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MEXICO S.A.
Carlos Fernández-Vega
EL ESTALLIDO SOCIAL en Argentina era cuestión
de tiempo. Independientemente de los intereses políticos involucrados
en este tipo de eventos, el gobierno de Fernando de la Rúa, al igual
que el de su antecesor y el de muchos de sus colegas en América
Latina, optó por defender a capa y espada una política económica
que sacrificaba, cada día con mayor intensidad, el nivel de bienestar
de la mayoría de la población.
UNAS SEMANAS ANTES de su caída, De la Rúa
tenía sobre su escritorio el balance del último trienio de
gobierno (el último año de Carlos Saúl Menem y los
dos primeros del propio ex mandatario defenestrado en diciembre pasado):
la tasa de desempleo abierto se aproximaba a la cifra histórica
de 19 por ciento de la población económicamente activa, equivalente
a 2 millones 650 mil personas, al tiempo que 2 millones 200 mil (alrededor
de 16 por ciento de ese indicador) sobrevivían en el subempleo,
elevando la proporción a 35 por ciento de la PEA, sin incluir el
sector rural y las pequeñas ciudades del interior de la República.
DE
ACUERDO CON información del Banco Interamericano de Desarrollo
(BID), dos terceras partes del incremento en la tasa de desempleo abierto
en Argentina durante el último año tiene su razón
de ser en lo que se observó en el Gran Buenos Aires, donde la pérdida
de fuentes laborales aumentó alrededor de 3 puntos porcentuales.
La construcción fue la actividad que más expulsó trabajadores,
con una caída de 18.7 por ciento en un año en la mano de
obra presente.
SEGUN DATOS OFICIALES, citados por el BID, la proporción
de la población abajo de la línea de pobreza en el Gran Buenos
Aires subió en 2001 hasta el nivel más alto registrado desde
la implantación del Plan de Convertibilidad. Se estima que en 2001
había 35 por ciento de personas pobres y 25 por ciento de hogares
en la misma condición, contra 29 y 21 por ciento, respectivamente,
un año antes, en un país con poco más de 33 millones
de habitantes. Además, el número de indigentes creció
de 2.5 a casi 3.8 millones en un año. Habrá que ir descontando
de esas pavorosas cifras a los argentinos que han visto en el exilio económico
una tablita de salvación.
EN LOS ULTIMOS TRES años la economía
argentina no dio señales de superar la recesión iniciada
en el último trimestre de 1998, y que significó una caída
acumulada en el periodo de 10 por ciento en el producto interno bruto,
30 por ciento en la inversión y 15 por ciento en el consumo. De
acuerdo con los criterios del BID, la que vive el país cono sureño
no es la mayor recesión de su historia, pero sí "la que viene
acompañada de una mayor tasa de desempleo, lo que torna más
complejo el camino de la recuperación".
PERO LO ANTERIOR parece no haber sido suficiente
para que el gobierno de Fernando de la Rúa enfocara sus baterías
a otra cosa distinta que no fuera el aspecto netamente macroeconómico.
De hecho, antes del estallido de la crisis social y política que
registró Argentina en el último mes de 2001, los principales
organismos financieros multilaterales no mostraban optimismo alguno sobre
el futuro inmediato de dicho país. Como escenario más probable
para los próximos tres años, reconocía el BID, se
vislumbra una modesta tasa de crecimiento económico, incluso en
la hipótesis de que se logre superar las actuales dificultades fiscales
y baje el riesgo país, desde luego antes de diciembre.
LAS PREVISIONES OFICIALES para 2001 recetaban una
caída de 1.4 por ciento en el PIB para el año que recién
concluyó, mientras los pronósticos de las fuentes privadas
del país cono sureño ubicaban dicho descenso entre 1.8 y
2.9 por ciento. Tanto el gobierno como los observadores privados estimaban
que para 2002 se reportaría una modesta "tasa positiva" en el crecimiento
económico, "con mayor probabilidad de ser inferior a uno por ciento".
Pero los analistas de los dos sectores se negaron a voltear la vista hacia
la mecha prendida que tenían a un lado, tal vez por la creencia
de que los de abajo aguantan todo y por siempre.
LOS AVISOS VENIAN de tiempo atrás, pero
se agudizaron el primer semestre de 2001: caída de 1.3 por ciento
en el PIB, respecto al mismo periodo de 2000; descenso de 9.2 por ciento
en la inversión bruta fija; crecimiento exponencial en la tasa de
desempleo abierto y en la de subempleo; desplome industrial en el sector
automotriz (18.5 por ciento, aunado al 40 por ciento en las ventas) y de
bienes de capital (15.1 por ciento), sin dejar a un lado el retroceso en
otras industrias como textiles, metálicas básicas, caucho
y plástico, minerales no metálicos y tabaco. Las tradicionales
y remunerativas exportaciones de carne bajaron 52 por ciento con respecto
al mismo periodo del año anterior.
PARA EL BANCO Interamericano de Desarrollo el gobierno
argentino, absorbido por la lucha en contra la recesión y el déficit
público, ejecutó en 2001 una política económica
que alternaba énfasis distintos. "Además de buscar una difícil
convivencia entre medidas para reactivar la economía y medidas destinadas
a profundizar el ajuste fiscal, las autoridades también cambiaron
la estrategia para lograr este ajuste. Hubo momentos en que la prioridad
era aumentar la carga impositiva, y otros en que el recorte de gastos asumió
prioridad absoluta. El propio ministro Caballo empezó su administración,
a fines de marzo, abandonando la severa reducción de gastos propuesta
por su antecesor y definiendo una estrategia de incremento de la recaudación,
para después reconocer la necesidad de atacar fuertemente las erogaciones
públicas".
TODO LO ANTERIOR EN un entorno donde el gobierno
de Fernando de la Rúa "combatía" las causas internas y externas
de la desconfianza generada por su administración. El resultado
más palpable de dicho "combate" fue una fuga de divisas estimada
en 12 mil millones de dólares en poco más de ocho meses,
al tiempo que se hacían apuestas sobre el momento preciso en el
que la autoridad argentina declararía la moratoria de la deuda.
Sin embargo, la realidad lo agarró con los dedos en la puerta y
fue más allá: tras su renuncia, se decretaría el fin
de la tan defendida y costosa convertibilidad, con la obvia y estruendosa
devaluación del peso. La confiscación de los depósitos
privados para atenuar el caos fiscal ya se había dado y ahora sólo
la "administra". El corralito permitió, también, defender
al poder financiero que opera en Argentina, básicamente de capital
español: 70 por ciento de los depósitos bancarios lo concentran
los diez mayores bancos, de los cuales seis son privados extranjeros y
uno privado nacional. De ahí la solidaridad del presidente español
para con los argentinos.
COLORIN COLORADO, este capítulo neoliberal
todavía no se ha acabado.
Las rebanadas del pastel:
SI EL PRESIDENTE FOX quiere corregir errores y
mejorar el perfil de su gobierno, bien podría empezar con el secretario
de Agricultura y conexos, Javier Usabiaga, consiguiéndole chamba
en otra parte, para que tenga oportunidad de asistir al "teatro campesino"
que, según el Rey del ajo la Secretaría de Gobernación
le facilitará a los campesinos que de semanas atrás se manifiestan
frente a esa dependencia.