Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 20 de enero de 2002
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Sociedad y Justicia
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Jenaro Villamil

Enron y las galletitas de Bush

Justo cuando la prensa escrita de Estados Unidos, en especial The Washington Post, The New York Times y la revista Newsweek, comenzó a documentar el enorme lodazal político que trasluce la quiebra del emporio de Enron, el mandatario de ese país, George W. Bush, aparece, el lunes 14 de enero, como una víctima de sus galletas favoritas -pretzels-, que le provocaron un sospechoso desmayo mientras disfrutaba viendo por televisión un partido de futbol.

Por supuesto, el gran aparato mediático (ABC, CBS, NBC, Fox-News, AP y decenas de comentaristas televisivos) reprodujo al infinito las palabras y la imagen del hematoma de Bush, quien se presentó, cual personaje de los Beverly, como un afable padre de familia que no le hizo caso a las recomendaciones de su madre -"cuando estés comiendo pretzels, mastica antes de tragar"-, cayó en su sofá presidencial, mientras sus perros Barney y Sopt lo miraban "muy preocupados". Y los mass media suspiraron, porque su presidente es humano.

Afortunadamente, a ningún hacedor de historias televisivas se le ocurrió que el ántrax pudiera habérsele metido al sucesor de Clinton, pero no pocos columnistas suspicaces vieron en el desmayo la metáfora del inicio de un descalabro político, tan grave como o más que el que enfrentó Richard Nixon en el Watergate y mucho más complejo que el Whitewater de Clinton o sus devaneos orales con Mónica Lewinsky.

El desmayo de las galletitas se dio a conocer en paralelo con los informes del caso Enron que vinculan al primer mandatario y a la familia Bush -beneficiaria de por lo menos 623 mil dólares de donaciones a sus campañas electorales desde 1993, según el Centro para la Integridad Pública-, al vicepresidente Richard Cheney; al secretario de Comercio, Don Evans; al principal consejero económico presidencial, Lawrence Lindsey; al procurador John D. Aschcroft; al secretario del Ejército, Thomas White; al jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, y al titular de Energía, Spencer Abraham, todos ellos en algún momento beneficiarios de donaciones o de jugosas comisiones que la compañía pagaba para "atender encuentros" o cabildear.

El desmayo, por lo pronto, dejó en segundo plano las primeras protestas de por lo menos 20 mil jubilados del complejo Enron, que vieron esfumados sus ahorros con la quiebra de la empresa que el 2 de diciembre pasado informó que su séptimo lugar como uno de los 10 consorcios estadunidenses más importantes y que sus 100 mil millones de dólares en ventas durante el 2000 fueron producto de alta ingenería financiera, de especulación al por mayor, de sociedades secretas que no fueron registradas. Sus acciones, de valer más de 80 dólares, pasaron a ser menores a los 70 centavos, una auténtica debacle (La Jornada, 15-enero-2002, p. 31).

El personaje central de esta trama no es una galleta, sino un alto ejecutivo llamado Keneth Lay, calificado alguna vez por la revista Fortune como el "manager del año", que contribuyó en el año 2000 con 290 mil dólares, por lo menos, a la campaña presidencial de Bush y que obtuvo ganancias del orden de los 205 millones de dólares en los últimos cuatro años, según Newsweek, mientras el valor de las acciones de su empresa, Enron, se esfumaba y más de 30 mil trabajadores eran despedidos del consorcio que fue considerado un "modelo" de la nueva economía.

Por su amplia generosidad con el clan Bush en Texas y en Florida, Lay era conocido en los círculos del llamado Grupo Texas como Kenny Boy. Le prestó varias veces su jet al actual jefe de la Casa Blanca, lo ayudó en su primera campaña para gobernar Texas, en 1994, y lo conoció por sus trabajos en la Convención Nacional Republicana de 1992. Lay también es un viejo financiador y conocido de Richard Cheney. Una investigación de los demócratas revela que antes de la quiebra se reunió "en secreto" seis veces con el vicepresidente para advertirle por dónde estaba la crisis del consorcio. Cheney fue una de las piezas claves para que el Plan de Energía de Estados Unidos tuviera dedicatoria especial en favor de los intereses de Enron, compañía que él mismo ayudó a impulsar en julio de 1985, cuando se fusionaron la empresa Houston Natural Gas e Internorth para formar Enron, como compañía interestatal de gasoductos. El apoyo de Cheney fue clave para que, en 1989, este consorcio comenzara a comercializar gas natural.

En la década de los noventa la "magia" de las relaciones políticas de Kenny Boy con decenas de legisladores republicanos y demócratas, incluyendo al ex secretario del Tesoro de Clinton, Robert Rubin, le permitieron diversificarse: sus tentáculos se extendieron al agua, el carbón, la fibra óptica, derivados climáticos y papel para imprentas.

Aunque perdieran millones de dólares en sus aventuras bursátiles, los ejecutivos de Enron formaron una sociedad llamada Chewco Investments. ƑDe dónde salieron los recursos? Según las investigaciones recientes, de los propios fondos de una sociedad que formó la empresa con las inversiones de las jubilaciones.

Al parecer, la clase política republicana no sólo estaba enterada de estos manejos turbios, sino que fue beneficiaria de ellos. "Todos fueron cómplices silenciosos de las miles de sociedades secretas de Enron que no fueron registradas", editorializó la revista Newsweek. Y justo cuando las investigaciones del senador demócrata Joseph Lieberman se trasladaban del ámbito empresarial al entorno político, Bush se desmayó. Los medios masivos estadunidenses hablaron del "hematoma" presidencial. Y en México arreciaron las críticas a Pemex.

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