Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 18 de enero de 2002
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Política
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Horacio Labastida

Argentina, Ƒespejo de México?

La disgregación del gobierno de Isabel Perón en el trienio 1974-1976, agitado por las violentas luchas entre peronistas de izquierda y de derecha, abrió las puertas al golpe militar presidido por Rafael Videla, primer miembro del gorilato que aterrorizó a Argentina durante la criminal administración prolongada hasta 1983. Los gorilas que sucedieron a Videla fueron Roberto Viola, a partir de marzo de 1981, y Leopoldo Galtieri desde principios de 1982, cuya caída fue acunada en la perversa guerra de las Malvinas, en la cual la Inglaterra de Margaret Thatcher, primera ministra desde 1979 hasta su renuncia en 1990, y el gobierno de Galtieri mostraron al mundo cómo las elites autoritarias pueden convertir a los humanos en animales. En aquella tiranía de los gorilas argentinos, las persecuciones, homicidios y torturas aún no contabilizadas en las infernales páginas de aquellos negros años cuentan miles de desaparecidos en las denuncias hechas por las heroicas madres que marchan cotidianamente en la Plaza de Mayo, pidiendo el castigo de quienes ejecutaron las infames masacres, sin conseguir hasta hoy el amparo de la justicia.

Y en esos tiempos tan agitados y tormentosos se adoptó, para desgracia de la nación sureña, el modelo neoliberal briosamente exaltado en nuestros días por el Consenso de Washington. La mezcla de genocidio y neoliberalismo aseguró el hundimiento del país. Al renunciar Galtieri y asumir la presidencia Reynaldo Bignone, en julio de 1982, la situación era desastrosa: la inflación subió hasta 200 por ciento, los salarios perdieron un cuarto de su poder adquisitivo y se registraba una imposibilidad de cumplir con el servicio de la deuda y fue entonces cuando los militares se vieron sustituidos, al año siguiente, por la administración civil que presidiría Alfonsín junto con la tambaleante política iniciada ante las demandas sociales y morales de castigar a los autores de la guerra sucia, y a la inepta práctica de la condenable economía neoliberal. La aplastante deuda pública de 50 mil millones de dólares obligó a la solicitud, para cubrirla, de nuevos préstamos condicionados a la implantación de radical austeridad local. Sin embargo, la inflación subió a 700 por ciento en 1985, y no obstante la congelación de salarios y sueldos y una aparente caída inflacionaria a menos de 100 por ciento, las familias apercibiéronse arrastradas en el juego vicioso de la recesión y el derrumbe de los ingresos, sin que las débiles medidas de la autoridad pudiesen detener la aplastante alza de precios que se registró a partir de 1989. Fue entonces cuando el peronismo con Carlos Menem, gobernador de la provincia de La Rioja, derrotó en el voto popular y en el Colegio Electoral al candidato radical Eduardo Angeloz, en contra de las ilusiones de un cambio favorable a las demandas colectivas, Menem continuó haciendo más de lo mismo. No sólo la inflación que brincaba en 150 por ciento cada mes, los atrasos en el pago de la deuda y la confiscación de los ahorros de las clases medias en 1990 herían el corazón de Argentina, pues la subordinación menemista al Tío Sam no parecía tener límites. A partir de ese último año inició el presidente una arrebatada política de privatización del patrimonio estatal y de cambio monetario al proclamar la equiparación del peso argentino con el dólar, siguiendo las indicaciones del ministro de Economía Domingo Cavallo, animosamente aplaudido por el Banco Mundial y el FMI, creándose así la falsificada atmósfera que la mercadotecnia llamaba el milagro económico. Atrás de tal milagro crecían las pobrezas entre las mayorías, aumentaba el desempleo, se elevaba el costo de la vida y las dimensiones faraónicas de la corrupción la ha-cían inocultable. Estos factores y otros más, todos ignominiosos, determinaron la caída de Menem y el triunfo de Fernando de la Rúa en los comicios de 1999. Cabe recordar aquí que en la política exterior Menem apoyó y se sumó a la Guerra del Golfo en 1991 y al golpe sobre Haití en 1994; procuró un acuerdo pacífico en el conflicto de las Malvinas y buscó contactos con la Unión Europea. En cuantas ocasiones se le presentaron, criticó a Fidel Castro y rompió compromisos con los países en desarrollo de Africa y Asia. Estados Unidos llegó a designarlo como el mejor aliado ajeno a la Organización del Atlántico Norte.

De la Rúa triunfó como candidato de Alianza para el Trabajo, la Justicia y la Educación, asociada a otros grupos, mas los resultados de esta alentadora transformación son bien conocidos. Las protestas del pueblo han sido reprimidas por De la Rúa y sus sucesores, incluido el actual presidente Eduardo Duhalde, enemigo de Menem. Sin embargo, Duhalde se ha exhibido como gobernante incapaz de reorganizar al Estado en función de los sentimientos nacionales. Sin duda, Argentina es hoy un mártir más de la dependencia económica y política impuesta al mundo por las desatadas ambiciones del capitalismo trasnacional. ƑAcaso no es indispensable que mirando nuestra imagen en el espejo argentino reflexionemos ahora, antes de que ocurran amarguras indeseables, sobre el inmediato y azaroso porvenir que nos impone una dependencia económica y política semejante a la que estalló en la patria del libertador San Martín.

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