Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 14 de enero de 2002
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Cultura
04an1cul ''Hablaría de mi amor suavemente'' /I

John Berger

Viernes

Nazim, estoy de luto y quiero compartirlo contigo, así como tú compartiste tantas esperanzas y tantos lutos con nosotros.

''El telegrama llegó de noche
sólo tres sílabas:

Ha muerto."

Cargo luto por mi amigo Juan Muñoz, un artista maravilloso que murió ayer en una playa en España, a los 48 años.

Y quiero preguntarte algo que me tiene perplejo. Después de una muerte natural, tan diferente del morir asesinado o por hambre, del ser víctima, llega primero la conmoción, a menos que la persona haya estado sufriendo por algún tiempo, y después esa monstruosa sensación de pérdida, particularmente si la persona es joven

"Rompe el alba
pero mi habitación
es toda noche"

--y entonces viene la pena, que dice de sí misma que nunca acabará. Y no obstante, con esta pena asoma subrepticiamente algo más que se aproxima a la broma pero no es tal (Juan era un buen bromista), algo que hace alucinar, como el vuelo de un pañuelo de prestidigitador después de un acto de magia, una especie de ligereza, algo totalmente opuesto a lo que uno siente. ¿Es esta ligereza una frivolidad o una nueva enseñanza?

Cinco minutos después de preguntártelo, recibo un fax de mi hijo Yves, con algunas líneas que acaba de escribir para Juan:

"Siempre apareciste
con una risa
y un nuevo acto de magia

Desapareciste siempre
dejándonos tus manos
sobre la mesa

Desaparecías
dejándonos tu baraja
en las manos

Reaparecerás
con una nueva risa
que será una magia."

Sábado

nazin-5No estoy seguro de haber visto alguna vez a Nazim Hikmet. Juraría que sí, pero no puedo hallar la evidencia circunstancial. Creo que fue en Londres, en 1954. Cuatro años después de que saliera de prisión, nueve años antes de su muerte. Era orador en un mitin político en Red Lion Square. Dijo unas palabras y luego leyó algunos poemas. Unos en inglés, otros en turco. Su voz era fuerte, calma, extremadamente suya y muy musical. Pero no parecía provenir de su garganta --o al menos no en ese momento. Era como si tuviera un radio en el pecho, que prendía o apagaba con sus manos largas y ligeramente temblorosas. Lo describo mal porque su presencia y su sinceridad eran muy obvias.

En uno de sus extensos poemas describe a seis personas que a principios de los años cuarenta escuchan por la radio, en Turquía, una sinfonía de Shostakovich. Tres de esas personas están (como él) en prisión. La transmisión es en vivo; la sinfonía es ejecutada en el mismo momento en Moscú, a varios miles de kilómetros de distancia.

Al escucharlo leer sus poemas en Red Lion Square tuve la impresión de que las palabras que pronunciaba provenían del otro lado del mundo. No porque fueran difíciles de comprender (no lo eran), ni porque fueran borrosas o gastadas (estaban plenas de la capacidad para perdurar), sino porque eran dichas para de algún modo triunfar sobre las distancias y trascender interminables separaciones. El aquí de todos sus poemas está en otro sitio.

"En Praga un carretón
 --lo arrastra un solo caballo--
 pasa por el viejo cementerio judío.

Carga la añoranza de otra ciudad,
soy yo el carretero."
 

Aun sentado en la tarima, antes de pararse a hablar, uno podía ver que era un hombre inusualmente grande y alto. No por nada le apodaban "el árbol de ojos azules". Al incorporarse, dio la impresión de ser también muy ligero, tanto que corría el riesgo de elevarse por el aire.

Quizá nunca lo vi, porque habría sido poco probable que, en un mitin organizado en Londres por el movimiento internacional por la paz, hubieran tenido que atarlo a la tarima con varios tirantes de cuerda, de tal manera que permaneciera en tierra. Sin embargo este es mi claro recuerdo. Sus palabras, después de pronunciadas, lo elevaban al cielo --el mitin era al aire libre-- y su cuerpo buscaba seguir las palabras que había escrito, conforme derivaban alto y más alto por encima de la plaza y por encima de las chispas de los tranvías de antaño, suprimidos tres o cuatro años antes a todo lo largo de Theobald's Road.
 

"Eres una aldea en las montañas
 de Anatolia,
 eres mi ciudad,
 la más bella y la más desdichada.

Eres un grito de auxilio, quiero decir, eres mi país;
 las pisadas que corren hacia ti son las mías."

Lunes por la mañana

Casi todos los poetas contemporáneos que me más han importado durante mi ya larga vida los leí en traducciones, muy rara vez en su idioma original. Pienso que habría sido imposible, para cualquier persona, decir esto antes del siglo XX. Durante siglos se argumentó si era posible o no traducir poesía --pero los argumentos eran de cámara, como hay música de cámara. Durante el siglo XX la mayoría de estos entornos quedaron reducidos a escombro. Los nuevos medios de comunicación, la política global, los mercados mundiales, etcétera, juntaron a millones de personas y apartaron a millones de personas de un modo indiscriminado y sin precedentes. Como resultado, las expectativas de la poesía cambiaron; más y más, la mejor poesía confió en lectores que estaban más y más lejos.

"Nuestros poemas
como mojoneras
deben trazar el camino."
 

Durante el siglo XX, muchas líneas de poesía desnuda se tejieron entre diferentes continentes, entre aldeas olvidadas y capitales distantes. Todos ustedes lo saben, todos ustedes: Hikmet, Brecht, Vallejo, Atilla Jósef, Adonis, Juan Gelman...

Lunes por la tarde

Leí por vez primera algunos poemas de Nazim Hikmet cuando me hallaba en mi última adolescencia... Los publicaba una oscura revista literaria internacional editada bajo la égida del Partido Comunista Británico. Era yo un lector habitual. La línea del partido era basura, pero con frecuencia hallaba inspiración en los poemas y relatos publicados.

Para entonces, Meyerhold había sido ya ejecutado en Moscú. Si ahora pienso particularmente en Meyerhold, es porque Hikmet estaba influido por él y ya lo admiraba cuando visitó Moscú por primera vez, a principios de los años veinte.

"Le debo mucho al teatro de Meyerhold. En 1925, de regreso en Turquía, organicé el primer teatro de trabajadores en uno de los distritos industriales de Estambul. Trabajando en este teatro como director y autor, sentí que era Meyerhold quien nos había abierto nuevas posibilidades de trabajo con y para el público."

Después de 1937, estas nuevas posibilidades le costaron la vida a Meyerhold, pero en Londres los lectores de la revista no lo sabían aún.

Lo que me impactó de los poemas de Hikmet cuando los descubrí por vez primera fue su espacio; contenían más espacio que poesía alguna leída por mí hasta entonces. No describían el espacio; venían en él, atravesaban montañas. Hablaban de acciones. Relacionaban dudas, soledad, desamparo, tristeza, pero estos sentimientos seguían a las acciones. No eran un sustituto para la acción. El espacio y las acciones van juntos. Su antítesis es la prisión, y fue en las prisiones turcas donde Hikmet, un prisionero político, escribió la mitad de la obra de su vida.
 


Traducción del texto de John Berger,
nota y versión de los poemas de Nazim Hikmet: Ramón Vera Herrera

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