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TOROS
Ť Despiadada corrida de diez toros, nueve de ellos
mansos de solemnidad
Salvan la tarde Casasola y El Juli al cortar
dos orejas cada uno
Ť Descastadas reses de Bernaldo de Quirós
Ť Los llenaplazas no llenaron la plazota
LEONARDO PAEZ
Igualito que los legisladores anencefálicos haciendo
leyes a espaldas del pueblo por órdenes de Hacienda, es decir, por
órdenes del Presidente del cambio, la empresa de la Plaza
México continúa haciendo carteles a espaldas de la afición
para tranquilidad de los llenaplazas que le quedan, los que por
ende imponen el nivel de comodidad que se les antoja.
Así, en el cartel más tonto en la historia
de la Plaza México, el singular promotor del espectáculo
taurino decidió -es un decir- hacer una combinación de toreros
que ni a los verdes ecologistas se les hubiera ocurrido, pues el descarado
proteccionismo de que fueron objeto dos de los toreros españoles
más importantes del momento evidencia la nefasta política
entreguista adoptada por la empresa desde hace nueve años. Como
las anteriores y la nueva administración, pues.
Es el espíritu del falso cambio recorriendo la
vida nacional en todos los ámbitos, es la democracia entendida como
falacia y es la fiesta de toros manejada como negocito particular, en el
marco de un neoliberalismo desbocado e insensible, sin leyes, autoridades
ni legisladores que lo acoten.
¿Por qué el cartel más tonto?
Porque
a Enrique Ponce y a El Juli, cada uno con más de cien corridas
toreadas el año pasado en su país, la empresa está
obligada a ponerlos con diestros mexicanos que de verdad les aprieten,
y no recurrir al expediente demagógico de las falsas oportunidades
a toreros modestos, como lo viene haciendo hace años.
¿Fue un encierro a la altura del oficio y fama
de los diestros hispanos la mansada de Bernaldo de Quirós? ¿Fue
oportunidad para Antonio Urrutia salir de primer espada la tarde de ayer?
¿Fue ese el cartel que esperaba el desidioso público de la
México? ¿Es esa la sensibilidad taurina de la empresa para
ofrecer espectáculos atractivos? ¿Las recientes hazañas
de Mariano Ramos, Jorge Gutiérrez o Rafael Ortega no merecían
haber medido armas con los cuasi llenaplazas? A pesar de tamañas
omisiones los aficionados a apellidos más que a los toros llenaron
el numerado y buena parte de general, no obstante la fría y lluviosa
tarde.
Se pas-toreó un encierro quesque con más
de cuatro años -los posmortem pasaron a la historia en el
gobierno capitalino del cambio-, decorosamente presentado -pobre
de cabeza y sobrado de kilos- de Bernaldo de Quirós, propiedad del
matador Javier Bernaldo, quien la temporada pasada había enviado
una dócil, mansurrona y débil corrida en busca de cartel,
mismo que de inmediato le fue otorgado por las coludidas autoridades de
la delegación Benito Juárez, que una vez más confundieron
docilidad repetidora con bravura a secas.
Ayer esa crasa confusión hizo crisis, y de los
ocho bernaldos que salieron por toriles, quizá el octavo medio empujó
en un puyazo y llegó a la muleta con recorrido y cierta transmisión.
El resto mal acudió al caballo y llegó a la muleta agarrado
al piso y soseando. A su segundo El Juli de plano lo pasó
sin picar, lo que permitió al toro llegar al tercio final con fuerza
y alegría. El pobre desempeño de Ponce hace que cobre más
importancia el magistral trasteo de Mariano Ramos al inválido de
Celia Barbabosa en el festejo anterior.
Casasola, capacidad de respuesta
No afloja el paso el joven texcocano Leopoldo Casasola
(21 años de edad y tres meses de alternativa), quien aprovechó
cabalmente la toreabilidad de su lote, si bien en tandas de pocos pases
a su primero, que embestía como un bendito por ambos lados, y en
ocasiones adelantando la suerte con su segundo, el de más
recorrido. Como en ambos Casasola se entregara en la suerte suprema el
público demandó una oreja por faena, petición que
fue atendida por el juez Balderas.
Es una pena que la estatura tauromáquica del Juli
no pueda ser constatada por los públicos mexicanos y que una
joven figura que en España le sale al mismo diablo aquí exija
toritos de la ilusión o su aproximación. Por su escasa presencia
fue protestado su primero, al que toreó eléctrico de capa,
clavó un espectacular par por dentro -la emoción la da la
bravura- y poco pudo hacerle con la muleta.
Lo interesante vino con el séptimo, al que
lanceó con quietud, dejó un vistoso tercer par y cuajó
una breve e inteligente faena, coronada con un auténtico vuelapiés.
Plegándose a la barata posnavideña de orejas, el juez soltó
dos con la tradicional rapidez de la autoridad en esa plazota.
Enrique Ponce anda aburrido y aburre, sobre todo en carteles
de escaso compromiso. Siempre embarullado con su capotón, con la
muleta no quiso ver a su primero, que se dejaba por el derecho, a su segundo
nomás no lo pudo hacer pasar -lleva más de mil corridas toreadas
en 10 años, no olvidarlo-, y a insistencia del empresario se puso
a regalar uno de Xajay, al que muleteó a distancia como es su costumbre.