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Carlos Fazio
Nostálgicos evasores
La ofensiva del gobierno foxista y las corporaciones empresariales contra el Congreso no cesó tras la aprobación del controvertido paquete fiscal. La sostenida embestida de la clase dominante mediante sus grupos de interés (CCE, Coparmex, Canacintra, Concanaco, Concamin, Canieti, CNA, IMEF) se ha querido encubrir como una suerte de "rebelión contra el fisco", ante los ajustes mínimos al ISR (impuesto sobre la renta), el IEPS (impuesto especial sobre producción y servicios) y otros gravámenes sobre bienes y servicios suntuarios. Pero el cacerolismo de la "iniciativa privada" está dirigido fundamentalmente contra el Poder Legislativo. Contra los partidos, la política y la democracia; o mejor dicho, contra lo que queda de los partidos y la política, y lo poco que haya de democracia formal en el actual sistema presidencialista mexicano.
El resultado del voto popular en julio de 2000 ocasionó algunos desbarajustes que vinieron a incidir en la antigua forma de arreglar los "negocios" del poder entre el gobierno, el parlamento y las empresas, con eje en una aceitada cadena de corrupción e impunidad, y en la cual -ante la ausencia de una cultura de la legalidad- los poderosos habían hecho de la evasión fiscal un hábito. Pero con el sentido del sufragio, las tradicionales conexiones oligopólicas y monopólicas con el clientelismo político y sus lobbystas sufrieron ciertas interferencias. Uno de los cabos sueltos derivados de aquellos comicios fue una suerte de "cogobierno a la mexicana" entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. "Durante el viejo orden político mayoritario, cuando el Presidente mandaba y el Congreso acataba, eran las secretarías de Estado quienes de hecho legislaban" (Adolfo Aguilar Zinser). Ergo, los legisladores del PRI (y del PAN) levantaban la mano y los empresarios imponían sus criterios por medio de las iniciativas presidenciales. Pero ahora, según la propaganda oficial, "el Presidente propone y el Congreso dispone". Es decir, los organismos cupulares perdieron el control total sobre el Legislativo, y eso es lo que intentan restaurar.
En octubre pasado, en plena ofensiva empresarial a favor del IVA contra las mayorías pobres (impuestos a los alimentos, medicinas, pensiones, prestaciones sociales), el presidente de Canacintra, Raúl Picard, señaló que el Congreso estaba llevando a México a "la parálisis política y económica". Se declaró nostálgico de los tiempos en que las mayorías dominaban en las Cámaras: "antes convencíamos a un partido y había una votación". Y le exigió a Fox tomar "una decisión de Estado para compensar los excesos de la democracia". Dijo: "llega un momento en que no hay que ser tan democráticos, (hay) que romper el miedo y tomar decisiones con seguridad y fuerza" (La Jornada, 31/10/01). Por esos días, Javier Prieto, presidente de Concamin, advertía: "ya no vamos a cabildear, sino a exigir la reforma fiscal, porque la función del Legislativo es hacer lo que nosotros como sociedad estamos necesitando" (Reforma, 2/11/01). Pero faltó mano dura y fracasó el cabildeo empresarial. ƑResultado? "Nos atrapó la inmadurez democrática agravada con la irresponsabilidad de los legisladores", sintetizó Luis Haime Levy, presidente del IMEF.
A propósito de "excesos democráticos", el italiano Giulio Sapelli recuerda que el principio de la división de poderes es la quintaesencia de la democracia no neopatrimonialista y oligárquica. No la lucha entre los poderes, pero tampoco su recíproco aniquilamiento, su recíproca subordinación, que es el estado de cosas que quieren restaurar los grupos oligárquicos locales. Necesitan al "México del cambio" atado y bien atado. Por eso, el "gobierno de empresarios, para los empresarios" (Fox dixit) seguirá insistiendo con el IVA. Los pobres y los trabajadores deben estar sujetos a la disciplina del mercado, y los ricos seguirán gozando de los favores de un Estado niñera muy poderoso, que los protegerá y los subvencionará.
Continuará la presión. La IP augura quiebras y pérdidas de empleo. Coparmex anunció "cero inversión en 2002". Su presidente, Jorge Espina Reyes, ha dicho que los empresarios se sienten "rehenes de los legisladores y sus partidos". Y el presidente del CCE, Claudio X. González, propuso a Fox eliminar los impuestos especiales a los artículos de lujo. En Nuevo León, sede del Grupo Monterrey -el que puso a Fox en Los Pinos-, se anunció un frente común contra el "engendro fiscal".
Diego Fernández de Cevallos preguntó "Ƒpor qué se quejan tanto los ricos si se gravó a los pobres?" El "populista" (Javier Prieto) jefe Diego no dio respuesta a esa pregunta. Se quejan porque durante 70 años se habían acostumbrado a la exención impositiva, los subsidios y otras jugosas prebendas de papá Estado a cambio de fidelidad política y algún pase de charola. Existía una corrupción de las costumbres y era común que los ingresos fiscales se convinieran de mutuo acuerdo entre los amos de México y Hacienda. Los parlamentarios sólo levantaban la mano. Esa colusión entre las cúpulas empresariales, el gobierno y los legisladores dio paso a un Estado amoral y cleptocrático, dirigido por un puñado de bandidos. Eso es lo que añoran los nostálgicos que ahora amenazan con quiebras y rebeliones. Alegan que los legisladores no se han "modernizado", lo que en la neohabla en boga que remite al discurso orwelliano del poder significa que modificaron mínimamente las leyes del juego que hacían que el pueblo pague siempre a costa de los ricos. Los oligarcas nativos siguen la "máxima infame de los dueños de la humanidad: todo para nosotros y nada para los demás" (Adam Smith). Quieren seguir instalados en la jauja: socializando los costos y privatizando las ganancias. Pero eso no es la democracia. Eso conduce a la "tiranía de las empresas", que necesita de un "parlamento virtual" y un "Estado-nana" que llene los bolsillos de los ricos a costa de las mayorías pobres (Chomsky).