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CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
Ť ƑPor qué debilitar al Congreso?
Ť La sociedad deberá defenderse
LA SIGUIENTE e inevitable pregunta es: ƑPor qué querrían el gobierno federal y el poder, que cada vez radica menos en las instancias tradicionales, debilitar al Congreso de la Unión? La respuesta inmediata: porque estorba.
ES CUESTION de echar la mirada un poco hacia el futuro y ver que allí están las próximas reformas tanto a la ley laboral como a la de energía, y que pesan sobre ellas las amenazas de un cambio para hacerlas ad hoc para los intereses de los grandes capitales, propios y extranjeros, necesitados de un México débil en su soberanía, que les permita arrancar las muy pocas riquezas que aún quedan.
POR ESO ahora, si es posible rescatar algo de lo perdido en las reformas al ISR, que tanto molestan a los sindicatos patronales y a la Presidencia de la República, šqué bueno!, pero si no, lo importante viene a continuación, y no debe perderse.
NO HAY engaño posible; ya sabemos todos qué se pretende y el poder no quiere sufrir un nuevo descalabro. Si el Congreso se opone a los cambios de Fox o los transforma de tal manera que se reviertan en contra de los intereses de quienes lo impulsan, el escenario de las esperanzas de quienes no dejan solo a Fox se derrumbaría.
POR ESO, hoy más que nunca, el Legislativo deber perder cualquier índice de popularidad, si acaso aún le queda alguno, y la gente deberá entender que sus representantes juegan en un horizonte contrario a sus intereses.
ESO SE pretende desde las cúpulas empresariales, desde los rincones donde habitan los señores interesados en burlar las posibilidades de robustecer el poder de la sociedad, que recae en la división de poderes, y que no debería ceder ante el impulso del neoliberalismo que si bien ha sufrido un revés, no ha perdido la guerra.
PARA EL capitalismo desbocado lo más conveniente es tener un gobierno menoscabado, porque si el gobierno es la representación del poder popular, de los más que componen la sociedad, no debe tener el poder económico suficiente para garantizar su hegemonía y, menos aún, si los recursos provienen de los menos, es decir, de los más poderosos.
POR ESO, porque la hegemonía no debe estar en manos de la mayoría, los dueños del capital se niegan a pagar impuestos y, más aún, pretenden hacerse de los recursos naturales y reglamentar los derechos laborales, como el de la huelga, para crear las condiciones que les permitan ejercer, en plenitud, su derecho a ser más poderosos, más ricos.
ES VERDAD, tal vez los legisladores actuales, no todos, sean culpables de la descomposición, de la perversión de muchas de las leyes que han marcado nuestra convivencia, pero también lo es la fatiga de la gente en el ejercicio de la esperanza que nunca llega, y cada vez con mayor fuerza se opondrá al engaño y la demagogia. Nunca más un Diego, nunca más un Bartlett, nunca más un Ortega, nunca más quien entienda la política como la vacuna contra las necesidades de la población.
SERA LA población misma la que deberá estar atenta a muchos de los ataques que sufrirá el Congreso si no se pliega, en el futuro inmediato, a las intenciones de cambiar las leyes fundamentales de este país y tendrá que ser la misma sociedad la que se defienda, para no ser abatida por el poder. La lucha de clases apenas empieza.