieron desechar calificándolo de diabólico e improductivo, porque lo nuestro no era un sistema capitalista, lo nuestro no era con signo de pesos sino con signo de vida. Por eso hemos sufrido todo el rigor de la destrucción.
En el proceso de resistencia, nuestra lengua propia, nuestro
pensamiento, la propia identidad que nos caracteriza, han sido una arma
fundamental. Yo siempre he dicho que los pueblos indígenas también
somos un recurso natural no renovable; desaparece esta lengua, este pensamiento
que tengo, esta identidad que me caracteriza, y nunca vuelve a surgir.
Lorenzo Muelas es exgobernador del pueblo guambiano de Colombia. Fue Consituyente en 1991 y senador de la república en 1994-98, por el Movimiento de Auroridades Indígenas.
Tomado de Resistencia: Un camino hacia la sustentabilidad,Acción Ecológica, Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo, Quito, 2000.