Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 14 de enero de 2002
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Toros y guerra en Argentina

Lumbrera Chico

Buenos Aires, 13 de enero. Coincidencias de la historia: el 10 de enero de este año de gracia y probable desgracia de 2002, fecha en que las masas coléricas de esta ciudad quemaron y destrozaron más de media docena de sucursales bancarias, el tiempo y la vida cumplieron exactamente 183 años desde que fue celebrada la última corrida de toros de la capital de Argentina, hoy por hoy, un país atónito frente a su novedosa realidad de absoluta miseria.

En aquel lejano entonces, fueron vistos por última vez en Buenos Aires "los jinetes vestidos coma gauchos en medio de los toreros con trajes de luces", que una vez concluida la lidia de cada bovino, entraban al ruedo de la plaza de El Retiro, montados en pequeños corceles para lazar de las patas y arrastrar al destazadero el cadáver de la res.

Pero en enero de 1819, como ya se ha dicho, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eustoquio Díaz Vélez, ordenó para siempre la cancelación de las corridas de toros en Buenos Aires y la demolición de la plaza de El Retiro, alegando que el coso se encontraba en tan malas condiciones que resultaba ya una amenaza para la seguridad de los aficionados, cuenta el investigador Bonifacio del Carril en su magnífica obra La plaza San Martín, 300 años de vida e historia.

Doce años antes de la demolición del redondel de El Retiro, agrega, más de 10 mil soldados ingleses, fuertemente pertrechados, cruzaron el río de La Plata desde Montevideo para apoderarse de Buenos Aires. Esto ocurría "en los últimos días de junio de 1807". Como la plaza de El Retiro, hoy plaza San Martín, se encontraba en lo alto de una loma, encima de una barranca que miraba al inmenso brazo fluvial que separa al Uruguay de la Argentina, el capitán porteño Gutiérrez de la Concha congregó a sus tropas y para contener el desembarco de los británicos emplazó sus cañones en la plaza de toros.

Los ingleses atacaron cañoneando desde el río, el 5 de julio de 1807, y desembarcaron por las calles de Santa Rosa y Santo Tomás, tratando de eludir el fortín en que se había transformado el embudo taurino. Esas tropas iban al mando del general Auchmuty, quien en sus memorias escribió: "Yo creía haber dejado la plaza de toros a mi izquierda; el día no había aclarado aún, ningún tiro había sido disparado contra nosotros cuando fuimos repentinamente atacados por las balas de uno o dos caños que, me pareció, estaban frente a nosotros en la bruma. Tratamos de continuar hacia delante, cuando un pesado fuego de mosquetería se abrió desde un edificio que después supe era la plaza de toros".

Como bien se sabe, los ingleses jamás lograron apoderarse de Argentina por medio de las armas. Años más tarde lanzarían una segunda invasión con los mismos resultados catastróficos. Sin embargo, a la mitad del XIX, consiguieron su propósito de dominar este país por medio del comercio. Para entonces, de la fiesta brava en las planas tierras de la pampa, no quedaba entre los hombres de aquí memoria alguna.

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